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Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Sun, 29 Jun 2014 00:31:00
 

CAMINEO.INFO.-

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 12,1-11
SALMO 33
TIMOTEO 4, 6-8.17-18
MATEO 16,13-19


Acontece hoy domingo, la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, y como que estamos en el Tiempo Ordinario, podemos celebrar la Solemnidad en domingo. Si estuviéramos en el Tiempo Pascual, la tendríamos que pasar al lunes, porque los domingos de los Tiempos fuertes están blindados. Esto es para que nada no rompa el ritmo de la liturgia, y ello nos ilumina la importancia de la espiritualidad litúrgica.

Hoy es un día de agradecimiento por la fe que los apóstoles nos han transmitido. “Pedro fue el primero en confesar la fe”, “Pablo, el maestro insigne que la interpretó”, como dice el prefacio de hoy.

Nos hace falta agradecer el don de la fe, la fe es un don, es un regalo, es una gracia. No es un mérito nuestro, nosotros colaboramos, pero, es un regalo de Dios, que nos es necesario agradecer. ¿Cuándo fue la última vez que agradecimos el don de la fe? Este regalo sorprendente que se nos ha hecho...

Agradecer también el don de la perseverancia. Si estamos aquí es porque hemos recibido el don de perseverar, es preciso también, agradecerlo. Durante unos años formé parte de Christifideles laici, una parte de la reunión, consistía en rezar todos juntos ante el Sagrario, y hablar con Jesús en voz alta. Era muy enriquecedor... Recuerdo que una persona a la que yo admiraba mucho, siempre decía: “Gracias por el don de la perseverancia”. Yo que lo veía como un supercatólico, formadísimo, súper apóstol; y él siempre decía lo mismo... “...”. Agradecer el don de la fe, agradecer el don de la perseverancia.

Esta gratitud ha de llegar también a los que nos han transmitido la fe: los padres, los abuelos, los sacerdotes, los catequistas (el Papa habla, con una profunda actitud de agradecimiento, de la catequista que le hizo catequesis de primera comunión).

La fe de los apóstoles, la fe que Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, comunicaron, es una fe que da sentido a la existencia, que da esperanza, que ahuyenta el miedo a la muerte, que nos lleva a darnos a los demás, a amar a los enemigos (decía san Francisco de Sales "No saber mostrarse bueno con los malos es una prueba de que uno no es del todo bueno"). ¡Cuánto bien nos hace que se nos llame constantemente a amar a los enemigos! Una fe que suscita una experiencia cotidiana de Dios, un Dios que lo encontramos en lo cotidiano, ¡¡cómo no agradecer una fe así, un regalo así!!

El año pasado se abrió el proceso de beatificación de seis misioneras italianas, Hermanas de los pobres, que murieron en el Congo el año 1995 per el virus del ébola, al no querer abandonar a la población, que estaba privada de asistencia sanitaria. Allí se quedaron, con los pobres enfermos, en los que veían al mismo Cristo. Sabiendo que para una enfermera, el riesgo de contagio era altísimo. ¡¡Qué gestos tan bonitos genera la fe!!

Pero, es que esto ya pasaba en los inicios: Pedro y Pablo se lo creyeron de verdad, la profesión de fe de Pedro, la más importante del evangelio, “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, entró en sus vida como una realidad, cambió sus vida, les llevó donde nunca habrían pensado que irían, les llevó a hacer cosas que nunca habrían pensado que harían, y acabaron con el martirio, que quiere decir “testimonio hasta dar la vida”.

Pero, no les fue fácil llegar hasta aquí. En los dos detectamos, unos signos que apuntan hacia una considerable indocilidad a los planes de Dios. Pongo sólo un ejemplo de cada uno: Pedro, ante el anuncio de Jesús, de lo que había de pasar en Jerusalén mira de negar lo que Jesús anuncia y Jesús le dirá: “Retírate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.” Indocilidad a los planes de Dios.

Y el caso de Pablo, aún más clamoroso, perseguidor de la Iglesia naciente, presenciando el martirio de Esteban, hasta que Jesucristo se le aparece y le dice: “Saulo, Saulo, por qué me persigues”.

Las dos columnas de la Iglesia tuvieron que hacer un gran esfuerzo de docilidad: de apartar sus planes, sus ideas, para que pudieran entrar las de Dios. ¡¡Tarea que hemos de hacer todos!! Jesús dice a Pedro: “Cuando eras joven, tú te ceñías e ibas adonde querías; cuando envejezcas, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Y Pablo nos dice en la segunda lectura “He combatido bien mi combate...”. Es el combate que todos tenemos: “hacer la nuestra versus hacer la suya”, “hacer nuestra voluntad versus hacer la voluntad de Dios”.

Decía el Papa Francisco en una homilía de diario: “Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: “Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme”. ¡¡Esto es un trabajo a hacer…!! ¡¡Constante!!

Y es en lo cotidiano, en el día a día, donde nos jugamos la fe, la docilidad de la fe. Donde decimos sí a Dios o no a Dios. Dios nos habla suavemente durante el día (podrías hacer tal o cual...), y nosotros optamos. Cada día hacemos pequeñas opciones y mostramos nuestra docilidad o indocilidad.

Que nuestra fe cambie nuestra vida, como lo hizo en la vida de San Pedro y San Pablo.







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