Portada
Vaticano
Realidades Eclesiales
Iglesia en España
Iglesia en América
Iglesia resto del mundo
Cultura
Sociedad

·Homilia Dominical
·Hablan los Obispos
·Fe y Razón
·Reflexion en libertad
·Colaboraciones



 
 

 

 

 

 
Mar 2024
MoTuWeThFrSaSu
        1 2 3
4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17
18 19 20 21 22 23 24
25 26 27 28 29 30 31

   


www
Portada:: Realidades eclesiales:: Camino Neocatecumenal:: ¿Quien es el Padre Farnés?

5 / 5 (35 Votos)




¿Quien es el Padre Farnés?

Sat, 25 Mar 2017 13:45:00
 
Eucaristía en el Camino Neocatecumenal BLOG

El Camino Neocatecumenal no podría haber nacido ni se podría haber desarrollado sin uno de sus tres fundamentos: La liturgia. Para muchos es desconocido sin embargo cómo los iniciadores del Camino, Kiko Argüello y Carmen Hernández, después de la experiencia en las barracas de Madrid, entraron en contacto con toda la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II que se estaba produciendo en aquellos mismos años. No en vano ‘La renovación litúrgica es el fruto más visible de la obra conciliar’ como habían aseverado y constatado los obispos del mundo al concluir el Sínodo de 1985, dedicado a la evaluación de los primeros veinte años de aplicación de las orientaciones y directrices del Vaticano II, y esa renovación coincidió con una experiencia comunitaria que traspasó las fronteras periféricas de un suburbio para implantarse en miles de parroquias de todo el mundo.

La cuestión litúrgica dentro del Camino, sobretodo la Eucarística, ha sido y es posiblemente una de las más criticadas en todos sus planteamientos: pastoral, eclesiológico, doctrinal, catequético... Las primeras comunidades nacidas en Madrid y Roma en las postrimerías del Concilio, celebraban la Eucaristía de una manera muy particular: celebraciones el sábado por la noche, en pequeñas comunidades, fuera de las grandes asambleas de la parroquia, con la participación de los fieles mediante moniciones, ecos, preces… con una disposición del espacio de una manera novedosa, con el altar en el centro, comulgando con las dos especies, con pan ácimo, desde el mismo sitio, adelanto del saludo antes de la paz… Muchas de esas prácticas, con el paso de los años y el crecimiento y expansión del Camino, habían sido consideradas por lo más críticos, fruto del desconocimiento o el pre-juicio, como invenciones e innovaciones propias del capricho de unos laicos que actuaban como pseudo-liturgistas y que, amparados por el ‘caos’ Conciliar en esta materia, se habían aprovechado para introducir a su libre arbitrio elementos inventados en la liturgia, algunos de cariz protestante, otros aparentemente judaizantes, y que, en su parecer, atentaban contra la tradición y el Magisterio. 

El P. Farnés saludando al Papa Benedicto XVI en una Audiencia con el Camino Neocatecumenal.


A pesar de los años transcurridos desde el nacimiento de las primeras comunidades y de todo el estudio con las subsiguientes aprobaciones realizado en más de 40 años por la Santa Sede a través de las Congregaciones pertinentes, todavía existen fieles, sacerdotes, incluso Obispos que dudan de la validez de tales celebraciones, y que siguen creyendo que Kiko y Carmen no son más que los inventores de un ‘rito neocatecumenal’ de tintes judío-protestantes, que nada tienen que ver con la liturgia católica. Nada más lejos de la realidad. Tales juicios deben ser sostenidos únicamente por un profundo desconocimiento de la amplitud de la liturgia de la Iglesia en lo que respecta a su historia y prácticas milenarias, así como el fondo y la forma de la renovación Conciliar, y el modo y sentido de las celebraciones en el Camino con el seguimiento pastoral y paternal de la Iglesia durante más de cuarenta años. La celebración Eucarística de las comunidades neocatecumenales no entra dentro de lo que podría considerarse un rito, dado que siguen las rúbricas propias del Misal Romano, pero incorporan una serie de prácticas permitidas por una serie de motivos que deben ser esclarecidos y desarrollados. Esas diferencias respecto al Rito Romano aprobado en el Novus Ordo de Pablo VI, no son fruto de una improvisación, ni tienen su origen en planteamientos alternativos o peregrinos, inventados de manera artificial, con la intencionalidad de querer ser diferentes respecto al resto o querer introducir prácticas abusivas en base a conceptos teológicos erróneos. El Camino es un itinerario de fe católico como decía San Juan Pablo II surgido para la nueva evangelización, planteado fundamentalmente para alejados, bautizados no practicantes, personas con poca o sin ninguna formación cristiana y hasta ateos o agnósticos, que deben ser introducidos de manera paulatina y progresiva en los Sagrados Misterios, a través de signos, símbolos y gestos que le ayuden a comprender poco a poco la grandeza de la fe que se centraliza y tiene su mayor expresión en el Sacramento Eucarístico. 

El deseo de renovar la liturgia para acercarla a los fieles con la intención de que vivieran más intensamente el misterio pascual de nuestro Señor Jesucristo no fue una decisión improvisada del Camino, sino que era, como lo recordaba San Juan Pablo II en su Carta Encíclica ‘Ecclesia de Eucharistia’ una de las bases para el nacimiento y desarrollo de la Iglesia: ‘Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial’ (EE nº 3). Por tanto, para desarrollar una eficaz iniciación cristiana era absolutamente necesario partir de la base de que sin una renovación litúrgica que permitiera a los iniciados no solo conocer el misterio, sino vivirlo, era imposible que se llevara a cabo.

