CAMINEO.INFO.-
Con algunas indicaciones prácticas.
Queridos hermanos sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles cristianos laicos:
Tras
este período de confinamiento inicial que hemos vivido, quiero de nuevo
ponerme en contacto con vosotros, en orden en primer lugar, para
felicitaros la Pascua, que hemos vivido intensamente (quizás hasta más
intensamente) en las circunstancias en que el Señor nos ha puesto. Pero
también quiero felicitaros por las muchas iniciativas pastorales, y de
comunión entre realidades eclesiales, grupos cristianos o de vecinos, y
personas —algunas muy originales y nuevas— que se han venido dando en un
período de circunstancias completamente nuevo.
Aparentemente de
manera paradójica, esas circunstancias han hecho posible que se
purifique nuestra fe, y que podamos crecer en la novedad de Cristo
resucitado, esto es, en primer lugar, en la comunión del Espíritu Santo,
que es, podríamos decir, el “lugar” en el que se dan, viven y se
desarrollan la misma fe, la esperanza y la caridad. Felicito
especialmente a todos aquellos, sacerdotes y comunidades de todo tipo, y
personas, que se han volcado en la caridad para aliviar —muchas veces a
través del móvil o de las plataformas de redes— a las personas que
están solas, o necesitadas de mil maneras, o que sienten de manera única
la extrañeza de perder a un ser querido sin poder despedirse o hacer un
duelo en condiciones como hubieran deseado. Una de las circunstancias
más extrañas de este período, que aqueja al mundo entero, es la de no
haber podido a veces llevar a cabo en muchos casos los gestos más
determinantes y básicos de nuestra humanidad, uno de los cuales es el
duelo, o la administración del sacramento de la unción de los enfermos.
A
los miles de personas que no han podido en estos tiempos comulgar, yo
les recuerdo que el Señor conoce los deseos y las intenciones de nuestro
corazón, y que una comunión ardientemente deseada, pero imposible,
tiene más valor a los ojos del Señor que una comunión vivida
rutinariamente. Como nos pasa tantas veces en la vida, no valoramos los
bienes más preciosos que tenemos hasta que carecemos de ellos. En todo
caso, que nadie de los que han tenido que tener las Iglesias cerradas
por diversos motivos, que nadie tenemos la potestad de juzgar, se sienta
culpable o reprochado por ello: sólo Dios conoce las circunstancias de
cada uno, y desde la impotencia de un “campo de concentración”, como San
Maximiliano Kolbe, o en otras circunstancias que parecen imposibilitar
nuestro ministerio, uno puede estar haciendo más por la Iglesia que
quienes están más en el proscenio. No debemos olvidar nunca que lo que
hace crecer la Iglesia es la caridad divina, como nos recuerda
constantemente la figura de Santa Teresa de Lisieux, patrona de las
misiones, y doctora de la Iglesia especialmente apropiada para la
Iglesia de hoy.
Como la evolución del corona virus y de las
circunstancias que lo rodean —y el mundo que va a surgir de este
complejo episodio— son todavía en buena parte imprevisibles, tenemos que
pedir al Señor que nos dé la fuerza de la fe, de la esperanza y de la
caridad, para estar atentos a que no decaiga ni el celo ni el amor por
la porción de Iglesia que el Señor nos ha confiado o de la que formamos
parte. Como un escritor cristiano del siglo pasado (Georges Bernanos)
decía que pasaba en las guerras, cuando las guerras las combatía
fundamentalmente la infantería, un rasgo de todos los soldados en esos
tiempos —que muchas veces tenían que combatir desperdigados, y sin
contacto de unos con otros— es que cada uno de ellos se sentía
responsable en buena medida de todo el ejército, de su éxito o de su
fracaso. Sólo esa conciencia de unidad con los demás (físicamente
ausentes) permitía la moral adecuada para seguir adelante. Permitidme
que haga referencia a este comentario que me parece útil para vivir lo
más adecuadamente al designio de Dios este tiempo. Busquémonos unos a
otros, preocupémonos unos de otros, acerquémonos como podamos a nuestros
prójimos (a veces, a nuestros vecinos, creyentes o no creyentes). El
corona virus ha tenido la virtud —entre otras cosas— de no poder
protegernos detrás de muchas de las corazas en que un mundo de
relaciones formales crea para aislar a los hombres unos de otros. De
nuevo, paradójicamente, en este tiempo de confinamiento —o de
aislamiento—, no tenemos más que nuestra humanidad para salir al
encuentro de los demás, y si esa humanidad está tocada por Cristo será
una humanidad más bella, volverá a hacer resplandecer la belleza y la
verdad de la redención de Cristo.
