En la lectura del Evangelio de esta fiesta del Bautismo de Jesús se produce un importante signo, Jesús se pone en la cola de los que se van a bautizar por Juan. Pero si lo que está haciendo Juan el Bautista es un bautismo sólo con agua, una llamada a la conversión, una invitación a ponerse de cara al Señor y las turbas venían conmovidas por la predicación de Juan ¿Qué esta pasando que entre esa multitud viene Jesús? Pero si Jesús no necesita el bautismo; no necesita el perdón de los pecados, que no tiene; Jesús es la pureza misma, no necesita purificarse.
Otra lección de Jesús, nos da ejemplo de humildad: aparece como todos, entre todos, no quiere señalarse en nada y sin tener pecado, se solidariza con nosotros y se pone ante Dios como garante por nuestros propios pecados; lleva sobre sus hombros los pecados de la humanidad. Es la primera lección de lo que va a ser su misión, porque cargará con nuestros pecados y sufrirá lo que merecen nuestros pecados y gracias a eso, nosotros podremos levantar los ojos a Dios y llamarle Padre nuestro. Gracias a la acción de Jesús.
Jesús va a inaugurar el tiempo de la predicación, con el Bautismo que quita el pecado del mundo, con el Espíritu Santo y fuego, no solo con agua, sino con la fuerza de Dios que hace hijos y perdona sus pecados. Por esto podemos ver cumplidas las palabras de Isaías: “consolad, consolad a mi pueblo… gritadle que se ha cumplido su condena y que está perdonada su culpa… Súbete a un monte elevado, mensajero de Sión, alza la voz con brío, sin miedo y di que aquí está Dios, el Señor”.
Dios nos ofrece la Salvación para todos los hombres, nos dirá San Pablo, así que a caminar con confianza, puestos nuestros ojos en Jesús, nuestro Salvador y vivamos con moderación, justicia y religiosidad.