El movimiento litúrgico había aparecido con fuerza en Europa varias décadas antes, siendo un Papa, San Pío X, uno de sus principales baluartes. Este Papa sentó las bases para renovar la vida litúrgica de la Iglesia e inició, con fuerza y eficacia, la restauración del verdadero sentido del Año Litúrgico por medio sobre todo de la bula ‘Divino Afflatu’, de 1 de noviembre de 1911, que encabeza desde su pontificado las ediciones del Misal y del Breviario. Fue él quien restauró la comunión frecuente, o dicho de otra manera, quien propició la participación plena en la liturgia eucarística (antes de San Pío X eran poquísimos los fieles que comulgaban, y menos aún los que comulgaban dentro de la misa). Fue él quien admitió también de nuevo a los niños en la Mesa eucarística, como subrayando la centralidad de la economía de la salvación que opera a través de la liturgia de los sacramentos. El Papa Pío XII dio también nuevos impulsos a la restauración de un más auténtico sentido del Año Cristiano, del que no puede olvidarse la renovación de la Vigilia Pascual (1951) y, algo más tarde, de toda la Semana Santa (1955). Con estos antecedentes llegará el Papa San Juan XXIII y convocará el Concilio.

El Vaticano II supuso un real cambio en los enfoques del Año Cristiano, aunque quizá sería más exacto decir que el Concilio, y luego la reforma litúrgica, han culminado la restauración del Año Cristiano que había iniciado primero tímidamente el Movimiento litúrgico, luego con fuerza siempre progresiva las intervenciones de los Papas y, finalmente, el Vaticano II y la Reforma litúrgica que llevó a término los votos del Concilio.

Es destacable el hecho de que la primera palabra oficial del Concilio Vaticano II se refiera a la liturgia y a su necesaria reforma: la constitución Sacrosanctum Concilium, promulgada el 4 diciembre de 1963. En ella la liturgia es presentada ante el mundo como la expresión privilegiada de una Iglesia que busca "acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso (este sacrosanto Concilio) cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia" (S.C nº 1)

Kiko Argüello con el P. Farnés en la Inauguración de la Corona Mistérica de la Catedral de la Almudena de Madrid

En esta concepción eclesiológica, la liturgia tiene un rol decisivo en el despliegue del misterio de la Iglesia ad intra, para "los que están dentro para ser templo santo en el Señor y morada de Dios en el Espíritu (cf. Ef 2, 21s)", pero también ad extra, para la misión en el mundo, por cuanto ella presenta a la Iglesia "a los que están afuera, como signo levantado en medio de las naciones (cf. Is 11, 12), para que debajo de él se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos (Jn 11, 52), hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10, 16)"

Ahora bien, precisamente por eso, y para que esta acción salvífica divina que acontece en la liturgia pueda experimentarse verdaderamente y en toda su eficacia, se requiere algo también activo de parte del sujeto creyente: "que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano (...) los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no solo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente (scienter, actuose et fructuose) (SC nº 11)

Esta participación activa no se debía interpretar en sentido que los laicos debían estar más presentes en las distintas partes de la Misa, sino que la acción divina debía ser acogida por ellos de manera consciente y activa. Al principio de la necesaria "participación" de los fieles en la liturgia se suma así, inseparablemente, el principio de la necesaria conciencia o comprensión de lo que acontece en ella, dentro de su índole misteriosa.

En este ambiente de renovación, restauración, estudio, exégesis… aparecerán numerosos estudiosos que serán determinantes en estos años para renovar la liturgia sin romper con la tradición milenaria de la Iglesia, algunos de los cuales tendrán al mismo tiempo una influencia directa y determinante sobre la génesis litúrgica del Camino Neocatecumenal y el desarrollo de una arquitectura y estética en las parroquias para la vida de las comunidades. 

Entre todos hay una figura que destaca especialmente, como recordaba el mismo Kiko Argüello en su intervención en la inauguración del curso académico en el Seminario Conciliar de Barcelona en 2003, un año después de la aprobación ad experimentum de los Estatutos: ‘cómo Dios ha construido con Carmen, con el Padre Farnés, conmigo, con muchos de vosotros, y con todas las comunidades que han empezado, ha construido estos Estatutos, que hoy el Papa los presenta a toda la Iglesia’. ¿Pero quién es en realidad el Padre Farnés, al que Kiko Argüello considera parte esencial en la gestación del Camino Neocatecumenal? 

Pedro Farnés Scherer nace en Barcelona, España, un 16 de agosto del año 1925. España era en aquel momento un país con graves incertidumbres políticas, sociales y económicas, además de religiosas, que desembocarán una década después en la guerra civil española, donde habrá una persecución religiosa en que serán asesinados miles de sacerdotes, consagrados, Obispos, monjas y fieles laicos. 

Acabada la guerra en el 1939, pocos años después, en 1943 decide entrar en el Seminario Conciliar de Barcelona para realizar sus estudios eclesiásticos de filosofía y teología, hasta el año 1950, cuando es ordenado presbítero el 19 de marzo, día de San José. Nada más ordenarse será destinado como vicario a una parroquia del pueblo de Sant Just Desvern, a las afueras de la ciudad, aunque el año 1953 vuelve a Barcelona como vicario de la parroquia de la Purísima Concepción. En 1955 será nombrado párroco de Montferri, en Tarragona.

Desde su etapa en el Seminario el P. Farnés tendrá una predilección por la liturgia. No en vano Cataluña había sido un centro importante dentro del movimiento litúrgico, que había comenzado en España con fuertes influencias de la abadía benedictina de Solesmes, cuyos monjes restauraron la abadía de Santo Domingo de Silos, y donde estaba el P. Gregorí Suñol, futuro abad titular de Santa Cecilia de Montserrat, una centenaria abadía Benedictina en Cataluña. Fue precisamente en Montserrat donde tuvo lugar el primer período del movimiento litúrgico español, con la celebración del Congreso litúrgico de Montserrat en 1915. A través de la restauración del canto gregoriano tuvo lugar también la renovación de la vida litúrgica. Por este hecho podemos definir el movimiento litúrgico español como un movimiento de renovación litúrgico-musical. A la restauración del canto gregoriano correspondía un nuevo espíritu litúrgico, que se fue introduciendo en la iglesia española en aquellos primeros años del siglo XX.