En todo caso, y eso desde antes
de que pase definitivamente el virus, tenemos que recuperar la primacía
que en la vida cristiana tiene la caridad. Sabemos que ya hay muchas
personas necesitadas —y va a haber más—, y con necesidades tan básicas
como la comida. Caritas hace todo el esfuerzo posible, sobre todo desde
las parroquias. Pero también en un nivel más amplio, de barrios o de
pueblos, o de la ciudad de Granada, tendremos que estar muy atentos a
los signos de Dios y a ofrecernos con generosidad a compartir nuestros
bienes. No es preciso anunciarlo, de lo que se trata es de hacer la
primacía de la caridad efectiva en la vida de toda la comunidad
eclesial: no olvidemos la indicación del Señor, “que tu mano izquierda
no sepa lo que hace tu derecha” (Mt 6, 3). Sobre este ministerio de la
caridad hemos de volver de varias formas, y muy pronto, en el tiempo que
viene.
Unas pocas indicaciones prácticas:
En
general, las celebraciones litúrgicas previstas en las parroquias,
sobre todo, en relación a los sacramentos de la comunión y la
confirmación, o de fiestas patronales o de otro tipo, quedan pospuestas
mientras se mantenga el estado de alarma, especialmente las que pudieran
aglutinar grupos numeroso de fieles. Posteriormente, y en la medida en
que sea posible hacerlo según las indicaciones de la ley, los párrocos
en diálogo con los fieles acordarán las fechas más adecuadas, dentro de
la debida prudencia que exijan las circunstancias del momento. Lo mismo
vale para las celebraciones de la confirmación que se suelen celebrar en
la catedral cada año: quedan pospuestas hasta que pasen las
limitaciones del estado de alarma.
Teniendo esto en cuenta:
1. En relación a funerales que no hayan podido ser celebrados durante el período del confinamiento.
Las personas que no hayan podido despedirse de sus seres queridos y
desean que la comunidad cristiana ore por ellos y les acompañe en su
duelo de algún modo, tendrán que dirigirse a sus párrocos y ver la
posibilidad de que pueda, a medida que la posible participación en
celebraciones litúrgicas se haga más flexible, se celebre la Misa de
funeral correspondiente. Naturalmente, mientras duren las restricciones
que se dan para los demás ámbitos de la vida, hay que evitar los duelos
al final del funeral, y deben sólo asistir los familiares y las personas
más allegadas al difunto. Las circunstancias pueden obligar en ciertas
parroquias a que se celebren funerales por varios difuntos en la misma
Eucaristía.
Seguramente, es importante comunicar a los fieles que,
no sólo en las iglesias, sino en las familias y en las casas, todos los
cristianos estamos en este tiempo pidiendo al Señor, sobre todo en las
eucaristías, en todas ellas, pero también en todas las demás oraciones,
por todos los enfermos, y por todos los difuntos, del corona virus y de
otros males, así como por el personal sanitario y otras personas que
corren riesgos de contagio en sus trabajos.
En algunos lugares, y
en determinadas parroquias, una vez que se hayan terminado las
restricciones, podrá ser oportuno celebrar un funeral por todos los
difuntos de la parroquia que han fallecido en este tiempo.
