Aunque algunos se empeñen en denostar a la Iglesia Católica fijándose en casos escandalosos aislados, no se olviden que ha sido el cristianismo, y especialmente, la Iglesia Católica, quien ha ido forjando a lo largo de los siglos el respeto al individuo, especialmente de niños y jóvenes, la dignidad de la mujer, la promoción de los derechos humanos, la consecución de la justicia social o la paz universal.
En estos días a algunos puede que les escandalice que el Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, y el Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Monseñor Dionisio García, se hayan reunido con Raúl Castro y con la Jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. A esos que puedan pensar así, quizás debieran detenerse a sopesar el deber que la Iglesia tiene de defender con voz alta, y allí donde corresponda, a quienes son silenciados violenta e injustamente.
Hay que reconocer la gran autoridad moral que la Iglesia ejerce, el reconocimiento social que tiene y los frutos palpables de su trabajo. Y sí podemos saber cuáles ha sido la intención de la Iglesia al embarcarse en esta difícil misión, es sólo la de anunciar la Verdad del Evangelio en todo lugar y condición, Ella es, y debe ser, la conciencia crítica de los que carecen de voz.