En la labor difusora del nuevo espíritu litúrgico influyó de un modo decisivo la vida litúrgica de las abadías. A través de la liturgia vivida se expandió el espíritu de renovación al resto de la Iglesia. Esta labor fue más fácil en Montserrat, pues era el centro espiritual de Cataluña, y la vida religiosa de toda la región se movía al ritmo de la vida espiritual de la abadía. También fue en aquellas fechas cuando empezó a publicarse la revista litúrgica ‘Vida Cristiana’, con notoria influencia litúrgica de este monasterio de Montserrat. Algunos miembros del mismo participaron posteriormente de manera activa en las comisiones del Consilium postconciliar.


Celebración de la Eucaristía con 250 Obispos de América en la convivencia de Nueva York en 1997, donde asistió el P. Farnés

Además en Europa por aquellas mismas fechas aparece otro centro importante para el movimiento litúrgico: Paris. 

En 1943 había surgido el Centro de Pastoral Litúrgica de Paris que fue decisivo para encauzar y contribuir a promover el movimiento litúrgico europeo. Al mismo tiempo Le Saulchoir, el gran laboratorio dominico de investigación en ciencias religiosas y de búsqueda de respuestas adecuadas a los signos de los tiempos, vivía su momento más brillante e influyente. 

En este contexto aparece una de las que serán las figuras más importantes de la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II, el P. Bernard Botte (1883-1980) monje francés de Mont César y que será el primer director del Instituto Superior de Liturgia de Paris, de 1956 a 1964. El P. Botte había sido uno de los exégetas con mayor prestigio en lo referente a la historia de la liturgia, y que más había estudiado la Traditio de S. Hipolito donde se describe uno de los métodos catecumenales de las primeras comunidades cristianas. En su escrito sobre el movimiento litúrgico ‘Le mouvement Liturgique: Témoignage et souvenirs’ (1973) Don Botte ofrece un testimonio personal sobre la práctica litúrgica al comienzo del siglo XX y los motivos del movimiento que desembocaron en la reforma Conciliar: "Para comprender un movimiento hace falta conocer su punto de partid. ¿Cuál era la práctica litúrgica al comienzo del siglo XX? Los jóvenes de hoy, evidentemente, no pueden imaginárselo. Pero los menos jóvenes —los que llegan a la cincuentena —se equivocarían refiriéndose a sus recuerdos de la infancia, porque en veinte años muchas cosas han cambiado (…) La misa la celebraba un viejo Padre, más o menos afónico; incluso en las primeras filas apenas se escuchaba un murmullo. Nos levantábamos para el Evangelio, pero lo que significase este evangelio nadie sabía explicárnoslo. No se sabía tampoco qué santo se festejaba o por qué difunto se celebraba la Misa de negro. El misal para los fieles no existía. Era posible sumergirse en cualquier libro de oración. Pero de vez en cuando salíamos de nuestro sueño recitando en voz alta unos cuantos misterios del rosario o cantando unos versos en latín o un canto en francés. El único momento en el cual se oraba con el cura era después de la Misa, cuando el celebrante, de rodillas al pie del altar, recitaba las tres avemarías con el Salve Regina y otras oraciones prescritas por León XIII. No se comulgaba en esta misa. Realmente, en aquel tiempo, nadie veía ninguna relación entre la misa y la comunión. La comunión se podía recibir antes de la misa, después de la misa o a mitad de la misa, pero nunca en el momento previsto por la liturgia. Era cuestión de horario: se daba la comunión cada cuarto de hora. Cuando empezaba la misa, se podía tener la certeza de ver, después de un cuarto de hora, a un cura con alba salir de la sacristía, apresurarse al altar e interrumpir al celebrante para sacar un ciborio del tabernáculo. El celebrante podía entonces continuar la Misa hasta el momento en el cual se interrumpía de nuevo para regresar del ciborio al tabernáculo. Se aconsejaba comulgar antes de la misa y ofrecer la Misa la acción de gracias. Eso nos puede extrañar, pero hay que tener en cuenta las ideas de la época. La misa ya no era la oración de la comunidad cristiana. El Clero se encargaba enteramente de la misa. Los fieles sólo podían participar desde lejos y entonces se dedicaban a las devociones personales. La comunión aparecía como una devoción privada sin relación especial con la misa".

El mismo año que se creaba el Instituto Superior de Liturgia de Paris tuvo lugar en Asís el famoso Congreso de Pastoral Litúrgica al que asistieron de Cataluña los Obispos Jubany, Masnou, Pont i Gol y los presbíteros Pedro Farnés y Pedro Tena (que más tarde sería Obispo auxiliar de Barcelona) y algunos seglares. Aquel mismo año de 1956 se organizó en Barcelona, presidido por el Obispo Mons. Modrego, un Congreso litúrgico diocesano, donde se pidió elaborar un ‘Directorio sobre la Misa’ y la creación de un Secretariado litúrgico diocesano. Fue el P. Farnés uno de los cinco encargados de la comisión para la elaboración del mismo. Poco después, en 1958, se pidió al Obispo crear el denominado ‘Centro de Pastoral Litúrgica’, a imagen del de París, que comenzó pocos meses antes del inicio del Concilio, y en cuyo consejo estuvo también el P. Farnés, del que además de miembro llegará a ser en varios periodos subdirector y presidente.

En este ambiente de estudio y exégesis litúrgica el P. Farnés decide, tras Licenciarse en Teología en la Facultad de Sto. Tomas de Aquino Angelicum de Roma en 1959, ampliar su formación e ir a estudiar liturgia al Instituto Superior de Liturgia de París, que era en aquel momento el más importante de todo el mundo. 

En aquel mismo año de 1959 el P. Farnés se dirige a Francia no sin antes visitar al único alumno español que estudiaba en aquel Instituto recién inaugurado. Así lo recuerda y describe Juan Antonio Gracia, que fuera compañero suyo: ‘Conocí a Farnés allá por el año 1958. Vino a visitarme a mi casa de Zaragoza para interesarse por el Instituto Superior de Liturgia de París, inaugurado dos años antes y del que yo era entonces el único alumno español (…) Cuando Farnés llegó a las orillas del Sena, París era un emporio de cultura teológica y litúrgica, y un hervidero de experiencias evangelizadoras’.

