En la mañana del viernes, en Roma, el Papa Benedicto XVI ha recibido en audiencia a varios miles de miembros del Camino Neocatecumenal. Ha sido un encuentro gozosísimo, como un aire fresco en tiempo de estiaje. Sólo la fe vivida en profunda comunión eclesial con Pedro, con su sucesor, el Papa, puede provocar experiencia semejante tan gratificante como estimuladora. Se daba lectura al decreto de aprobaciones de las celebraciones del Camino Neocatecumenal contenidas en el «Directorio Catequético» de los neocatecumenales; se enviaba a muchos sacerdotes y familias, que dejaban todo, para la misión en lugares nada fáciles para anunciar el Evangelio. El Papa, con una alegría grande que no disimulaba, les hablaba del significado del encuentro, de la misión, del seguimiento de Jesucristo, del verdadero sentido y espíritu de la Liturgia, y, finalmente, bendecía familias y sacerdotes en misión, a los miembros, responsables, catequistas y fundadores del Camino Neocatecumenal –Kiko y Carmen–. Había una especial expectativa: la aprobación, tan anhelada, de las celebraciones, no litúrgicas, que jalonan las diferentes etapas de este Camino de Iniciación cristiana.
Sin duda alguna el Camino Neocatecumenal es una de las nuevas realidades eclesiales, surgidas al filo del Concilio Vaticano II para promover una nueva evangelización de nuestro mundo y renovar la iniciación cristiana, tan urgente como necesaria. Estimo que es una de las iniciativas más notables y difundidas, suscitadas por el Espíritu Santo en la Iglesia, que mejor responden tanto a la naturaleza y exigencias de la Iniciación cristiana, como a la necesidad imperiosa y urgente de renovar, promover y fortalecer, con vigor e identidad, una nueva pastoral de esta Iniciación cristiana, bien de los procedentes del paganismo, bien de los ya bautizados insuficientemente iniciados, cuidando por completo todos aquellos elementos que, en su conjunto, integran una verdadera Iniciación cristiana de carácter catecumenal, conforme a las orientaciones y directrices emanadas de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, y en el magisterio y disposiciones posteriores de la Iglesia.
En el centro del Camino Neocatecumenal se percibe la convicción cierta de que el catecumenado pertenece a la entraña misma del bautismo, bien sea antes de recibir el bautismo, bien sea posterior a su recepción: es un camino para vivir en conformidad con cuanto se significa y contiene en el sacramento del Bautismo.
El alma y la fuerza
La Palabra de Dios, la Eucaristía, el bautismo –recibido o por recibir–, y la comunidad cristiana están en el núcleo mismo de este itinerario de fe, que es acompañado por celebraciones no estrictamente litúrgicas en cada uno de sus pasos o etapas. La Eucaristía dominical, anticipada habitualmente al sábado por la tarde en las comunidades neocatecumenales es como «el alma y la fuerza» de todo el Camino. La celebración, en el interior del itinerario propio de estas comunidades, de la Eucaristía se lleva a cabo de manera muy digna y bella, con gran sentido de fe, con espíritu eclesial, festivo y litúrgico, con hondo «sentido del misterio y de lo sagrado». La Palabra de Dios y la Eucaristía señalan la prioridad de Dios, la iniciativa de Dios y constituyen la base y la fuente que dan vida, aliento y fuerza a las comunidades, capacidad, vigor y libertad para dar testimonio y evangelizar.
Realmente hay que dar gracias a Dios por este don con que enriquece a la Iglesia, surgido en España, pero de tanto y tan fecundo influjo en el mundo entero.