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Portada:: Reflexión en libertad:: LA DIMENSIÓN DE LA PUERTA ESTRECHA. APROXIMACIÓN MATEMÁTICA A LA SANTIDAD.

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LA DIMENSIÓN DE LA PUERTA ESTRECHA. APROXIMACIÓN MATEMÁTICA A LA SANTIDAD.

Thu, 11 Aug 2016 22:42:00
 
Antonio Javier Denis Persiva

 

Un amigo me dijo el otro día que se tiende a pensar que la puerta del cielo es ancha, que el acceso al cielo es sencillo. Mi tendencia hacia la faceta técnica y científica, fruto de mi formación académica, me hizo preguntarme ¿qué dimensión tendrá la puerta del cielo?, ¿se podrá cuantificar?, ¿se podrá saber nuestro tamaño en las mismas unidades para saber quién cabrá? Soy consciente que esto es muy difícil de establecer, por no decir imposible, pero podemos hacer una aproximación ficticia. ¿Quieres saber si cabrás por la puerta del cielo?, sigue leyendo y lo averiguarás, o por lo menos, lo intuirás.

Pero entremos en materia sabiendo qué es lo que plantea la Escritura. La gracia ese don divino maravilloso("Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios…" Rm5, 1) y la misericordia, esa grandiosa e ilimitada cualidad celestial ("y su misericordia alcanza de generación en generación…" Lc1, 50) ayudan a afianzar la idea de la salvación generalizada, y por tanto, de que, aunque la puerta es pequeña, todos pasaremos por ella. Pero el evangelio es claro con respecto a la dimensión de la puerta del cielo: "Luchad por entrar por la puerta estrecha…" (Lc13,24a), y más aún sobre el número de los que la traspasarán "…porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán." (Lc13,24b). Pero sin embargo, yo no veo en estas palabras una sentencia amenazante premonitoria del destino de la mayoría de los hombres, sino por el contrario, una llamada a la verdad. ¿Y qué es la verdad?, pues la respuesta es sencilla, que somos limitados, coartados por nuestro pecado original que nos hace proclamarnos autosuficientes, prepotentes e independientes.

Todo en la Escritura habla de las buenas obras como avalistas de la salvación y del hombre justo como el prototipo del que puede acceder al cielo (Sal 50, 23b "…al hombre recto le mostraré la salvación de Dios."). Pero una lectura más profunda arroja un panorama bien diferente. Desde el Génesis ya se apunta esta realidad. En el relato del paraíso, con la creación del hombre a su imagen y semejanza (Gn1,27a "Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya…") y su caída con la tentación de ser como Dios (Gn3, 23 Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén) ya se señala la realidad del hombre. Después, en el resto de la escritura, se confirma esta realidad y la única estrategia que nos queda: La Humildad. Ya se manifiesta en los Salmos (Sal51, 17 "El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias."). Y también en la figura de David (2Sam12, 13 "David dijo a Natán: He pecado contra Yahveh.") y en los libros de los profetas (Ez21, 31b "…lo humilde será elevado, lo elevado será humillado."). Si bien las buenas obras son una garantía de salvación, la verdad es que lo que sale del corazón del hombre es lo contrario de lo que aspira (Rm7, 18a-19 "…querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero."). Pero Jesús reafirma y corrobora la antigua Ley desde esta táctica, desde la Humildad (Lc18, 10. 10.13.14 "Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano... En cambio el publicano, … se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador! Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado."). Es desde esta actitud desde donde procede la acción de Dios, donde se manifiesta la acción del Espíritu Santo, donde actúa la oración y donde se derrama verdaderamente la Gracia Divina, manifestada plenamente en Jesucristo Resucitado.

Dicho esto, que no es poco (aunque no todo), procedemos al asunto del artículo. Lo primero que hay que hacer es constituir una unidad para la puerta del cielo. Vamos a establecer una dimensión fija para la Puerta y lo que variará será nuestro tamaño para entrar por ella. Se podría establecer una unidad física para fijar la dimensión de la puerta, pero la conversión de los factores empleados en la fórmula posterior complicaría el cálculo. Estableceremos una unidad simulada, la llamaremos unidad celestial. Así la dimensión de la puerta tendría, en nuestro sistema imaginario, una superficie equivalente a una unidad celestial de ancho por otra unidad celestial de alto, así también, simplificamos el cálculo. O sea, tendría una superficie de una unidad celestial al cuadrado. La fórmula de la dimensión de la Puerta del Cielo en superficie, se representaría así:

Pc = Uc2

Donde

Pc = Superficie de la Puerta Celestial

Uc = Unidad celestial

Esta parte es sencilla, ahora se complica. Hay que establecer el tamaño del que quiere entrar por la puerta. Este tamaño dependerá, como hemos apuntado antes, de su humildad, y también, de los frutos que produce. Los llamaremos la parte de la arrogancia (orgullo y fe) y la parte de la maldad (pecados y arrepentimiento). Tendremos por tanto dos valores que se multiplicarán entre sí para dar la dimensión buscada.

