CAMINEO.INFO.- “Se aproxima el mes de mayo, en el que el
pueblo de Dios manifiesta con particular intensidad su amor y devoción a
la Virgen María. En este mes, es tradición rezar el Rosario en casa,
con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han “obligado” a
valorizar esta dimensión doméstica, también desde un punto de vista
espiritual”, así comienza la carta que el papa Francisco nos ha escrito a
todos, el día 25, fiesta de san Marcos evangelista.
Es
una devoción sencilla y bella a la vez. Y muy arraigada en el pueblo
cristiano. Muchos la venimos practicando desde niños en las casas de
nuestros padres y abuelos. Es una forma magnífica de honrar y alabar a
nuestra Madre del cielo. Pero no es sólo una devoción a la Virgen, sino
también la contemplación de la historia de la salvación a través de los
misterios de la vida, muerte y resurrección del Señor Jesucristo. Toda
la vida de la Virgen María está orientada hacia su Hijo. Vivió asociada a
Él desde su Concepción inmaculada hasta su Asunción al Cielo. Y desde
allí donde intercede por nosotros para siempre.
“Si
la contemplación cristiana, dijo el Papa Ratzinger en Pompeya el 19 de
octubre de 2008, no puede prescindir de la Palabra de Dios, también el
Rosario, para ser oración contemplativa, debe siempre emerger del
silencio del corazón como respuesta a la Palabra, sobre el modelo de la
oración de María. Bien mirado, el Rosario está todo entretejido de
elementos sacados de la Sagrada Escritura. Hay ante todo la enunciación
del misterio, hecha preferiblemente, como hoy, con palabras tomadas de
la Biblia. Sigue el Padrenuestro: al imprimir a la oración un movimiento
“vertical”, abre el alma de quien recita el Rosario en una justa
actitud filial, según la invitación del Señor: “Cuando rezáis decid:
“Padre…” (Lc 11, 2). La primera parte del Avemaría, tomada también del
Evangelio, nos hace cada vez volver a escuchar las palabras con que Dios
se ha dirigido a la Virgen a través del Ángel, y las bendiciones de la
prima Isabel. La segunda parte del Avemaría resuena como la respuesta de
los hijos que, dirigiéndose suplicantes a la Madre, no hacen otra cosa
que expresar su propia adhesión al diseño salvífico revelado por Dios.
Así el pensamiento de quien reza está siempre anclado en la Escritura y
en los misterios que en ella se presentan”.
El
cardenal vietnamita Van Thuan, que pasó 18 años en las cárceles
comunistas, escribió en su libro ‘El camino de la esperanza’ (nº 918):
“El rosario es una cadena de oraciones que te une a María. Es también la
película que te recuerda todas las etapas del camino de la esperanza
que ella recorrió: su amor tierno en Belén, su angustia durante la huida
a Egipto, el silencio y el trabajo en el taller de Nazaret, su fervor
en el templo, su emoción cuando oía predicar a su Hijo, su vida con san
Juan. En una palabra, la historia de dos vidas que fueron una sola, pues
el Señor vivía en ella y ella en él. No dejes el rosario que te ha dado
tu Madre, María, pidiéndote que vivas como ella, con ella, por ella y
en ella”.
El Rosario, por otra parte,
es un camino de contemplación del rostro de Cristo realizado –por así
decir– con los ojos de María. “Pero para ser apóstoles del Rosario, dijo
Benedicto XVI, es necesario tener experiencia en primera persona de la
belleza y profundidad de esta oración, sencilla y accesible a todos. Es
necesario ante todo dejarse conducir de la mano de la Virgen María a
contemplar el rostro de Cristo: rostro alegre, luminoso, doloroso y
glorioso. Quien, como María y junto a Ella, custodia y medita
asiduamente los misterios de Jesús, asimila cada vez más sus
sentimientos, se conforma a Él”.
Que el
rezo especial del santo rosario durante este mes de mayo nos ayude a
avanzar como discípulos de Cristo, como testigos y enviados suyos, en la
peregrinación de nuestra fe, precedidos por la Santísima Virgen.
Os saludo y os bendigo con todo afecto en el Señor Resucitado.