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Domingo XXVI Tiempo Ordinario, C: Recibiste bienes y Lázaro males; ahora él encuentra consuelo, mientras tú padeces.

Sat, 28 Sep 2013 22:48:00
 

CAMINEO.INFO.-
 
Am 6, 1.4-7:
Sal 145, 7-10:
1 Tm 6,11-16:
Lc 16, 19-31:

El evangelio de hoy es continuación del evangelio de la semana pasada, donde el Señor nos exhortaba a no sentirnos propietarios de lo que tenemos, sino administradores, y a administrar los bienes teniendo en cuenta los pobres.

Hoy la primera lectura y el evangelio nos denuncian un pecado, un pecado que todos cometemos: el pecado de omisión. Esto es, podemos hacer el bien y, por comodidad, egoísmo, falta de sensibilidad, no lo hacemos.

El profeta Amós lo expresa con una gran fuerza, con sus palabras nos hace un dibujo: “¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaria!”... y habla de sus “lechos de marfil”... de los “carneros del rebaño”... de las “terneras del establo”... del “son del arpa” del “vino en copas” y de “perfumes exquisitos”.

Y, curiosamente, este mismo dibujo es el que encontramos en el evangelio: “un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día”.

Y, también es coincidente en las dos lecturas, la actitud de los ricos. Denuncia el profeta Amós: “y no os doléis del desastre de José”. Y en el evangelio observamos por parte del rico la misma actitud de indiferencia. Al rico de la parábola no le causa ninguna pena el desastre de la vida de Lázaro.

Aquí está el pecado de omisión: pueden hacer el bien a favor de los pobres, pero no lo hacen. Preguntémonos:
¿Por qué no hacen el bien? Porqué no les causa ninguna pena la desgracia del pobre.
¿Por qué no les causa ninguna pena la desgracia del pobre? Porqué tienen el corazón endurecido.
¿Por qué tienen el corazón endurecido? Porqué las riquezas, tienen una tendencia muy fuerte a endurecernos el corazón. El materialismo nos endurece el corazón, el materialismo nos hace insensibles, el materialismo nos anestesia, el materialismo nos atonta de cara a hacer el bien.

Es preciso que lo reconozcamos: vivimos en una sociedad muy materialista y consumista y esto nos afecta, y nosotros también lo somos. Y como que son dos tendencias de muerte, Jesús quiere erradicarlas de nosotros.

La otra cara de la moneda de lo que hemos dicho, la vemos en los pobres. Explicaba la Beata Teresa de Calcuta una escena: va a visitar a una familia muy pobre con cuatro hijos, y les lleva un quilo de arroz, la madre cuando lo recibe sale corriendo a compartir con la vecina y sus hijos aquel quilo, y se quedan medio quilo cada una.

Resulta extraño, ¿no?, ¡pero si tiene muy poco! ¡Pero si ella tiene cuatro hijos! Es verdad... pero los pobres al no tener el corazón endurecido por las riquezas comparten con naturalidad. No son indiferentes.

Yo he estado cuatro veces de misionero a Sudamérica, también lo he visto: los pobres son generosos, y lo son porqué no tienen el corazón endurecido por las riquezas. No son indiferentes.

De la indiferencia el papa Francisco habló en la última audiencia del miércoles: “¡Es triste! Cuando oigo que tantos cristianos en el mundo están sufriendo, ¿soy indiferente, o es como si sufriera uno de mi familia? Cuando pienso u oigo decir que muchos cristianos son perseguidos y hasta dan la vida por su fe, ¿esto toca mi corazón o no me llega? ¿Estoy abierto a aquel hermano o hermana de la familia que está dando su vida por Jesucristo? ¿Oramos los unos por los otros? Déjenme preguntarles, pero no respondan en voz alta, sino solo en el corazón: ¿cuántos de ustedes están orando por los cristianos que son perseguidos? ¿Cuántos? Cada uno responda en el corazón. ¿Rezo por aquel hermano, por aquella hermana que está en problemas, por confesar y defender su fe? ¡Lo importante es mirar más allá de su propio espacio, sentirse Iglesia, una sola familia de Dios!”

Hay mucha insensibilidad en nuestra vida, que nos impide compadecernos y actuar a favor de los necesitados. Pidamos al Señor que nos dé un corazón sensible, abierto a los demás, y un corazón valiente.

Porqué lo que nos pasa también es que tenemos miedo, miedo a hacer pasos por el camino de la generosidad y desprendimiento, nos da miedo cambiar cosas, pero Jesús siempre nos está llamando a cambiarlas...

Es Jesús, no Moisés ni los profetas, quien con mucha frecuencia nos advierte del peligro de las riquezas. Porqué ellas nos separan del pobre. Y la distancia que hemos puesto entre el pobre y nosotros es la misma que hay entre Dios y nosotros (esto es lo que nos dice el juicio final, Mt 25). El que se aparta del necesitado, se aparta de Dios.

Mirad las vidas de los santos… no encontraréis ninguno que se haya dedicado a acumular riquezas, sino más bien la preocupación es la contraria: ¿cómo puedo vivir más después, más pobremente,…? ¿De qué me puedo desprender mañana, el mes que viene...?

Nos decía la semana pasada Jordi Latorre en la Hoja Dominical, comentando el evangelio: “Amar en la tradición bíblica no es un sentimiento –esto es una novedad del romanticismo- sino un compromiso. Cuando la Biblia dice que Dios ama a su pueblo quiere decir que Dios se ha comprometido a favor de él. Amar Jesús y el prójimo quiere decir comprometerse a favor suyo con todas las fuerzas…”

Dejémonos interpelar por la Palabra, no tengamos miedo, y seamos capaces de mirar con amor y actuar con decisión a favor de los necesitados.







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