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Portada:: Colaboraciones:: Biblia y Exégesis:: ¡Cuidado con la tentación del premio! (Mt 20,1-16)





¡Cuidado con la tentación del premio! (Mt 20,1-16)

Sat, 20 Sep 2014 14:01:00
 

Mateo ha colocado aquí esta parábola para completar la enseñanza anterior sobre la recompensa que espera a los que dejan todo para seguir a Jesús.

La escena de los jornaleros que esperan en la plaza a que el dueño o el arrendatario de los grandes latifundios los contrate para trabajar en sus campos no es un caso imaginario, sino que refleja bien la situación de Galilea en tiempos de Jesús. El grupo de los que esperan está compuesto por campesinos que, debido a la presión fiscal o a las malas cosechas, han perdido las tierras que pertenecían a su familia, y ahora dependen de la benevolencia de un patrón. El patrón (el dueño de la viña en la parábola) les ofrece trabajo y favores a cambio del servicio, honor y su-misión que ellos, sus clientes, le prestan.

La parábola lleva al extremo la situación con la contratación de obreros a ultimísima hora. Pero lo que importa a Jesús es hacer ver la reacción de los que habían trabajado toda la jornada cuando ven que reciben lo mismo que los que han trabajado mucho menos. La respuesta de Jesús es rotunda: "¿es que no tengo libertad para hacer lo que quiero en mis asuntos?". Claro que con todos ha cumplido lo que era de justicia, lo que habían pactado, pero a los últimos ha querido ser magnánimo y les da más de lo que les tocaba. La última afirmación es la que centra el mensaje: "¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?".

El mensaje clave  subraya la bondad de Dios y el carácter gratuito de su don, cosa que comprenden los "pequeños", pero no los fariseos; por esto son aquéllos los que de hecho están recibiendo el Reino: los "niños", los discípulos y no los ricos... Mateo está pensando en lo que sucede en su tiempo, en que los "últimos", los gentiles, vienen a la Iglesia y se convierten en los "primeros"

La parábola iba para los judíos, que como pueblo elegido de Dios parecían los "titulares" de la promesa, mientras que otros no judíos, los paganos, que podemos considerar como los "suplentes", no deberían tener derecho a recibir la misma recompensa que ellos. Por ejemplo, los fariseos se escandalizaban cuando veían cómo Jesús comía con "pecadores y publícanos", gente considerada "impura". Cuando Mateo escribió su evangelio, muchos paganos iban entrando en la Iglesia, y tal vez iban adquiriendo importancia y peso específico dentro de la comunidad. Se cumplía lo de que "los últimos (los paganos) serán primeros, y los primeros (los del pueblo elegido, los judíos), últimos".

Pero también a nosotros se nos puede aplicar la misma lección. Los sacerdotes y religiosos pueden tener la tentación de creerse más acreedores del premio que los laicos, o los mayores que los más jóvenes, o los autóctonos que los que vienen de fuera. ¿Cómo reaccionamos ante los éxitos que tienen otras personas en trabajos en que tal vez nosotros hemos fracasado? ¿Estamos dispuestos a alabar los buenos resultados de los demás, a alegrarnos de las cualidades que otros tienen? ¿o adoptamos fácilmente la actitud del hermano mayor, que había trabajado mucho más que el joven, y no había recibido en regalo un cabrito para merendar con sus amigos? ¿Hubiéramos aceptado fácilmente a Pablo, que no era del colegio apostólico, sino perseguidor de Cristo, por más que dijera que ahora se había convertido? ¿Hubiéramos perdonado fácilmente a Pedro sus negaciones?







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