Tras casi 60 años de vida, 35 como sacerdote, le llega el episcopado. ¿Cómo lo afronta?
Como una llamada del Señor, como una vocación dentro de la vocación al ministerio sacerdotal.
Ahora que habla de la llamada al sacerdocio. ¿Cómo fue?
Cuando
era muy pequeño ya pensaba, no sé por qué, en ser sacerdote. De hecho,
no hice la Primera Comunión vestido de marinero como se estilaba, sino
de fraile. Después jugaba a decir Misa en casa con mi hermana. Eso duró
hasta los 10 años y luego se me olvidó. En el instituto entré en
contacto con la Milicia de Santa María, hice ejercicios espirituales… y
redescubrí la vocación. Antes de acabar COU, tomé la decisión de entrar
en el seminario.
Aunque nació y vivía en Madrid, se fue al seminario de Toledo.
Mi
familia materna era de allí y había muchos vínculos. En Toledo estaba
el gran cardenal de la Iglesia, don Marcelo González, auténtico padre de
la Iglesia contemporánea. El otro día me dijeron que soy el obispo
número 21 de los que fueron ordenados presbíteros por él.
Aquel seminario fue muy prolífico.
Fue la edad de
oro del seminario de Toledo, aunque hoy seguimos teniendo muchas
vocaciones. Quiero subrayar que en ese seminario había una pluralidad de
carismas y espiritualidades –Opus Dei, espiritualidad ignaciana,
carismáticos, Camino Neocatecumenal…– con un denominador común: el amor a
la Iglesia, la adhesión inquebrantable al Papa y las fuentes
conciliares.
¿Por qué es importante la pluralidad?
La Iglesia
es como las vidrieras de las catedrales góticas, donde hay una
pluralidad de colores, formas y tonalidades, que es lo que da la
belleza. Si todo fuera de la misma forma no tendríamos una vidriera
bella, sino un simple cristal. En la Iglesia, que es comunión, hay
pluralidad de carismas, vocaciones y ninguno es más importante que otro.
No es menos santificante ser padre de familia que obispo. Ni es más
santificante ser monja de clausura que un laico en medio del mundo.
¿Qué recuerda de su etapa al servicio de la Santa Sede?
He estado durante los pontificados de san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Primero en la Secretaría de Estado
y luego en las nunciaturas de Colombia en los años duros de las
guerrillas, y en Nicaragua, Francia y Serbia. Me ha servido para tener
una comunión profunda con el sucesor de Pedro, sea el que sea, y para
respirar la catolicidad de la Iglesia. Conservo detalles y diálogos con
san Juan Pablo II que son reliquias.
¿Alguna en concreto?
Mi padre falleció de forma
repentina en 2003. Estaba destinado en Nicaragua, pero me pilló en
España. Antes de regresar a mi trabajo, fui a Roma a entrevistarme con
mis superiores y pude participar en una audiencia general. Al terminar,
saludé al Papa. Le conté que había fallecido mi padre. Me dijo que
rezaría por él y entornó los ojos. Luego trazó la señal de la cruz,
pronunció la fórmula «descanse en paz» y dándome unos golpecitos en el
brazo, añadió: «Está en el cielo, está en el cielo».
¿Por qué dejó la carrera diplomática?
Hice un
discernimiento personal, lo consulté con sacerdotes de confianza, con el
entonces arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, y con mis superiores.
Opté por regresar. Lo hice sin paracaídas. A mí me gustaba la docencia,
aunque luego vinieron más encargos que acepté por obediencia.
Con todo este bagaje, ¿cuál es hoy la tarea más urgente de la Iglesia?
Vivimos
la fe encarnada en un tiempo. Yo voy a ser un obispo de la generación
COVID-19. Una tarea importantísima es ser mensajero de esperanza. Y en
nuestro contexto europeo tenemos el reto de volver a decir que el
Evangelio tiene algo que aportar a la vida de las personas. Europa se ha
acostumbrado a montarse una vida que más o menos funciona prescindiendo
del hecho religioso, del cristianismo. La fe no es una pieza de museo,
es algo vivo.
BIOGRAFIA
- Nació el 2 de febrero de 1962 en Madrid
- Fue ordenado sacerdote el 13 de julio de 1986
- Entre 1991 y 2007 trabajó en la Secretaría de Estado del Vaticano y en las nunciaturas de Colombia, Nicaragua, Francia y Serbia
- En 2007 regresó a Toledo, donde es desde 2018 vicario general
- El Papa lo nombró obispo auxiliar el 15 de noviembre de 2021
https://alfayomega.es/cesar-garcia-magan-no-es-menos-santificante-ser-padre-de-familia-que-obispo/