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CAMINEO.INFO.-




Domingo II Tiempo de Adviento: "No soy digno de desatarle las sandalias"

Sat, 03 Dec 2011 23:16:00
 

CAMINEO.INFO.- Hace unos días una persona que habla conmigo desde hace poco tiempo me explicaba que en su vivencia cristiana los tiempos litúrgicos tenían muy poca importancia y que él vivía su fe al margen de si ahora es adviento, cuaresma o pascua, y me acababa preguntando (y con esto mostraba una abertura muy conveniente): ¿para qué sirven los Tiempos Litúrgicos?

Yo en aquel momento le dije tres cosas, algunas ya me las habréis oído decir:

1. La espiritualidad de la Iglesia es litúrgica, hace falta que la nuestra también lo sea. Por tanto, si no vivimos al ritmo de la liturgia hemos de hacer un proceso, una evolución, ..
2. Los Tiempos litúrgicos nos llevan a prepararnos y vivir los misterios centrales de la vida de Jesucristo (nacimiento, pasión, muerte, resurrección, pentecostés).
3. Los Tiempos Litúrgicos, son muy pedagógicos porqué rompen la monotonía y traen novedades: en la decoración, en las ideas centrales, en las actitudes que nos pide, etc. Si todo el año fuera igual, tiempo ordinario, sería muy monótono.

En concreto el Tiempo de Adviento nos quiere preparar para vivir las tres venidas de Cristo:

Hoy la primera lectura y el evangelio hacen referencia a la primera venida de Jesús (la histórica) y la segunda lectura, la carta de San Pablo, se refiere a la segunda venida de Jesús, la Parusía. Y entre ambas recordemos que Cristo viene constantemente a nosotros como dice el prefacio III de adviento “en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo acojamos con fe”.

En la primera lectura se nos hace un anuncio muy propio del Tiempo de Adviento: ¡Dios viene!, ¡Dios se acerca! Y el profeta Isaías nos dice que esto comporta por parte nuestra una tarea: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios”. Alguna cosa tendremos que hacer...

Y al mensajero, y nosotros somos mensajeros, el profeta le dice: “alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá:”Aquí está vuestro Dios”. Dentro de unos días podremos coger el niño Jesús del pesebre y hacer este mismo anuncio y decir a los de casa: ¡Aquí tienes tu Dios!

El profeta continúa diciendo al mensajero, o sea nosotros, como llega este Dios: llega como un pastor: “que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”.

Expresiones, bellísimas, que nos exhortan a presentar un Dios que es amor, que es amigo del hombre, y no su enemigo... como dice tantas veces Benedicto XVI. Somos mensajeros, pero ¡nos cuesta llegar a serlo!

Seria muy bueno, parta llegar a serlo, que una expresión surja de nuestros labios: “Ven Señor Jesús”. Al despertarnos: “Ven Señor Jesús”. Al empezar el trabajo: “Ven…”. Ante nuestros actos egoístas y nuestro pecado: “Ven…”. Cuando nos cueste perdonar: “Ven…”. Al iniciar la oración: “Ven…”. Al prepararnos a vivir la eucaristía: “Ven Señor Jesús”.

Cada vez que con unción y esperanza pronunciamos estas palabras estamos abriendo un poco más nuestro corazón para que Jesucristo pueda venir a nosotros.

En la capilla del Centro de Catequesis hemos puesto un corazón muy grande y dentro del corazón un dibujo de un pesebre. Y decimos a los niños que durante el tiempo de adviento hemos de pedir a Jesús que nazca en el pesebre de nuestros corazones… La idea es de un Padre de la Iglesia….

En el evangelio contemplamos a Juan Bautista que habla del Mesías que ha de venir: “Detrás de mí viene el que puede más que yo.... Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo”.

Y para poder acoger al Mesías que viene, Juan Bautista pide que confiesen sus pecados, y que se hagan bautizar. De esta manera abren una ruta al Señor, le allanan el camino.

Juan Bautista hoy nos habla a nosotros. Y lo que proponía para acoger al Mesías hace 2.000 años, es válido también para nosotros hoy: ¡confesar los pecados!

Decía el papa Benedicto en una celebración penitencial: “Así pues, queridos amigos, preparémonos con un sincero examen de conciencia para presentarnos a aquellos a quienes Cristo ha encomendado el ministerio de la reconciliación. …. (…) Así experimentaremos la auténtica alegría: la que deriva de la misericordia de Dios, se derrama en nuestro corazón y nos reconcilia con él.”

Dios viene, Dios se acerca, ya está pero se quiere hacer más presente, que encuentre en nosotros un corazón limpio y anhelante de recibirlo.







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