El Instituto tenía entonces una nómina de profesores sobrecogedora, con Don Botte a la cabeza, Bouyer, Danielou, Martimort, Jounel, Chavasse, Vogel, que serán los grandes maestros determinantes en la orientación hodierna de la Liturgia, y que tuvieron una participación intensa en la preparación y desarrollo del Concilio Vaticano II, desempeñando un papel preponderante en la reforma Conciliar. 

En París recibirá clases entre otros del mismo fundador P. Botte, que tendrá como experto un papel preeminente durante toda la renovación litúrgica, tal como lo recuerda el P. Piero Marini, que participó en las sesiones de la reforma litúrgica como seminarista y que su camino litúrgico le llevó a ser el responsable de las celebraciones del Papa San Juan Pablo II durante su pontificado y parte del de Benedicto XVI, en su libro de memorias ‘Maestro de las celebraciones pontificias’ (colección "Liturgia Fovenda" - coeditado con Ediciones STJ 2010): ‘Cuando los Obispos y cardenales planteaban cuestiones al padre Botte, respondía como un profesor a sus alumnos’. 



Dom Botte nos explicaba en su libro anteriormente citado "Le mouvement liturgique" (p. 156) la organización del Consilium: ‘El Consilium estaba constituido por dos grupos diferentes. Había en primer lugar una cuarentena de miembros propiamente dichos -la mayoría cardenales u obispos- que tenían voz deliberativa. Luego estaba el grupo de los consultores, encargado de preparar el trabajo. Allí estaban Mons. Wagner y Bugnini, y el Padre Adalbert Franquesa, monje montserratino. Varios expertos estaban agrupados y trabajaban juntos bajo la dirección de un relator’. Dom Botte fue el encargado de la revisión del primer tomo del Pontifical, y a él le debemos, en gran parte por lo menos, la desaparición de la Prima Tonsura y las Ordenes Menores así como el nuevo Ritual de las Ordenaciones y el nuevo Rito de la Confirmación. Monseñor Wagner, director del Instituto Litúrgico de Tréveris, fue el relator del grupo encargado de la reforma de la Misa cuyos miembros más activos fueron: el profesor Fischer, Mons. Schnitzler, el P. Jungmann, el P. Louis Bouyer, el P. Gy, Dom Vaggagini y Dom Botte.

Por otro lado también recibirá clases en París del citado P. Louis Bouyer (1913 -2004) prestigioso teólogo y liturgista francés que será también una pieza importante para la formación litúrgica en el Camino Neocatecumenal, y que fue nombrado por el Papa para la Comisión Teológica Internacional en 1969. Fue además consultor del Consejo del Vaticano II para la liturgia, la Congregación para el Culto y la Secretaría de la Unidad de los Cristianos. Fue profesor en el Instituto Católico de París hasta 1963 y luego enseñará en Inglaterra, España, y Estados Unidos. Autor de numerosas publicaciones, en 1951 publicó el libro ‘El Misterio Pascual. Meditaciones sobre los tres últimos días de la Semana Santa’ y en 1967 ‘Liturgia y Arquitectura’ sobre la disposición del espacio sagrada en la historia de la Iglesia.

Después de dos años de estudio en París, en 1961 el P. Farnés se diploma en Sagrada Liturgia (Peritus Sacrae Liturgiae), y en 1962 realizará unos cursos de doctorado en Teología en el Institut Catholique de París. Con este bagaje formativo en Francia, y estando ya el Concilio Vaticano II en marcha, vuelve a España, donde en 1963 se incorporará como profesor de liturgia en el Instituto de Liturgia de la Universidad Pontificia de Salamanca. En 1964 volverá a Barcelona porque tendrá lugar la promoción del Instituto de Liturgia de Barcelona, donde será profesor ordinario desde su fundación, dando alternativamente clases de liturgia también en el Seminario Pontificio de Tarragona.

Fue en esta vuelta a Barcelona cuando Carmen Hernández, co-iniciadora del Camino Neocatecumenal, conoce de manera improvista pero providencial al P. Farnés. Así lo relataba Carmen en el año 2003 en la inauguración del curso académico del Seminario Conciliar de Barcelona: ‘Y allí estaba monseñor Farnés, que le digo yo, joven y guapo, que venía de París con todo el Concilio ya en la mano, y allí daba el unas conferencias de liturgia’. 

Carmen Hernández había nacido en Ólvega, un pueblo aragonés, pero desde pequeña había vivido en Tudela (Navarra) donde había tenido una formación jesuita y había visto a muchos partir para las misiones. A los 21 años decidió entrar en la Congregación de misioneras de Cristo Jesús, creada precisamente en Javier pocos años antes, en 1944, porque tenía el deseo de ir a evangelizar a la India. Tras un periodo de formación y preparación en Inglaterra, cuando iba a partir para Admelabad, por una serie de circunstancias acabó recalando en Barcelona, donde finalmente y tras muchos sufrimientos, junto con otras compañeras, dejó de manera definitiva la Congregación. En aquel momento Carmen entra en contacto con el P. Farnés, que acaba de venir de París. Así lo sigue relatando: ‘Con Farnés descubrí yo todo el misterio de la Pascua, en que hay que entrar en la muerte con Cristo para resucitar con él, que es todo el Concilio Vaticano II y de lo que vivís todos los comunitarios que estáis aquí. Del pan y del vino: Osea, ‘que el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día’. Es el pan que se parte…y digo, mucha gente ha escuchado a Farnés y no han entendido, ¿y porque escuché yo? porque estaba en una Kénosis muy grande de muerte, en getsemaní, entonces descubrí la renovación del Concilio. La primera Pascua de verdad que yo he vivido como Pascua verdadera con toda la renovación litúrgica del Concilio ha sido aquí, en la catedral de Barcelona, con la candela y con todo…Y por eso yo quiero muchísimo a Farnés y yo digo: “El Camino Neocatecumenal ha nacido en Barcelona” y no en las barracas del Kiko Argüello’.


