La palabra de Monseñor Oscar Arnulfo Romero sigue viva. Como parte de las actividades
conmemorativas del martirio del líder católico, se dio lectura, en
Catedral Metropolitana, a la Segunda Carta Pastoral que escribió en
agosto de 1977.
En la década de los 70´s las organizaciones populares
asumen un papel importante en la sociedad salvadoreña ante las
diferentes situaciones políticas y sociales que emergían en el país.
La lectura de la Carta Pastoral fue dirigida por Edgardo Hernández, sacerdote jesuita de la Parroquia El Carmen de Santa Tecla.
En su carta, con fecha del 6 de agosto de 1977, en el marco de la celebración
de las fiestas patronales de San Salvador, el ahora beato denunció las
acusaciones que la iglesia católica recibió en aquellos años al ser
tildada de “marxista, subversiva y promotora del odio”.
Monseñor Romero expresó en papel su preocupación por la situación que acontecía en el sociedad. Para él, la sociedad estaba dominada por el pecado, es decir, “por todo aquello que debilita el mandato y voluntad de Dios”.
Durante los años setentas, en
El Salvador empezó una conflictividad entre la Fuerza Armada y las
diferentes organizaciones sociales que denunciaban la opresión e
injusticia que vivían miles de personas, sobre todo, campesinos, obreros
y sectores necesitados.
Ante esto, Monseñor Romero
manifestó en su carta que la iglesia no era subversiva ni exponía
mensajes marxistas, sino que tenía una nueva visión de atender el clamor
de los más necesitados que no vivían con justa dignidad.
El mártir enfatizó en el
escrito que la iglesia no debía mantener tradiciones del pasado, pues
era necesario concentrarse en el futuro y ser consientes de los
problemas que hostigaban a la sociedad.
En ese sentido, denunció la
distorsión del sentido del evangelio, puesto que los medios de
comunicación, especialmente la radio y los periódicos, prestaron sus
servicios para “calumniar” los mensajes difundidos por la iglesia
católica.
Monseñor Romero expresó que
cuando la iglesia escucha el clamor de los oprimidos, denuncia, y cuando
lo hace, busca la conversión y cambio de las personas.
En algunos medios de
comunicación, incluso, se decía que la iglesia católica persuadía a los
feligreses a sentir odio y a tener un espíritu subversivo. La iglesia
fue acusada, de igual manera, de haber pasado a hacer política.
Monseñor Romero consideró en
esta carta que los acontecimientos a los que enfrentaban los
salvadoreños en aquellos años merecían una carta propia. La primera que
escribió el arzobispo fue escrita en abril de 1977.