CAMINEO.INFO.- La Plata/ARGENTINA.- El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que “la educación cristiana es educación para la libertad por la cual el hombre adhiere a la verdad y se ata gustosamente en el compromiso del amor”, al presidir la misa por los 85 años del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC) en la capilla del Colegio del Salvador, del barrio porteño de Congreso, en cuyas instalaciones se realizó también la entrega de la distinción Divino Maestro, que reconoce la tarea de hombres y mujeres que dedicaron su vida a la educación como docentes en el país y son reconocidos por generaciones de estudiantes como auténticos maestros.
“Ser libres del error, de los innumerables errores del mundo, ya vengan revestidos de presunto prestigio científico y académico, ya los arroje sobre las nuevas generaciones el torrente de vulgaridad de una subcultura degradada y con alto rating televisivo; ser libres del pecado, de los vicios que hoy día se proponen como opciones legítimas y son recubiertas por una tolerancia general aliada del relativismo ético; libres de las múltiples cautividades revestidas con las galas de la libertad y que son su simulacro: es éste el bien excelente que ha de ofrecer como meta posible y dignísima la escuela católica a los niños, adolescentes y jóvenes de hoy, mientras pone a su disposición progresivamente los saberes elementales, los caminos de iniciación en las ciencias y en las artes, los tesoros de la cultura humana y de la tradición cristiana”, puntualizó.
En su condición de presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica, el prelado platense advirtió que “en la situación actual de la Argentina debemos reivindicar serena y claramente la libertad de la Iglesia para transmitir en el único sistema público de educación –en el cual se ubica la escuela católica– la integridad de la doctrina de la fe y la cosmovisión cristiana”.
Monseñor Aguer se refirió en este sentido a “la recta idea del hombre, su dignidad personal, sus derechos y deberes; la sacralidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; la noción del matrimonio como unión estable de varón y mujer; la constitución de la familia y el derecho inalienable de los padres a elegir para sus hijos una educación que corresponda a sus convicciones morales y religiosas”.
Insistió en que “los padres de familia y los educadores católicos tienen derecho a resistir las imposiciones ideológicas del Estado si éste, contrariando el principio de subsidiariedad, se propone como primer educador y pretende homogeneizar el pensamiento y provocar un cambio de paradigmas a contrapelo de la tradición nacional”.
“No basta una libertad de mercado educativo; hace falta una verdadera libertad de educación. Nosotros debemos ejercerla a la vez con espontaneidad y argumentativamente, con plena convicción; sin temores, sólo movidos por el santo temor de Dios”, concluyó