Ciertamente fue primero Carmen la que, antes de conocer y participar en la experiencia de las barracas de Madrid con Kiko, había entrado en contacto con la renovación litúrgica que estaba produciéndose en la Iglesia gracias al P. Farnés. Así lo recordaba y confirmaba el mismo P. Farnés en su intervención en el año 2003 con motivo de la inauguración del curso académico del Seminario Conciliar de Barcelona: ‘En Barcelona se sembraron algunas de las raíces de lo que posteriormente ha sido el árbol fecundo que la Sede Apostólica acaba de reconocer como árbol bueno y fructífero para el bien de toda la Iglesia Universal. Carmen, en efecto, inició sus primeros pasos en los ideales de anunciar a Cristo a quienes lo desconocen en la casa de las misioneras de Cristo Jesús que es ubicada en la calle princesa de nuestra ciudad. Este llamamiento después creció y se desarrolló por otros caminos que no es aquí el momento ni el tiempo puede permitir que lo explique. Pero entre los primeros pasos misioneros de la jovencita Carmen Hernández en Barcelona, y de su entrega radical al Evangelio de Jesús a través de las comunidades y aquellos primeros pasos no hay ruptura sino crecimiento, desarrollo y camino cada vez a más concreto. Barcelona, a la que hoy visita Carmen, es pues, en cierta manera, la cuna de su espíritu evangelizador’

Tras la salida precipitada de la Congregación junto con otras tres compañeras, Carmen pasó por el monasterio cisterciense de Poblet, en Cataluña, con la idea de embarcarse no ya para la India, sino para América. Don Marcelino Olaechea, entonces Arzobispo de Valencia, y al que habían conocido previamente, les había ayudado y animado a emprender una nueva etapa, que estaría marcada por un nuevo destino en Oruro, Bolivia. Antes de marchar a Bolivia decidió hacer una peregrinación a Tierra Santa, coincidiendo con el viaje que emprendió Pablo VI en enero de 1964, y cuando volvió de nuevo a España se encontró que dos compañeras ya no querían partir, y se habían ido a Madrid. Así Carmen decidió pasar por Madrid, porque además allí estaba una hermana suya que le había hablado de Kiko Argüello, que en aquellas mismas fechas estaba ya viviendo en las barracas de Palomeras Altas, en el actual barrio de Vallecas, una zona entonces de Madrid suburbial, llena de chabolas y miseria. Carmen creyó que en Madrid podría aprovechar para reunir voluntarios para partir a Bolivia, pero lo que sucedió en las barracas de Palomeras le hizo cambiar completamente de opinión.

Después de conocer a Kiko y vivir el nacimiento de una realidad comunitaria con los pobres en Palomeras que traspasará y superará cualquier planificación pastoral previa para implantarse en las parroquias, Carmen lo convencerá para ir a escuchar al P. Farnés a Barcelona. Así lo relataba el mismo Kiko Argüello en la Lección inaugural para el Curso de Teología en el Seminario Conciliar de Barcelona de Septiembre de 2003: ‘yo me di cuenta que yo que llevaba el Siervo de Yavhé y vivir los pobres. Yo lo tenía todo a conceptos, porque en los cursillos todavía el Concilio nada. Entonces toda la conceptualización del misterio Pascual… Estuvimos en un pueblo con el Padre Farnés. Un día Carmen me dice: tienes que escuchar a un profesor que ha venido de París, que estaba dando clases en el Instituto Pastoral, el León XIII …Y yo ¡que déjame en paz Carmen! No, tu eres un burro, tienes que venir, tienes que cultivarte, ¡ha habido un Concilio! Y empezamos ya a escuchar a Farnés y fue verdaderamente sensacional. Osea que realmente el Señor… ¿Qué a hecho el Señor? Ha ido llevando por una parte Foucauld, por otra parte Farnés, por otra parte toda la teología de Carmen, por otra parte los gitanos que no puedes escapar…’

Fue por tanto el Padre Farnés el que de una manera directa y sustancial les llevó a Kiko y Carmen toda la renovación litúrgica que se estaba produciendo con el Concilio que acaba de celebrarse, y en quien encontraron un incondicional apoyo ante cualquier duda o incertidumbre que pudiera aparecer. De este modo lo explicaba Carmen en la convivencia con 250 Obispos de América celebrada en abril de 1997 en Nueva York: ‘...Lo que quería decir es que Kiko, el Siervo de Yahveh lo tenía muy enraizado, pero allí lo que ya le llevé en bandeja, y no por mí -no es mío-, fue el Concilio Vaticano II, la Pascua y la Resurrección de los muertos. El primer canto que hizo en las barracas fue el "Siervo de Yahveh"; hasta que llegó al "Resucitó" fueron dos años de lucha y pelea que tuvimos, hasta que entró en el dinamismo de la Pascua. Y la Pascua ni me la he inventado yo, ni tampoco Farnés, sino que ha sido la labor inmensa de todo el Movimiento Litúrgico y todo el Movimiento Bíblico, que ha fermentado en el Concilio y que se ha puesto en marcha en el Concilio. Yo siempre estaba con Kiko, pero no me fiaba de él un pelo. Sólo me convenció el día en que llegó allí el arzobispo de Madrid, Mons. Morcillo, que fue otro milagro que sería interesante contarlo. Entonces comencé a colaborar con Kiko fiándome más de él cuando vi a la Iglesia. Mons. Morcillo fue un verdadero don de Dios. Él nos mandó ir a las parroquias’.

Mons. Casimiro Morcillo, el que fuera Arzobispo de Madrid y que había sido subsecretario en el Concilio Vaticano II, visitó de manera providencial las barracas de Palomeras Altas, donde pudo entrar en contacto con la comunidad de pobres y desheredados que allí se había formado, entorno a la celebración de la Palabra y la Eucaristía. Fue Mons. Morcillo el que cedió un local, que era un barracón, en la parroquia del poblado de Palomeras para que la comunidad pudiera reunirse y realizar las celebraciones, y quien dio los primeros permisos para celebrar la Eucaristía con algunas de las modificaciones que se le plantearon, tal como lo recordaba el mismo Argüello: ‘Nosotros la celebramos con las dos especies, con el Padre Farnés que nos había explicado todo, con el pan en forma de pan ácimo, porque los gitanos es muy importante esto, y va y le dice Morcillo al párroco: les dejas a puerta cerrada, porque si entra uno en la Eucaristía y ve aquello se escandaliza, y solamente los que estén catequizados… Morcillo había entendido todo, porque hizo la tesis, su tesis sobre las primeras comunidades de los Hechos de los Apóstoles y nos dice: “¡ya quiero yo que hayan comunidades como esta en todas las calles de Madrid!”.

