Cuando las primeras oleadas de cubanos católicos se
asentaron en Miami Beach en los albores del exilio, precisaban
salvaguardia espiritual en aras de amainar el trauma de la separación de
su patria. Pronto, los confesionarios de las iglesias, además de
lugares de perdón divino, se transformaron en puntos de diálogos para
levantar el ánimo y robustecerse.
Entre ese pueblo
desgajado de su tierra se encontraba Esperanza Pardo-Sadowski, entonces
de 15 años, quien comenzó a asistir a los servicios litúrgicos en la
Iglesia St. Joseph, donde afianzó amistad con compatriotas que hallaron
en ese templo un nicho de comprensión y vida religiosa.
“No
había misas en español todavía, pero las familias cubanas nos íbamos
uniendo porque era la iglesia católica que nos quedaba más cerca”,
relató Pardo-Sadowski, de 70 años. “La transición fue muy difícil, pero
la comunidad nos acogió con mucho cariño”.
Universalmente abierta para recibir a todos los grupos
inmigrantes y turistas en la zona norte de La Playa, St. Joseph cumple
75 años difundiendo la buena noticia del Reino de Dios y transmitiendo
la fe por medio de la liturgia, la vida espiritual y el servicio
cristiano.
Su ubicación geográfica —sirviendo a Miami
Beach, Surfside, Bay Harbor Islands y Bal Harbour—, y genuino espíritu
de bienvenida la han transformado en una encrucijada de culturas. Hoy se
ofician misas en cuatro idiomas: español, inglés, portugués y polaco.
El
sacerdote cubano Juan Sosa lleva las riendas de la parroquia. “Es una
motivación para la comunidad darse cuenta de que todos somos iglesia,
somos una comunidad multicultural y nuestra visión es acoger a todos los
que quieran pasar por estas puertas para acercarse a la Iglesia y
conocer al Señor”, dijo.
En ocasión de la efemérides, el
domingo se realizó un concierto de música clásica dirigido por el
maestro Alberto Joya. Este lunes los devotos celebrarán la víspera
solemne de San José, el patrono de la parroquia, con la distribución del
pan bendecido.
St. Joseph nació en 1942 como una misión
de la Iglesia St. Patrick. El Obispo de San Agustín Joseph Hurley
decretó el patronazgo de San José respondiendo a la solicitud de un
parroquiano quien atribuyó a la intercesión de San José su liberación
del campo de concentración nazi Dachau. En 1947 se convirtió en
parroquia independiente para servir también a una feligresía estacional:
los snow birds francocanadienses.
Hoy una gran proporción de la feligresía son familias
inmigrantes de Centro y Sudamérica. José Málaga, peruano de 54 años, es
un laico comprometido asiduo a esta iglesia junto a su esposa y sus
hijas de 24 y 21 años.
“Cuando los latinos venimos a
Estados Unidos nos sentimos perdidos y no sabemos a dónde ir. Como
venimos con una raíz católica buscamos una iglesia”, explica. “Como no
conocemos a nadie escuchamos la misa y nos vamos. Poco a poco la gente
nos invita y nos vamos comprometiendo con la iglesia. Aquí he vuelto a
encontrar mi hogar que dejé en Perú”.
Málaga pertenece al
Ministerio de Justicia, uno de los servicios cristianos de la parroquia
orientado por la Doctrina Social de la Iglesia. Los voluntarios
trabajan en un espíritu ecuménico con otras organizaciones locales como
Personas que Actúan Juntas por la Comunidad (PACT) abogando por más
vivienda asequible para los pobres y mayor seguridad en las escuelas.
Leonardo
Paziente, argentino de 19 años de madre evangélica y padre católico no
practicante, integra los grupos juveniles de la parroquia. Un amigo en
el gimnasio lo invitó a asistir a los servicios hace dos años y se
quedó.
“Me quedé por los amigos en esta iglesia, por la cantidad de amor que
sentí y aprendí a amar a Jesús como él me ama a mí”, aseveró el joven
antes de empezar la misa en español.
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