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La indiferencia es odio consciente

Sun, 13 Jan 2019 07:06:00
 
Diario Castellanos

No el odio sino "la indiferencia" es lo contrario del amor. Esa que a menudo muchos, incluso aquellos que se profesan cristianos y van a misa todos los domingos, muestran frente a los pobres, los sin techo, los indigentes. Son palabras del Papa pronunciadas en la misa matutina de Santa Marta, de rabiosa actualidad a la luz de los episodios de poca humanidad frente a los más débiles que –en Italia y en el mundo— parecen repetirse casi cada día. 
Para Francisco esta indiferencia convertida casi en una "cultura" es uno de los más graves males de nuestro tiempo. Él, en su homilía la identifica en una fotografía tomada por Daniele Garofani, fotógrafo del Osservatore Romano, colocada en una de las paredes de la Limosnería Apostólica a la cual ha sido donada: "Una foto espontánea que ha hecho un buen chico romano" de vuelta de un servicio de distribución de comida a los sin techo con el cardenal Konrad Krajewski durante "una noche de invierno", como se aprecia por la ropa de la gente. En la foto están personas que salen de "un restaurante", "gente bien abrigada", observa el Papa, y satisfecha porque "habían comido, estaban entre los amigos". Fuera del local "hay un sin techo, sobre el suelo, que hace así...", dice imitando el gesto de la mano extendida para pedir limosna.
El fotógrafo "fue capaz de recoger el momento en el cual la gente mira para otro lado para que las miradas no se crucen", dice Bergoglio. Esta es "la cultura de la indiferencia", darse la vuelta, intentar no ver el sufrimiento de los otros. No es un hecho nuevo, desgraciadamente. Es una actitud que viene desde los tiempos de los apóstoles, dice Francisco, comentando el Evangelio de la multiplicación de los panes y de los peces, en el que los discípulos miran la enorme multitud que sigue a Jesús y sugieren al Mesías: "Despídelos, que vayan por los campos, en la oscuridad, con el hambre. Es su problema... Nosotros tenemos cinco panes y dos peces para nosotros". Jesús, sin embargo, como siempre sorprende y "da el primer paso" porque "nos ama" y tiene compasión; mientras nosotros, incluso si somos buenos, muchas veces no entendemos las necesidades de los demás y permanecemos indiferentes. "Amémonos los unos a los otro", este mandamiento que viene de Dios evidentemente no ha entrado en nuestros corazones. El señor continua amando a "la humanidad que no sabe amar"; es "el misterio del amor" cristiano, afirma, de un Dios que "nos ha amado primero" y que "ha dado el primer paso" mandando a su Hijo, "enviado para salvarnos y darnos el sentido de la vida, para renovarnos, recrearnos". 
Pero ¿por qué lo ha hecho Dios? Por "compasión", remarca el Obispo de Roma. La misma que siente Jesús delante de la multitud de gente tirada sobre la orilla del lago de Tiberíade; solos, separados, "como ovejas que no tienen pastor". Jesús se conmueve, "ve a la gente y no puede permanecer indiferente" porque el verdadero amor "es inquieto", "no tolera la indiferencia", "tiene compasión". Y compasión "significa meter el corazón en juego; significa misericordia", explica el Papa. "Jugar el propio corazón hacia los otros". Cristo de hecho se pone a hablar con la gente, a enseñarles cosas, después "al final miran el reloj: ‘Pero es tarde...’". Y entonces los discípulos – dice el evangelista Marcos - exclaman: "El lugar está desierto y es ya tarde; despídelos de modo que, yendo por lo campos y los pueblos de alrededor, puedan comprarse comida". "Que se apañen" y se compren ellos solos el pan: es, en sustancia, el sentido de estas palabras. "Pero nosotros estamos seguros de que ellos sabían que tenían pan para ellos y quería protegerlo. Es la indiferencia", comenta Bergoglio. A los discípulos no les interesaba la gente, les interesaba Jesús porque le querían. No eran malos, eran indiferentes. No sabían lo que era amar. No sabían lo que era la compasión. No sabían lo que era la indiferencia. Han tenido que pecar, traicionar al Maestro, abandonar al Maestro, para entender el sentido de la compasión y de la misericordia". 
La respuesta de Jesús en el Evangelio es, por lo tanto, "tajante": "Dadles algo de comer" o "cuidadlos". "Esta —destaca Francisco— es la lucha entre la compasión de Jesús y la indiferencia que se repite en la historia siempre, siempre ... Muchas personas que son buenas, pero no entienden las necesidades de los demás, no son capaces de tener compasión".
Es una indiferencia que puede compararse con una especie de "odio consciente", dice el Papa. "Estoy satisfecho, no me pierdo nada". Lo tengo todo, he asegurado esta vida, y también la eterna, porque voy a misa todos los domingos, soy un buen cristiano", pero luego, "saliendo del restaurante, miro para otro sitio". Reflexionemos entonces, concluye el Pontífice, como ante Dios que da "el primer paso", respondemos con indiferencia. Es "una enfermedad", "le pedimos al Señor que sane a la humanidad".
Al final de la celebración, el Papa Francisco recuerda al arzobispo Giorgio Zur, nuncio apostólico en Austria, "que vivió en esta casa" y murió ayer a medianoche. Luego envía un saludo a Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, que hoy celebra su 80 cumpleaños: para él un gran agradecimiento del Papa "por el celo apostólico con el que trabaja en la Iglesia".







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