Fue providencial porque justamente en aquellos momentos en que aparecía una pequeña comunidad como un gérmen, fruto de la acción del Espíritu Santo en un barrio marginal de Madrid, se aprobaba la instrucción ‘Eucharisticum mysterium’ (el 25 de mayo de 1967 - AAS, 59) que fue el primer documento oficial del Concilio en el que se contemplaba las celebraciones para grupos particulares reunidos para una formación específica propia. En la misma se recomendaba que determinadas convivencias y asambleas de fieles, en vistas a promover la vida cristiana, los estudios religiosos, el apostolado o las prácticas de espiritualidad –sin especificar si éstas tienen lugar en domingo o en días feriales- culminaran con la celebración eucarística (nº 30), como así sucede en las Comunidades Neocatecumenales. Además, dicha Instrucción sobre el Culto del Misterio Eucarístico suponía un gran avance en materia litúrgica al permitir también recibir la comunión bajo las dos especies (nº 32).



Dos años después, El 15 de mayo de 1969, vendría la instrucción Actio Pastoralis donde se analizaba más específicamente lo que el Camino Neocatecumenal había comenzado a poner en práctica en aquellas mismas fechas. La ‘Instrucción sobre las Misas para grupos particulares’ promulgada en una misma línea que la Eucharisticum mysterium trataba concretamente de las misas en grupos particulares y la finalidad con la que se llevaban a cabo dichas celebraciones. La misma Instrucción reconocía y declaraba que ‘para lograr una visión más profunda de la vida cristiana y atender a la formación de las personas que se solidarizan con determinados grupos se sabe por experiencia lo eficaces que pueden resultar las celebraciones en pequeños grupos, que logran el acercamiento de algunos fieles y la más completa formación de otros’.

Por tanto las primeras instrucciones en materia litúrgica del Post-Concilio, promulgadas en las mismas fechas en las que se estaba iniciando la experiencia de las barracas, permitieron que la pequeña comunidad que había comenzado en los suburbios de la barriada de Palomeras Altas pudiera celebrar la eucaristía de manera particular y recibir la comunión en las dos especies, algo que después se vislumbró crucial para el desarrollo de la iniciación cristiana para tantos bautizados que se habían alejado y que habían perdido el valor de lo sagrado. Había también urgencia en una iniciación litúrgica, que mediante un conjunto de catequesis procurara la introducción de los fieles en los misterios sacramentales.

El asesoramiento y acompañamiento del P. Farnés en aquellos años no se podría haber llevado adelante si la propia Iglesia no las hubiera corroborado en los primeros documentos publicados al darles a tales celebraciones una sólida base teológica y pastoral para llevarse a cabo. Pero sin duda fue crucial la ayuda del Arzobispo de Madrid Mons. Morcillo no sólo para el nacimiento del Camino como un Catecumenado parroquial, sino también para que la experiencia no fuera sofocada en sus frágiles inicios por la incomprensión y la duda de aquellos que se pusieron en contra. Su intercesión fue decisiva a la hora de confirmar todos aquellos aspectos pastorales y litúrgicos que el Camino comenzó a plantear, sentando las bases de ulteriores discernimientos que llegarían después de instancias superiores. Tres años después que la experiencia de las barracas se traspasara a la parroquia madrileña de Cristo Rey, el 24 de octubre del 1967, el cardenal Lercaro y Annibal Bugnini habían logrado en tres años poner a punto una nueva Liturgia de la Misa, conforme en todos los puntos a las "desiderata" del Movimiento Litúrgico-ecuménico. Se la bautizó como "Missa Normativa" y fue presentada a los Obispos reunidos en Roma para el Sínodo.

Así Mons. Morcillo, ante los planteamientos litúrgicos que se cernían en la misma Iglesia Católica tras el Concilio, tuvo la prudencia de aceptar y dar ciertas sanciones a aquellas prácticas que consideró oportunas para las celebraciones de la liturgia eucarística de las primeras comunidades neocatecumenales que nacieron en su diócesis (y que eran las primeras del mundo) a través de una carta que remitió a Kiko, después de comprobar con la debida precaución a través de un Delegado, que sus indicaciones verbales sobre dichas celebraciones se cumplían sin problema, como lo atestigua el P. Jesús Maria Urío, sacerdote madrileño de la orden de los Sagrados Corazones, que conoció la incipiente realidad del Camino nada más nacer tras la experiencia de las barracas, en la parroquia de Cristo Rey: ‘Ya en los inicios del Camino Neocatecumenal, allá por las años sesenta, el arzobispo de Madrid, D. Casimiro Morcillo, les puso una especie de prueba, ordenando una serie de prácticas litúrgicas, en la celebración de la Eucaristía, que no eran del agrado de los neocatecumenales. Un delegado del arzobispo, en una actuación de seguimiento clandestino, pudo comprobar la obediencia de los miembros del nuevo movimiento, y monseñor Morcillo respondió a esa obediencia con una carta que les concedía mucha libertad para realizar ciertos cambios en la celebración de la Eucaristía. Pero no olvidemos que estábamos en los años sesenta, en plena efervescencia conciliar, y en medio de la fiebre de la reforma litúrgica’’.

En aquella misma década de grandes cambios el P. Farnés había ayudado al nacimiento de la nueva Facultad de Teología de Cataluña, creada en 1967, de la que será profesor a partir de 1971 durante muchos años hasta que en 1988 será nombrado profesor extraordinario. En 1969 ayudó en la Fundación de la revista ‘Oración de las horas’ (actualmente Espiritualidad y Liturgia) de la que fue Director. 

