En vísperas de la navidad, la minoría cristiana egipcia ha vuelto a padecer la discriminación que arrastra desde hace décadas. Cientos de musulmanes han asaltado una iglesia en el sur de El Cairo entre proclamas exigiendo su demolición en el enésimo ataque contra templos y propiedades de la castigada comunidad copta.
"Irrumpieron
en el lugar y destruyeron lo que había dentro después de asaltar a los
cristianos que se hallaban en el edificio", ha explicado la diócesis copta
en una nota difundida este sábado a través de su página de Facebook. El
incidente se ha registrado en la localidad de Atfih, a unos 100
kilómetros al sur de la capital egipcia, en el área de Giza.
Según
el comunicado, la turba se dirigió hasta la iglesia tras el rezo de los
viernes lanzando consignas contra el inmueble y su función religiosa.
El templo de San Teodoro, escenario del ataque, ha sido
usado durante los últimos quince años como iglesia a pesar de no contar
con la licencia oficial. Una situación habitual debido a las trabas
legales que las autoridades fijaban hasta ahora para la construcción y renovación de templos cristianos frente a las facilidades en la edificación de mezquitas.
Los
responsables a cargo de la iglesia habían solicitado la licencia
acogiéndose a la nueva legislación aprobada por el Parlamento egipcio en
septiembre de 2016. La norma, lejos de acabar con décadas de
restricciones, bendice los obstáculos contra los que ha batallado la comunidad cristiana más vibrante de Oriente Próximo, que representa un 10 por ciento de una población que supera los 100 millones de almas.
Así,
la norma deja en manos del gobernador provincial la decisión de dar luz
verde a la edificación de nuevos templos y establece varios
condicionantes como "la preservación de la seguridad y el orden público"
o el número de vecinos cristianos. El texto fue redactado por
funcionarios y la jerarquía copta en un proceso huérfano de luz y
taquígrafos provocando la censura de los sectores más jóvenes de la
comunidad copta.
Los vídeos divulgados en las últimas horas muestran a una airada multitud arremolinada junto al templo que al grito de "Allahu Akbar" (Dios es grande, en árabe)
exige su demolición y protesta por la supuesta decisión de colocar una
cruz en el exterior del inmueble. Los manifestantes causaron daños en el
mobiliario y el interior del templo antes de que fueran expulsados y
dispersados por las fuerzas de seguridad. Varios de los cristianos
presentes en la iglesia resultaron heridos y fueron trasladados a un hospital cercano.
En
el último lustro se han registrado decenas de altercados en zonas
rurales del país como la provincia de Minya a partir de rumores y
denuncias del uso religioso de iglesias sin licencia.
Una y otra vez un rumor huérfano de pruebas es el responsable de
encender la violencia sectaria. El supuesto cautiverio en una iglesia de
una cristiana convertida al islam, la desaparición de
una joven o el amor prohibido de un fiel copto con una vecina musulmana
destrozan la paz y convierten los lugares más recónditos del país árabe
en un infierno.
En la mayoría de los casos los encargados de
restaurar el orden son comités formados por líderes destacados del
municipio que terminan tomándose la justicia por su mano. Una explosiva
convivencia a la que las fuerzas de seguridad asisten, a menudo,
impasibles.
Condenados a sentirse ciudadanos de segunda, los fieles de una de las iglesias más antiguas de Oriente
padecen desde hace décadas una retahíla de discriminaciones, entre
ellas, en el acceso y promoción dentro de la administración. Al
desamparo gubernamental y los asaltos de sus vecinos musulmanes más
radicales, se han sumado los atentados firmados por grupos yihadistas
como el autodenominado Estado Islámico, que los ha convertido en uno de sus principales objetivos.
El
pasado 9 de abril, coincidiendo con la celebración del domingo de
Ramos, el IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) se cobró 46 vidas e hirió a 120 personas
en dos ataques contra iglesias en el norte del país. Los atentados
fueron reivindicados por la sucursal local del autodenominado Estado
Islámico. A finales de mayo una emboscada firmada por el IS se cobró la
vida de 28 cristianos que viajaban hacia el monasterio de San Samuel,
ubicado en una zona desértica de la provincia de Minya, a unos 300
kilómetros al sur de El Cairo.
Durante su visita el pasado abril, el papa Francisco trató de arropar a la maltratada comunidad cristiana,
protagonista de un éxodo hacia Europa o América del norte acelerado en
el último lustro. "Cuantos mártires en esta tierra, desde los primeros
siglos del Cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el
final, prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal con el mal", proclamó el pontífice.
http://www.elmundo.es/internacional/2017/12/23/5a3ed6cbca4741f35d8b4652.html