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Era monaguillo y quería ser como el cura de mi pueblo, Deza. Desde entonces he sido feliz

Fri, 17 Aug 2018 23:03:00
 
Dehonianos

El p. Florencio Alejandre Ortega, scj, celebra sus 50 años de Profesión Religiosa. Natural de Deza (Soria), ahora está en la Comunidad de Valencia, y cerca de cumplir 70 años recuerda cómo ha vivido su trayectoria, además de animar a la gente a ser sacerdotes.

– ¿Qué recuerda antes de la celebración jubilar?

– Se recuerdan todos los acontecimientos que han pasado a lo largo de tantos años. Ingresé en el Seminario de Puente la Reina en septiembre de 1959, hace más de 50 años y recuerdo las casas por las que he ido pasando, las personas con las que he tenido relación… a nivel congregacional, de la vida y de la iglesia. Desde el primer momento hasta ahora he sido y soy feliz.

He visto que los acontecimientos humanamente negativos en mi vida, de fracasos o de soledad y problemas, al cabo del tiempo, todos se han convertido en momentos de más felicidad, de más alegría, de más confianza en el Señor. Y lo último, que ha sido este año cuando me detectan el cáncer, el primer golpe es de sorpresa, de cierto acongojamiento, pero le doy también gracias a Dios porque en medio de esta debilidad y soledad interior que uno siente, se nota más la presencia del Señor. He notado que es un motivo para dar gracias a Dios por este momento y todos los de mi vida. Este es el minuto 90 de mi vida, espero que con una prórroga bastante grande, pues le doy gracias a Dios por todo esto porque me da paz, estoy contento y me siento feliz dentro de la Congregación.

– ¿Qué momentos le han dado  tanta satisfacción personal?

– Han sido muchos momentos; por ejemplo mi estancia en el colegio Fray Luis de León de Madrid, donde mi relación con los alumnos y padres, fue muy cordial. Allí me dediqué en cuerpo y alma quizá a algo que, como religioso, uno lo puede ver con cierta duda, al dedicarme a llevar el deporte del colegio. Me lo pasé bien. Luego hice un grupo de scouts, cuando decían que era casi imposible porque estábamos en el centro de Madrid y es un grupo maravilloso que funciona después de más de 30 años.

Otro momento importante en mi vida fue cuando fui a Venezuela, donde pasé tres años. Parecía que iba a arreglar el mundo, me sentí contento por conocer esa realidad de la Iglesia, de la congregación.

Y luego recuerdo el año en Luanda (Angola), a través del camino Neocatecumenal. La Congregación siempre me ha dado libertad, me ha respetado, me he sentido querido en la misión que tenía, e ir a otra cultura, con otra gente al margen de la Congregación pero con el permiso de ella, me llevó a vivir una realidad muy enriquecedora aunque solo fuera un año. Experimenté la enfermedad, la soledad, porque a los pocos meses cogí la malaria, que es más lo que asusta que la propia realidad de la enfermedad. No sabían si iba a reaccionar bien pero lo hice con tranquilidad y lo sacamos para adelante. Allí no había medios económicos, no tenía dinero para ir al médico, pero ves la grandeza de los pobres, la cercanía de ellos… Hubo uno de una comunidad que me dio 50 dólares, cuando casi nadie se atreve a visitar a una persona que tiene la malaria porque lo más probable es que los mosquitos anden alrededor y le pueden contagiar. Y es una maravilla compartir con los pobres, es algo que no sé explicar, es un tipo de relación de más profundidad, de más paz, de más serenidad.

Allí algún día me metía en sitios de conflicto, vives momentos en los que sientes una fuerza interior que no te da ningún miedo, al revés, todo lo contrario. Ellos piensan que el blanco, el europeo, todo lo consigue… pero equivocadamente.

Estos son los momentos centrales, pero he estado contento en todos los sitios en los que he estado; en Salamanca, Novelda, Málaga, Alba de Tormes, Puente… y ahora en Valencia. Aunque nada más llegar me detectaron el cáncer, el Señor me ayuda a llevarlo con humildad y sencillez.

– ¿Cuándo surgió su vocación religiosa?

– Soy natural de un pueblo pequeño de la provincia de Soria, Deza, y había un cura joven que era muy alegre, se relacionaba con la gente, visitaba a las familias, hablaba con todo el mundo, y yo era monaguillo. A mí me gustaba esa actividad, el rosario a las 5 de la mañana, estaba el primero, ayudaba a misa… me sentía feliz. Y a los 12 años dije que quería ser cura, pero en medio de la nebulosa, claro. Uno no sabe a esa edad dónde se metía, pero quería ser como ese cura. Lo vivía, mi vida era la Iglesia, jugar, y aterrizaron por allí los Padres Reparadores buscando vocaciones, y a otro y a mí, como el cura sabía de mi inquietud, me llamó, me hicieron un pequeño examen y me fui a Puente la Reina.

Allí me llevó mi hermano mayor, y deshaciendo la maleta me eché a llorar. Entonces me dijo mi hermano: “si quieres nos volvemos a casa”. Y le respondí: “no, no. Me quedo”. Y así empezó todo.

– ¿Cómo animaría a la gente joven a que sigan su camino?

– He estado casi siempre en relación con los jóvenes, desde hace más de 20 años estoy en el camino Neocatecumenal. Especialmente en Málaga tuve relación con jóvenes prácticamente a diario, y lo único que puedo hacer es dar testimonio de mi vida. Y aconsejarles que en la elección de su vocación no descarten ser sacerdotes, ser presbíteros, entrar en una Congregación y estar dentro de la Iglesia. A mí me ha dado la felicidad, a mis 69 años sigo siendo feliz, no tengo otros argumentos porque luego es el Señor quien lleva la historia, y creo que nuestra vida es una oferta, un regalo que hemos recibido, y yo que lo he recibido gratis se lo ofrezco gratis a quien quiera. Por eso en este momento me siento contento al ver a jóvenes que conozco que entran en el seminario. Luego la vida del matrimonio también es una vocación importante y la clave de todo, tanto de mi modo de ver el matrimonio como del religioso, es Jesucristo.

Jesucristo es la clave y el centro de la vida, y luego uno la misión la va cumpliendo y el Señor permite momentos de desierto. Lo pienso mucho y no sé hacer más, pero hay escasez de vocaciones, llevamos bastantes años que no entra nadie. Este desierto nos sirve para descubrir nuestra pobreza, en mis manos está hacer lo que pueda hacer, pero el que llama, el que trae, el que saca… es Jesucristo.

– ¿De quién se acuerda en estos momentos?

– Especialmente, de mi familia, de todos, de mis padres y mis hermanos.Bastante hicieron permitiéndome salir de casa cuando en ese momento una ayuda para casa trabajando en la agricultura era imprescindible, mis padres fueron generosos diciéndome que me marchara. Y en la Congregación son tantos a los que estoy agradecido, que personalizar en alguien sería injusto.

El pasado 5 de Agosto, paso a brazos del Padre. Descanse en Paz









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