En 1986 se erigirá el Instituto Superior de Liturgia de Barcelona por Decreto de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, donde en 1989 el P. Farnés recibirá el Doctorado en Teología, especialidad en Liturgia, con la tesis doctoral ‘el Ordinarium de Barcelona de 1501’. 

En 1990 se creará el Instituto de Teología Espiritual, de la que será nombrado Director. En 1994 será nombrado Canónigo de la Iglesia Catedral de Barcelona por el entonces Arzobispo Ricard Maria Carles, y en 1995 Profesor Emérito de la Facultad de Teología de Cataluña.

Sin embargo el contacto y trabajo con el P. Farnés no fue puntual ni esporádico. No se limitaron a escuchar una serie de exposiciones en unas clases con una batería de propuestas basadas en la mera creatividad y novedad litúrgicas sin base científica ni histórica alguna, sino que durante todos los años siguientes ayudó, asesoró y aconsejó a los iniciadores del Camino sobre los distintos aspectos celebrativos de la Eucaristía cuyas bases se encontraban en la historia litúrgica de la Iglesia, como lo recordaba el Padre Mario Pezzi, presbítero del Equipo Responsable internacional del Camino, en su documento de la convivencia de transmisión de 2008: ‘el Padre Farnés no solamente ha transmitido a Carmen, y a través suya a Kiko, y por tanto al Camino, la renovación litúrgica del Concilio, sino que ha acompañado personalmente el desarrollo del Camino ofreciendo su específico asesoramiento sobretodo en el diálogo con la Santa Sede’.

No en vano el P. Farnés, sin pertenecer propiamente al Camino, ha sido siempre un referente y un fundamento para consolidar las celebraciones del iter formativo desde los mismos inicios, tomando como punto de partida las intuiciones del movimiento litúrgico y del Concilio. A pesar de sus muchas tareas y obligaciones como sacerdote diocesano y profesor de la Facultad de Teología de Cataluña, el P. Farnés se ha prestado en numerosas ocasiones y a lo largo de muchos años para impartir clases y conferencias en diversos Seminarios Redemptoris Mater del mundo, además de participar activamente en Convivencias de Obispos con los iniciadores Kiko y Carmen para explicar en qué consiste esta iniciación cristiana de adultos que pretende llevar a las parroquias precisamente la Renovación del Concilio. 

De tal magnitud ha sido la importancia del P. Farnés en el nacimiento y desarrollo del Camino que en su intervención con motivo de la aprobación de los Estatutos del Camino en el aula del Pontificio Consejo de Laicos el 28 de junio de 2002 Carmen Hernández le agradecía públicamente su inestimable colaboración: ‘Doy gracias sobre todo a Mons. Farnés que está aquí. Él, joven y guapo, venía del Instituto de Liturgia de París el año 1961. Farnés es Doctor en Liturgia y vivió toda la preparación al Concilio con Dom Botte, con Bouyer, con los grandes que preparaban toda la renovación litúrgica del Concilio (…) a través de la kenosis más grande de mi vida que he vivido en Barcelona, allí Dios me abrió la oreja para entender qué significaba el Concilio Vaticano II, a través del Padre Farnés (…) Este ha sido para mí un descubrimiento pascual inmenso, hecho por medio de Mons. Farnés. Era verdaderamente la renovación del Concilio Vaticano II que tenía en la liturgia un florecimiento, un esplendor pascual impresionante’

El P. Farnés ha impartido además numerosos cursos y seminarios sobre diversos temas de liturgia en los Monasterios de Montserrat y Poblet, y en diversas diócesis de España, Estados Unidos, Asia y Latinoamérica.

En 1987 en Roma realizará una ponencia sobre ‘las celebraciones eucarísticas presididas por el Papa en la historia’, y en 1988 realizará una ponencia para la Asociación española de profesores de Liturgia sobre ‘el lugar de la celebración del Bautismo’. En 1990 realizará un curso a la Conferencia Episcopal Española sobre el ‘ceremonial de Obispos’, y en 1991 una ponencia en la reunión de profesores de liturgia de España sobre la nueva edición del ‘Ordo celebrandi matrimonium’. En 1998 participará en el XIX Simposio internacional de Teología de la Universidad de Navarra donde intervendrá para hablar del ‘Espíritu Santo en la Liturgia. Epíclesis y acción in persona Christi’.

Además de sus orientaciones prácticas en temas litúrgicos (cada año edita un calendario litúrgico completo), ha escrito numerosos libros relacionados con el movimiento litúrgico y la reforma litúrgica del Concilio, referentes a la celebración de la Pascua, a la visión y distribución del espacio sagrado y a la celebración de la fe en la vida comunitaria de la Iglesia: ‘La Vigilia Pascual’ en 1955, ‘La Semana Santa del pueblo’ en 1956, ‘La simplificación de las rúbricas y la nueva liturgia de la Semana Santa’ de 1958, ‘Construir y adaptar las Iglesias’ en 1989, ‘Celebrar la semana santa en parroquias y pequeñas comunidades’ en 1994 ‘Vivir la Eucaristía que nos mandó celebrar el Señor’ en 2007 son algunas de sus numerosas publicaciones en la materia.

Especialmente significativo fue su estudio publicado ‘La celebración eucarística en pequeños grupos’ (Pedro Farnés Scherer - Salmanticensis, Vol. 43, Fasc. 2, 1996 , págs. 281-295 ) donde clarificaba la situación de numerosas comunidades –entre ellas las neocatecumenales- que vivían la fe y celebran los sacramentos de manera particular y que habían sido objeto de crítica porque entendían que tales celebraciones no eran apropiadas para la vida parroquial: ‘La conveniencia, significatividad e incluso legitimidad de estas misas –decía el P. Farnés- ha cobrado recientemente nueva incidencia y ha originado discusiones y controversias y no pocas consultas llegadas a nuestra revista, y piden una respuesta aclaratoria. Abordar esta cuestión apuntando pautas que aclaren algunos puntos es lo que pretendemos en esta aportación’.

