La transmisión de la fe y la clase de religión

CAMINEO.INFO.- La primera semana de febrero comienza el periodo de preinscripción en los centros escolares. Es, por tanto, el momento en el cual los padres que quieran que sus hijos reciban clase de religión tienen que pedirlo al centro respectivo. La cuestión de pedirlo o no tiene tanta trascendencia que no se puede hablar de gustos, meras opiniones o aficiones, sino de convicciones profundas.

Decimos que hay que pedir, pero lo más correcto sería decir que “se ha de exigir”. El sistema legal vigente permite esta exigencia, pero, además, el derecho de educación de los padres sobre los hijos es irrenunciable y anterior a cualquier ley que venga del Estado, del Gobierno estatal o autonómico, o instancia política. Y si hablamos de “derecho de los padres”, a la vez tenemos que hablar de obligación, es decir, de obligación de los padres a ejercer este derecho.

¿Podemos pensar que la clase de religión en la escuela es indiferente o que incluso hay que suprimirla? Esta manera de pensar puede obedecer, bien a una determinada carga ideológica, bien a un desconocimiento de lo que es verdaderamente la clase de religión, o bien, tal vez, a la ignorancia de la realidad educativa. La escuela no es un lugar donde se transmiten una serie de conocimientos puros, “asépticos”, indiferentes, sino que constituye un medio educativo, pretende formar personas e integrarlas en el mundo cultural y social propio. De hecho, no existe ningún centro escolar, ni sistema, ni profesor, ni asignatura, que no transmita una determinada idea de persona humana, de vida o de mundo. Este hecho indiscutible quiere decir que los padres, al enviar el hijo a un centro escolar, están dejando en manos de los profesores y del sistema educativo gran parte de la transmisión de la idea de persona humana, de vida y de mundo, que recibe su hijo. He aquí la trascendencia de la inscripción del hijo a un determinado centro escolar.

¿Qué tiene que ver aquí la religión? La religión, al menos la religión cristiana, no es una curiosidad o una afición más, sino que se ocupa de los fundamentos de la vida, del valor y el sentido de las cosas. La religión cristiana da fundamento a lo más esencial: la persona humana, su estructura y su dignidad, la convivencia, el trabajo, la sociedad, la naturaleza, el sufrimiento y la muerte, la libertad, la belleza y la felicidad... Sobre este fundamento se ha construido el mejor humanismo de nuestra cultura.
Por tanto, la clase de religión cristiana tiene como finalidad propia enseñar este fundamento. No pretende dar catequesis, ni hacer proselitismo. La familia y la parroquia ya se encargarán de facilitar la fe y la vivencia del Evangelio.

- No te fíes de quien dice que en el centro escolar no se da religión porque no se quiere adoctrinar. Es una trampa: él mismo adoctrina sin decirlo.

- Apuntar el hijo a la clase de religión es facilitar que conozca los fundamentos de lo que constituye los valores fundamentales de nuestra manera de vivir.

- No es suficiente conocer la religión cristiana. Tal vez vendrá el día en que el hijo la haga suya y, viviéndola, él mismo edifique desde ella cultura y sociedad. Pero nadie puede asimilar lo que no ha conocido...

Alrededor de nuestros hijos hay muchos “educadores”: la televisión, el ambiente, los anuncios, la escuela, las instituciones políticas, los medios de comunicación, los “gurús” de la cultura y la moda... Pero los primeros son los padres: todo cuanto ellos no hagan lo harán los otros.