El P. Rupnik trata en esta obra de evangelización y educación, exponiendo la orientación fundamental de su trabajo artístico. Es una propuesta de educación cristiana, nutrida principalmente del Oriente cristiano y de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Acierta a situarse en el hoy y trazar caminos para superar las graves dificultades que padecemos en la Iglesia para dar a Dios la última palabra sobre nuestra vida, para dejarnos vivificar por su gracia. Teología, seguimiento de Cristo, arte litúrgico, se unen en una síntesis sencilla que señala el camino de la fe.
«El arte de la vida» trata de la cotidianeidad de la experiencia cristiana de lo bello, que es siempre una experiencia del don de Dios en su Hijo y su Espíritu.
En el primer capítulo, notablemente más largo que los demás, el autor nos da una visión general de la educación cristiana y sus dificultades, en el mundo de hoy y, sobre todo, en nuestra vida eclesial. El lugar originario de esta educación es la liturgia, en cuyo espacio nosotros superamos de algún modo nuestra condición. El hombre moderno está convencido de que la fe es una cuestión de ideas, de filosofía, un problema de teorías sobre el hombre, sobre la historia... Si se sigue por este camino, es muy difícil –por no decir imposible- ver cómo la cuestión central es la un Dios viviente en tres Personas, y la de nuestra participación en su vida, que es amor eterno, porque no es el hombre el que se hace Dios con su inmenso esfuerzo de pensamiento, sino que es Dios el que se ha hecho hombre.
En su diagnóstico sobre el estado del espíritu de nuestra época, el autor está más preocupado por la situación dentro de la Iglesia que fuera de ella, porque hacemos todo igual que el mundo y según el mundo y además le ponemos un manto religioso. De este modo ridiculizamos la fe y en lugar de manifestar su papel central semejante al del corazón, la reducimos a una realidad de hechos y estados de ánimo individuales, de estados psíquicos, o a un conjunto de valores proclamados; en definitiva, al ejercicio de una influencia en la cultura. De hecho, estamos ya habituados a pensar en la religión como un factor social, de cohesión, útil para promover los valores.