La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada (Cevico), que preside
monseñor Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP, arzobispo de Bahía Blanca,
expresó su cercanía con los consagrados y consagradas en su “sinfónica
riqueza” y les agradeció que frente a la pandemia por el coronavirus
sigan abrazando “más que nunca” a la humanidad doliente en este momento
de “sufrimiento, angustia, ansiedad”.
“El saludo litúrgico ‘el Señor esté con ustedes’ marca el ritmo de
la celebración eucarística y también el de nuestras vidas. Así lo
reconocemos especialmente en estos momentos en los que caminamos
temerosos por oscuras quebradas, pero confiados en la constante
presencia del Señor que nos pastorea y lleva hacia aguas tranquilas y
praderas cubiertas de verdor”, destacó en un mensaje.
“Así es: el Señor está con nosotros cuando -dos o más- nos unimos
para orar y escuchar la voz de Dios. El Señor está con nosotros cuando
vemos su ‘rostro’ en Jesús que se revela en el Evangelio a través de
gestos y palabras porque viéndolo, vemos al Padre. El Señor está con
nosotros cuando eclesialmente –es decir ‘en casa’- contemplamos,
compartimos, adoramos su presencia eucarística”, sostuvo.
“El Señor está con nosotros cuando recorremos los caminos de la
misión que se nos ha encomendado, procurando llegar a los que están
lejos y más lo necesitan. Así se va entretejiendo la oración de los
consagrados: penitencial, de alabanza, intercesora, oferente,
agradecida, de adoración, misionera”, completó.
La Cevico dio gracias a Dios por “cada uno de ustedes y por donarse
en bien de los demás, especialmente en esta coyuntura que llama a
nuestras puertas, como el Señor que llama, desea entrar en nuestra casa y
comer junto a nosotros”.
Firman el comunicado, además de monseñor Azpiroz Costa, los
integrantes de Cevico: monseñor Esteban María Laxague SDB, obispo de
Viedma; monseñor Héctor Luis Zordán MssCC, obispo de Gualeguaychú;
monseñor Néstor Hugo Navarro, obispo emérito de Alto Valle del Río
Negro, y María Florencia Marfía, del Instituto Cristífero y secretaria
ejecutiva de la comisión episcopal.
Texto del mensaje
«Mirar el pasado con gratitud,
vivir el presente con pasión,
abrazar el futuro con esperanza»
Muy queridos hermanos y hermanas de la Vida Consagrada:
Al inicio de la V Semana de Cuaresma y acercándose la Semana Santa, termina una primera fase de la Cuarentena ¡y comienza otra!…
En estos momentos, como miembros de la Cevico, deseamos acercarnos a
todos los consagrados y consagradas en su sinfónica riqueza: las
comunidades de la antigua tradición monástica, la vida eremítica, las
vírgenes consagradas, la vida religiosa contemplativa, la vida religiosa
apostólica, los Institutos seculares, las Sociedades de Vida Apostólica
y las nuevas formas de vida consagrada…
Esta realidad «poliédrica» abraza más que nunca la humanidad
doliente. Sí, es un momento de sufrimiento, angustia, ansiedad. La vida
consagrada lo hace desde la diversidad y riqueza de los carismas; en
realidades geográficas muy distintas; desde las varias etapas del camino
de consagración (quienes se encuentran en plena formación inicial, sus
formadores, los que animan diversas tareas y presencias, quienes aportan
la sabiduría de una vida gastada y desgastada por el Señor y los
hermanos); desde los múltiples modos de su consagración (la vida
comunitaria, una presencia en el mundo desde lo secular, el desposorio
místico propio de las vírgenes, la soledad del eremitismo, etc.); en los
variopintos campos de apostolado que los llama a dar la vida en
abundancia: en la acción (la escuela, la salud, la acción social), en la
fecunda presencia orante - contemplativa, etc. Elegidos y consagrados
por el Señor en la Iglesia, ofrecen a ésta, al mundo, su presencia y su
acción; su ser y obrar.
El saludo litúrgico «El Señor esté con ustedes» marca el ritmo de la
celebración eucarística y también el de nuestras vidas. Así lo
reconocemos especialmente en estos momentos en los cuales caminamos
temerosos por oscuras quebradas, pero confiados en la constante
presencia del Señor que nos pastorea y lleva hacia aguas tranquilas y
praderas cubiertas de verdor.
Así es: el Señor está con nosotros cuando -dos o más- nos unimos
para orar y escuchar la voz de Dios. El Señor está con nosotros cuando
vemos su “rostro” en Jesús que se revela en el Evangelio a través de
gestos y palabras porque viéndolo, vemos al Padre. El Señor está con
nosotros cuando eclesialmente –es decir “en casa”- contemplamos,
compartimos, adoramos su presencia eucarística. El Señor está con
nosotros cuando recorremos los caminos de la misión que se nos ha
encomendado, procurando llegar a los que están lejos y más lo necesitan.
Así se va entretejiendo la oración de los consagrados: penitencial, de
alabanza, intercesora, oferente, agradecida, de adoración, misionera.
Damos gracias a Dios por cada uno de ustedes y por donarse en bien
de los demás, especialmente en esta coyuntura que llama a nuestras
puertas, como el Señor que llama, desea entrar en nuestra casa y comer
junto a nosotros (cf. Apocalipsis 3, 20).
Los abrazamos y bendecimos a la distancia desde nuestra gratitud y
afecto ¡sin romper el aislamiento social preventivo y obligatorio!
Hoy -los jóvenes especialmente- cantan una y otra vez “Todo
terminará bien”. Sí, nos alienta la esperanza que no se sostiene
simplemente por expectativa humana alguna, sino que se hunde
profundamente en Aquel que nos ha llamado y que nos susurra al oído del
corazón que sigamos andando nomás.
Fraternalmente en Cristo y María nuestra Madre de Luján