Vayamos con la primera parte de la fórmula, que nos otorgará la dimensión de la primera unidad celestial necesaria para obtener el resultado final. Esta parte sería la que reflejaría la humildad. Es directamente proporcional al orgullo del individuo analizado, e inversamente proporcional a su fe, a la certeza de la misericordia y de la acción de Dios sobre su vida. Es decir a mayor orgullo y menos Fe, mayor arrogancia, y viceversa. La fórmula de la arrogancia se reflejaría así:

Ar = Or / Fe

Donde:

Ar = Arrogancia (en unidades celestiales)

Or = Orgullo

Fe = Fe en Dios

En esta parte de la fórmula, se darían 3 casos:

1.Santidad: Orgullo muy pequeño y una gran Fe daría un resultado muy inferior a la unidad celestial, valor que favorece el paso por la puerta.

2.Maldad: Orgullo muy grande y una Fe pequeña daría un resultado muy grande. Con este valor se dificulta el paso.

3.Medianía (mediocridad): Orgullo y Fe de similar dimensión daría un resultado alrededor de la unidad celestial. Aprobado justillo.

Vayamos ahora a la segunda parte de la fórmula. En esta parte obtendremos el otro valor que multiplicaremos por el obtenido en la primera parte. Sería la parte de los frutos dados por el individuo examinado, pero más que por los frutos dados, de su relación con ellos. Así, tendríamos que esta parte sería directamente proporcional a los pecados cometidos e inversamente proporcional al arrepentimiento, compensación y reparación de los mismos. Sería como una medición de la maldad. La fórmula de la maldad se reflejaría así:

Ma = Pe / Ap

Donde:

Ma = Maldad (en unidades celestiales)

Pe = Pecados

Ap = Arrepentimiento, reparación

En esta otra parte de la fórmula se darían 3 casos:

1.Santidad: Pocos pecados (no se ha dado hasta ahora ningún caso de 0 pecados excepto en Jesús y su madre) y mucho arrepentimiento, daría un resultado pequeño, inferior a la unidad celestial y que ayudaría a que el resultado final fuese también pequeño.

2.Maldad: Muchos pecados y muy poco arrepentimiento daría un resultado grande, muy superior a la unidad celestial. Mal síntoma.

3.Medianía (mediocridad): Pecados y arrepentimiento de similar dimensión, daría un resultado alrededor de la unidad celestial. Apto muy ajustado.

Por tanto, la fórmula final del tamaño del que quiere entrar por la puerta del cielo, quedaría como sigue:

Dc = Ar x Ma = (Or / Fe) x (Pe / Ap)

Donde

Dc = Dimensión celestial del individuo que pretende traspasar la puerta del cielo

Or, Fe, Pe, Ap = Orgullo, Fe, Pecados, Arrepentimiento.

A esto se le podría llamar la fórmula de la Santidad. Cuyo resultado tiene que ser menor que el tamaño de la puerta del cielo para que se pueda atravesar sin problemas. Como vimos, la puerta del cielo tiene un tamaño de una unidad celestial al cuadrado. Veamos los casos, uno a uno.

1.Santidad. Poco orgullo con mucha Fe y pocos pecados con mucho arrepentimiento. El individuo pasará sin problemas. Dc < Pc(Uc2)

2.Maldad. Mucho orgullo con poca Fe y muchos pecados con poco arrepentimiento. El individuo no podrá pasar. Dc > Pc(Uc2)

3.Medianía (mediocridad). Orgullo y Fe de similar dimensión acompañado de pecados y arrepentimiento equivalentes. El individuo pasará de forma muy ajustada. Dc = Pc(Uc2)

Podemos pensar que si una parte de la fórmula es muy pequeña y la otra muy grande puede dar un resultado favorable. Pero esto nunca se da, las dos partes de la fórmula siempre van parejas. Una gran humildad va acompañada de muchos frutos, es decir pocos pecados y mucho arrepentimiento. Y al revés, un gran orgullo va acompañado de pocos frutos. Nunca nos encontraremos con una gran Fe y humildad (parte de la arrogancia) con muchos pecados y poco arrepentimiento (parte de la maldad). Ya lo dice la escritura "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?" (Mt7, 16).

Así que, ya sabes que la dimensión de la puerta del cielo es fija y que lo que cambia es tu tamaño antes de intentar pasar por ella. Intentemos que la fórmula dé el menor resultado posible y podremos pasar por ella. Pero esto no se consigue a base de esfuerzo humano, es más complejo y más sencillo al mismo tiempo. Se trata de gratuidad divina. Conectar con nuestra faceta divina y rechazar las actitudes que nos alejaron del paraíso perdido, esto lleva a conectar con lo divino y a dejar que el Espíritu trabaje en nosotros dando frutos impensables para cualquier humano. Es lo que pasa con los santos y cuando AMAS.

Por lo tanto AMA y deja que tu tamaño celestial sea el más pequeño posible, solo así se puede entrar por la Puerta del Cielo.







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