En el citado estudio se abordaba, desde un punto de vista teológico y pastoral, la celebración eucarística en pequeña asamblea, en el que el P. Farnés concluía: ‘Constatada la existencia de celebraciones en pequeña asamblea, cabe preguntarse aún si celebrar la eucaristía con un pequeño grupo, sobretodo si se trata de la misa del domingo, tiene una verdadera justificación teológica. Lo primero que debe decirse a este respecto es que teológicamente hablando toda acción litúrgica –la Eucaristía sobretodo- es, por su propia naturaleza, celebración de la Iglesia (Sacrosantum Concilium 26). La Eucaristía celebrada por un pequeño grupo –en el caso extremo incluso por el solo ministro- continúa siendo, por tanto, acción de la Iglesia, nunca celebración del pequeño grupo que está visiblemente reunido; y es acción de la Iglesia con la misma realidad ontológica que la Misa celebrada en una gran asamblea. Con todo rigor teológico hay que afirmar que el pequeño grupo reunido para celebrar la misa hace presente a la Iglesia con la misma realidad que la misa participada por la asamblea parroquial’. 

El Padre Farnés es por tanto una eminencia en materia litúrgica con una impecable trayectoria llena de arduo trabajo en sus innumerables frentes como consejero en organismos de la Iglesia en todo el mundo. Son destacables también sus intervenciones como miembro del Consejo de Phase desde su fundación. Director de la colección Letra y Espíritu del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona, ha sido nombrado como Consultor de la Comisión Episcopal de Liturgia de España, así como Consultor de la Comisión Episcopal de Liturgia de México, Consultor de la sección de publicaciones litúrgicas del CELAM y Miembro del Coetus ‘De Praecibus Eucharisticis’ de la Sagrada Congregación del Culto Divino. Es además Relator de la subcomisión para las oraciones sálmicas de la Sagrada Congregación del Culto Divino. Relator del proyecto de la segunda edición del ‘Ordo Exequiarum’ en la consulta generalis de 1990. Relator del ‘Ritual De Exequias’ del episcopado español. Miembro de las comisiones España-Celam para la edición del ‘Ritual de Bendiciones’ y del Ordinario de la Misa unificado. Consultor de los Obispos de los diferentes Ritos de el Cairo (Egipto) sobre la problemática litúrgica en los ritos orientales de 1987. Participante en el Convegno internacional de Presidentes y Secretarios de las Comisiones episcopales de Liturgia (Roma, octubre de 1984). Miembro del equipo de preparación de la versión unificada del Ordinario de la Misa en español (Congregación para el Culto y Episcopados de América Latina y España). 

En un prólogo de homenaje escribía su antiguo compañero de clases: ‘Ignoro si el Farnés que yo conocí en Zaragoza era un autodidacta, o si sus conocimientos de liturgia se limitaban entonces a las rúbricas. Lo que si creo saber con absoluta certeza es que el Farnés actual, profesor, investigador, conferenciante, articulista, ceremoniero, publicista, consejero y celebrante, se hizo en París y vive y actúa de acuerdo con la formación recibida en la capital francesa (…) A veces me pregunto si ese talante exterior, una pizca intransigente, no será reflejo de una actitud interior y profunda, que aplicada a la liturgia, tendría una mejor traducción llamándola fidelidad. Fidelidad a la tradición vertebrada, comparada y rigurosa. A la historia, al testimonio de los padres, a las fuentes, a los viejos testimonios, a los orígenes. Un estudioso que como él ha buceado en todos los fondos documentales del cristianismo, y se sabe de memoria todos los textos del culto más primitivo hasta tocar casi con los dedos la raíz del misterio (…) Creo que este rasgo diferenciador en la vida del P. Farnés ha tenido – y tiene- que hacerle sufrir no poco. Por un lado, no puede satisfacerle plenamente una reforma litúrgica que ha mantenido o incorporado ritos que no tienen nada que ver con la tradición histórica. Por otro lado, está en total desacuerdo con las invenciones de determinados pseudoliturgistas y pseudopastoralistas que, con sus improvisaciones y ‘hallazgos’, no demuestran más que una profunda ignorancia. Lo primero le produce tristeza. Lo segundo le da rabia (…) Frente a los defectos de la reforma litúrgica oficial y a los excesos de los reformadores privados, Farnés da a diario un espléndido ejemplo de sumisión a la autoridad a la que pliega sus propios criterios. Cuando yo mismo le he preguntado en ocasiones por su minuciosa observancia a ciertas indicaciones de la normativa vigente con las que presumo está en desacuerdo, me ha respondido: ‘lo hago así por comunión con la Iglesia’. Así resuelve el celebrante Farnés la tensión interior entre la obediencia y la erudición, entre el pensamiento propio y la disciplina, entre lo que es y lo que debiera ser. Tan claro tiene que toda celebración litúrgica, la Misa sobretodo, es una comunión en la caridad.

Es indudable la aportación del Padre Farnés en el inicio y desarrollo del Neocatecumenado, con el que siempre, desde el profundo respeto que siente hacia este carisma, ha colaborado de manera desinteresada. Sus palabras de agradecimiento en la Inauguración del curso de 2003 en el Seminario de Barcelona son una buena muestra de ello: ‘Deseamos que vuestra participación en este acto sea significativo, de una relación ya antigua, pero que esperamos que también a través de nuestro Instituto de Teología crezca entre la Iglesia de Barcelona y las comunidades relación fructífera entre vuestro carisma lleno de fuego y entusiasmo cristiano, como tantas veces repetía el añorado Padre Fontdevila, y nuestro trabajo humilde y todavía llenos de dificultades, en nuestros ambientes descristianizados. Esperamos vuestra ayuda y os ofrecemos nuestra Institución docente tanto para que nos enseñéis vuestro admirable celo evangelizador, como para ofrecernos nuestras posibilidades de profundización del mensaje evangélico en nuestras clases y cursos’.







Nombre:
Email:
Titulo:
Comentario:




SI QUIERES COLABORAR CON CAMINEO.INFO PULSA DONAR

Preview Chanel Preview Chanel
Camineo.info 2004-2015

PHPCow news publishing script, content management system Review www.camineo.info on alexa.com