El próximo viernes, en la Facultad de Teología, estamos
convocados a la Jornada Diocesana de Formación. Hoy quiero
subrayar esta palabra, formación, para que nos resuene a
lo largo de todo el curso y nos prepare como creyentes para
vivir y dar testimonio razonable de nuestra fe. Comenzaremos
esta Jornada Diocesana con una conferencia y a continuación
nos distribuiremos en diferentes talleres, todos muy
interesantes, que pretenden reflexionar sobre algunas de las
prioridades pastorales que nos hemos planteado para este año.
Será, sin duda, un momento de encuentro y de experiencia
pastoral en el que viviremos el gozo de la fe y de
la comunión eclesial.
La Jornada, a la
que estamos invitados todos, pretende dar inicio de manera
formal a este curso pastoral. Un curso en el que, como os decía en mi último mensaje,
tenemos una nueva oportunidad de crecer y de responder a las
llamadas que el Señor nos hace en este tiempo concreto para la
Iglesia en Burgos. A partir de ese día, se nos irá convocando en
cada parroquia, arciprestazgo, movimiento o grupo
apostólico para hacer experiencia eclesial de la fe y
responder a los retos que se nos presentan con la
fuerza del Espíritu.
El lema que se ha escogido para esta
Jornada, que se prolongará en otro día de convivencia a
finales de octubre, es muy sugerente: Iglesia de creyentes maduros y corresponsables. El
VIII Centenario de la Catedral que nos disponemos a celebrar
debe de contribuir precisamente a sentirnos más Iglesia, a
crecer en nuestra identidad eclesial que surge en el Bautismo.
Todos, cada uno desde nuestro propio servicio eclesial,
formamos parte de esta gran familia que llamamos la Iglesia. Una
Iglesia que está constituida fundamentalmente por hombres y
mujeres creyentes, es decir, personas que han hecho una
experiencia viva de fe, de encuentro personal con el Señor que
cambia nuestras vidas. La experiencia personal en el caminar
de la fe, –que ciertamente se alimenta en la vida comunitaria,
pero que necesita igualmente de una formación seria que pueda
dar sentido a tantos interrogantes del mundo actual–, es
fundamental como punto de partida para experimentar
el protagonismo eclesial.
La Iglesia necesita de todos y
todos nos enriquecemos en este caminar en sinodalidad. Solo
desde ahí podremos avanzar en algo que ya os escribía en mi última Carta Pastoral:
«Los laicos sois Iglesia y debéis manifestarlo en vuestra vida
cotidiana, en todas vuestras actividades en la sociedad y en
el mundo. Me gustaría que cada uno de vosotros se preguntara de
modo personal: ¿qué puedo yo aportar para que la Iglesia
realmente refleje toda la belleza del Espíritu?» (pág. 11). Y
os decía también: «La participación activa en la vida de la
Iglesia sólo será efectiva cuando cada bautizado reconozca que
el otro posee algo que él no posee y que sin embargo necesita,
convirtiendo así las diferencias en bendición para todos y cada
uno, y en un riqueza para la misión compartida» (pág. 12).
Sobre
la madurez y la corresponsabilidad de los laicos hay unas
palabras de Benedicto XVI, en la Asamblea de la diócesis de Roma
(2009) que dice: «es necesario que se promueva gradualmente
la corresponsabilidad de todos los miembros del Pueblo de
Dios, en particular por lo que respecta a los laicos, pasando de
considerarlos colaboradores del clero a reconocerlos
realmente como corresponsablesdel ser y actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido».
Por
eso, encuentros de formación como estos y como tantos otros que a
lo largo del curso se irán repitiendo, nos deben de ayudar a
experimentar la belleza de una «Iglesia de creyentes maduros y
responsables». Los tiempos actuales son tiempos recios, como
decía la santa de Ávila, por lo que es urgente estar preparados y
bien formados: solo así, desde sólidos criterios, podremos
seguir dando razones de nuestra esperanza. Os invito, por
ello, a que aprovechéis todos los medios formativos que nuestra
Iglesia pone a nuestra disposición: tanto desde nuestra
Facultad de Teología que estrena estos días el nuevo curso
escolar con tantas novedades y posibilidades, como desde las
parroquias, grupos o movimientos. Todas estas iniciativas
son, en verdad, experiencias privilegiadas que nos ayudan a
profundizar en la fe y a celebrar nuestro encuentro con Dios y
con los hermanos.
Juntos formamos esta Iglesia que camina
en Burgos. Una Iglesia que queremos que sea, con la ayuda de Dios,
Iglesia de creyentes maduros y corresponsables. ¡Nos
vemos el viernes!