2. En relación a los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, primera comunión y de la confirmación.
Las circunstancias de cada parroquia, de cada comunidad y de cada
familia son tan diferentes, que no es posible dar una orientación única
sin incurrir en
multitud de injusticias e incoherencias o
contradicciones. Los párrocos que, de acuerdo con las familias, quieran
hacer los bautizos o las comuniones más en privado, y seguidas de una
pequeña celebración familiar en la casa, pueden hacerlo en cualquier
momento, incluso en cualquier día de la semana, y (para las comuniones)
en pequeños grupos de no más de cinco niños, con la asistencia sólo de
sus padres y abuelos (o de padres y padrinos), siempre que no se
sobrepase el número de asistentes a la iglesia permitido por la ley y se
guarden las distancias debidas. Para las confirmaciones, habrá que
esperar al tiempo en que la movilidad de los ministros del sacramento
esté menos restringida, y habrá también que guardar los demás requisitos
respecto al número de participantes y a la distancia entre personas.
3. En relación con el sacramento del matrimonio.
No queda más remedio que posponerlas hasta que hayan desaparecido las
limitaciones actuales. Naturalmente, hay que recordar que el sacramento
no es el banquete (aunque desde siempre y en todas las culturas, el
matrimonio ha sido rodeado de celebraciones festivas y populares).
Aquellos matrimonios que quisieran no esperar a su celebración, por los
motivos que fuese (religiosos, económicos, o de cualquier otro tipo),
pueden también hacerlo de manera más restrictiva, cumpliendo con los
requisitos de la normativa para otros actos públicos. Incluso podrían
celebrar el matrimonio y posponer la celebración del banquete para otro
momento. Pero todo esto, en relación con las bodas, es algo que compete
en primer lugar a los novios (que son según la tradición cristiana común
los ministros del sacramento), de acuerdo con sus párrocos.
4. En relación a la Solemnidad del Corpus Christi:
Naturalmente quedan suspendidas todas las celebraciones públicas y las
procesiones, tanto en la Catedral o en otros lugares, que incumplan lo
dispuesto en la normativa vigente en ese momento, el día 11 de junio. La
celebración eucarística de la catedral se llevará a cabo a las 10 de la
mañana como de costumbre, y se retransmitirá al menos por la televisión
diocesana. Después de la Eucaristía se tendrá en la misma catedral una
adoración del Santísimo de una hora, en sustitución de la procesión, a
la que uno podrá igualmente unirse al menos por los medios de
comunicación diocesanos. En esa hora tendremos presentes de manera
especial a las víctimas del corona virus y a sus familias. Como
testimonio de comunión en ese día —grande entre los días grandes en
Granada— en que celebramos la presencia sacramental permanente de Cristo
en su Cuerpo, tanto en la Eucaristía como en la Iglesia, y en
sustitución de la procesión litúrgica del Corpus, sugiero que, al menos
las parroquias e iglesias del Centro de Granada, no tengan celebraciones
eucarísticas durante la mañana de ese día de 10 a 13 horas, de modo que
podamos unirnos todos y participar en una sola Eucaristía. Igualmente,
la celebración de la Octava y la del domingo 14 de junio, cuando celebra
el Corpus la Iglesia Universal, tendrá lugar en la Catedral y en otras
iglesias con la participación de las personas que permita la
legislación, y la de la Catedral se podrá seguir también en directo a
través del canal de la Televisión diocesana. El domingo 14, también,
después de la Eucaristía de las 18.00 (seis de la tarde) en la Catedral,
habrá otra hora de adoración eucarística. También en esta hora de
adoración y de súplica se pedirá de manera especial por las víctimas de
la pandemia, aquí y en el mundo entero.
Confiad: el Señor no
abandona a su pueblo. No lo ha hecho jamás y no lo hará. “Yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Él ha
resucitado y está vivo, y su amor y su misericordia nos acompañan todos
los días de nuestra vida.
Un gran abrazo a todos en el Señor.