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¿Qué motivación tienes para dejarlo todo por seguir a Cristo? (MT 13,44-52)

Sat, 26 Jul 2014 23:07:00
 

El texto nos presenta tres parábolas; el tesoro escondido (Mt 13,44), la perla fina (Mt 13,45-46), y la red (Mt 13,47-50). Se nos ofrecen aquí tres escenas para caracterizar el reino de los cielos. Las metáforas están tomadas de la experiencia común de tres grupos no pertenecientes a la élite: agricultores, mercaderes y pescadores. Es significativo el uso de tal experiencia como fuente de metáforas, pues los autores de sociedades de alta contextualización daban por supuesto que compartían un conocimiento común con sus audiencias. Aquí, Jesús parece basarse en ese conocimiento compartido, pues no se ofrece ninguna explicación de los escenarios.

El tesoro y la perla. Comienza una nueva serie de tres parábolas, que son propias de Mateo Las tres tienen exactamente la misma introducción, que revela su propósito: manifestar el misterio del reino de Dios.

La unión de las dos primeras parábolas es obra de Mateo. En la versión de Mateo, el punto más destacable es el descubrimiento de algo verdaderamente valioso, que provoca una reacción inmediata en los protagonistas de la historia. Con el reino de los cielos sucede lo mismo: una vez que ha sido descubierto en todo su valor, hay que tomar postura, y ningún precio es demasiado alto.

Ambas parábolas pueden situarse muy bien en el contexto de la invitación de Jesús a dejarlo todo y seguirle (Mt 8,18-22; 19,16-30). En ellas se descubre la otra cara de la invitación de Jesús: el reino de Dios, que es la motivación por la que se deja todo. Mateo, por su parte, invita a los cristianos, que ya han descubierto el reino, a que sean consecuentes con la elección que han hecho y a que la vivan con alegría. Es cierto que cabe la posibilidad de rechazar esta oferta, como hizo el joven rico (Mt 19,21-22), pero la actitud del verdadero discípulo ante el descubrimiento del reino de Dios no puede ser otra que la conversión, el cambio de orientación de la propia vida, que tiene lugar en un clima de alegría.

La gran pesca. Esta parábola es muy semejante a la del trigo y la cizaña que crecen juntos (Mt 13,24-30.36-43). Aquí, sin embargo, la parábola y su aplicación van unidas. La pesca representa la oferta del reino, que se hace a todos. Son muchos los que entran en él, pero la clave está en cómo se vive después. La aplicación que hace Mateo, refiriéndose al juicio final, es, de nuevo, una exhortación dirigida a los miembros de su comunidad para que vivan poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús.

La Iglesia no aparece en esta parábola. No es significada por la red, como se pensó en la Iglesia antigua. La Iglesia tampoco es aquí una realidad establecida, sino una Iglesia in fieri. La Iglesia debe reconocerse en los discípulos, a los que Jesús interpela con esta historia. Dentro de la parábola, ella forma parte de los peces, como el resto de los hombres. Y aquí está ahora el punto decisivo donde no encaja la parábola. Mientras los peces son puros o impuros, comestibles o no comestibles por naturaleza, los humanos son «buen género y dignos de ser acogidos», o lo contrario, por sus obras. ¡Depende de los propios discípulos el lugar que ocuparán un día!

Lo nuevo y lo viejo. Este breve diálogo de Jesús con sus discípulos, colocado al final de las parábolas, resume la intención de todo el capítulo y presenta el modelo ideal del discípulo. En primer lugar, los verdaderos discípulos son capaces de en-tender los misterios del reino; en segundo lugar, son capaces de sacar oportunamente lo viejo y lo nuevo. Las actitudes que Jesús propone aquí reflejan muy bien los criterios que Mateo ha seguido en la composición de su evangelio, buscando relacionar la vida y predicación de Jesús (lo nuevo) con las promesas del Antiguo Testamento (lo viejo). Por otro lado, el hecho de que un maestro de la ley que se ha hecho discípulo sea presentado como modelo, revela la existencia de escribas cristianos que conservaban, transmitían y comentaban las palabras de Jesús y los libros del Antiguo Testamento, utilizando técnicas muy parecidas a las que utilizaban los escribas judíos para comentar las Escrituras (véase introducción aMt 1-2).

Fuentes consultadas: Comentario al NT -Casa de la Biblia 1995; Los Evangelios Sinópticos-Bruce Malina 1996







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