En los albores de la vida pública de Jesús, acuden a una boda, en Caná, Jesús, sus discípulos y la Virgen María. Podéis estar seguros que el evangelista subraya la presencia de María con una clara intención, el Plan de Dios. Otro dato importante de ese acontecimiento lo recoge el evangelista Juan: Jesús hace su primer milagro, manifestando así su gloria y también dice que “creció la fe de sus discípulos en El”. El signo revela la gloria de Jesús y conduce a la fe.
Prestad atención a otra importante nota que podemos apreciar en la lectura del Evangelio: que en Caná, Jesús inaugura los tiempos nuevos, queridos por Dios y anunciados por los profetas, son tiempos mesiánicos. Jesús nos ha dado el mejor vino, un vino que necesitará odres nuevos. Si a vinos nuevos odres nuevos, como les decía el Señor a los fariseos, para los tiempos nuevos en los que vivimos, se necesitan actitudes nuevas, una verdadera renovación interior.
Volvamos al tema de por que resalta el evangelista la presencia de María. En este primer milagro donde Jesús comienza a desvelarnos los planes de Dios, por medio del Espíritu Santo, está presente su Madre, María. Y María no pasa desapercibida, ya que participa activamente, de una manera solícita; ella es la que presenta a su Hijo el sufrimiento y la necesidad de los anfitriones y le pide que les socorra, que no saben qué hacer. Jesús le había dicho ya que “no ha llegado mi hora”, pero ella insiste con la ternura de una madre, con total confianza y total fe en su Hijo.
Lo que resalta el texto es que ha llegado ya la hora de Jesús, por medio de la fe y la confianza de María y la poderosa intercesión de ella, la fuerza que tiene la oración, la que se hace a través de la Virgen. Para comenzar este año y para la vida, ya tenemos la clave.