Nos repetimos unos a otros la
frase: Feliz Año Nuevo y el año puede
ser nuevo pero nuestras actitudes pueden seguir siendo viejas, las mismas que
ya teníamos en el 2018 y anteriores. La única novedad es el cambio del último
dígito.
Seguramente podemos haber pensado
en hacer algún propósito: el año que
viene voy a… Pasados unos días ya habremos olvidado el propósito y
seguiremos nuestra vida como siempre: creyendo lo que nos cuentan unos y otros,
pero sin someter las ideas que utilizamos a un juicio de nuestra propia razón
para decidir si lo que dicen es verdadero o falso, justo o injusto, posible o
imposible.
La vieja virtud de la prudencia, de la que ya se ocuparon los
griegos, la consideraron imprescindible juntamente con la justicia, la fortaleza y
la templanza para adquirir la
excelencia como personas.
Como tantos otros valores, estas
virtudes las tenemos, quizás, olvidadas,
pues creemos que sabemos de todo y no necesitamos someter a nuestra razón al
arduo trabajo de pensar, de meditar, de reflexionar sobre la realidad que se
nos ofrece.
Por desgracia hay otros que piensan por nosotros y saben llevarnos a donde quieren, ya se
trate de votar, de consumir o de orientar nuestra propia vida, nuestra
sexualidad y hasta si somos hombres y mujeres o si somos… otra cosa.
Reflexionar sobre la justicia o
injusticia de nuestras propias acciones y de las que tratan de imponernos es
imprescindible. Solo sentimos de verdad, el dolor de la injusticia cuando nos
afecta personalmente, sin posibilidad de eximirnos.
Pero nos presentan cada día
injusticias frente a las cuales solo buscan nuestra reacción, nuestra condena a
quienes nos dicen que son culpables de las mismas para que los odiemos, los
denunciemos y nos sintamos con buena
conciencia. Los jueces tardarán años en dictar su fallo, pero por nuestra parte
ya están juzgados y condenados.
La virtud de la fortaleza, salvo que se trate de
fortaleza física, no tiene muchos seguidores. Pero necesitamos ser fuertes para
mantener nuestros propósitos, ser fuertes para cumplir nuestras promesas, ser
fuertes para ser fieles a la palabra dada, ser fuertes para resistir las
tentaciones de quedarnos con lo ajeno, ser fuertes para rechazar el hedonismo y
los placeres destructivos (pornografía. sexo, alcohol, drogas, juego,
aberraciones, etc.)
La virtud de la fortaleza va
unida siempre a la de la templanza. No
podemos ser fuertes si no tenemos templanza, no podemos tener templanza si no
somos fuertes y esto es una tarea diaria que podemos empezar este año pero
no funcionará si no revisamos nuestra vida constantemente.
Nuestra vida es el negocio más
importante que tenemos entre manos. Lo mismo que buscamos la ayuda de un
dietista para perder peso, quizás necesitemos
ayuda para mantener el compromiso de utilizar siempre nuestra razón sin
dejarnos manipular, para distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de la
injusto, lo que nos construye como verdaderas personas libres, de lo que nos
hunde en la mediocridad.
Año nuevo e ímpetus nuevos para
vivir en plenitud.