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Domingo I Tiempo de Adviento: “ya es hora de despertaros del sueño”,

Sat, 30 Nov 2013 22:19:00
 

CAMINEO.INFO.-

Jr 33, 14-16: «Suscitará a David un vástago legítimo».
Sal 24: «A Ti, Señor, levanto mi alma».
1 Ts 3, 12-4, 2: «Que el señor os fortalezca interiormente para cuando Jesús vuelva».
Lc 21, 25-28. 34-36: «Se acerca vuestra liberación».

Empezamos un nuevo año litúrgico. Siempre es motivador empezar cosas nuevas. Cuando empieza un año litúrgico, un nuevo tiempo litúrgico, cambian muchas cosas: el color de la tela del ambón, de las casullas, cambia la decoración (más austeridad, no ponemos flores), aparece la corona de adviento, cambian los jóvenes que ahora hablarán mucho menos, cambia el leccionario (empezamos el ciclo A), cambian los cantos, no cantamos el gloria, cambia la teología, cada tiempo litúrgico tiene su teología, cambian los aspectos a contemplar de la vida de Jesús,...

Todos estos cambios podríamos decir que son un signo de los cambios que han de haber en nuestro interior, en nuestra espiritualidad. Nosotros también hemos de cambiar cosas... ¡¡Sería absurdo que cambiasen tantas cosas para que en nosotros todo siguiera igual! Estos cambios, nos dicen: “Tú también has de cambiar”.

Todos tenemos una tendencia muy fuerte a la rutina, a que nuestra fe se haga rutinaria. Y cada tiempo litúrgico es un grito que Dios nos hace para no caer en la rutina. Cada tiempo litúrgico nos pide a nosotros una actitud diferente. ¡Dejemos nuestras rutinas y entremos en las nuevas actitudes que nos pide el Tiempo de Adviento!

En este sentido se expresaba San Pablo a los cristianos de Roma, con palabras exhortativas, que quieren suscitar cambios: “Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño… dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias”.

No nos conformemos en evitar el pecado y venir a misa. Entremos en el camino que la Iglesia nos marca, vivamos al ritmo de la espiritualidad que ella nos indica. Pensemos que si la espiritualidad de la iglesia es litúrgica, hace falta que nuestra espiritualidad también lo sea.

No pensemos “otra vez adviento”, sino pensemos “Dios viene”. No digamos “Dios ha venido” –pasado-, ni tampoco “Dios vendrá” – futuro-. “Dios viene”, es un presente continuo, una acción que se realiza siempre, pero que ahora queremos hacernos especialmente presente. El nuestro es el Dios que viene.

Y ante este Dios que viene, la llamada de la Iglesia, de la liturgia; “despierta”, “vela”, “estate atento”. Porqué Dios viene a encontrarse con nosotros, a visitarnos. Viene para estar con nosotros en todas las circunstancias de nuestra vida. Dios siempre está en nosotros. Quiere venir, vivir en medio de nosotros y permanecer con nosotros y en nosotros. ¡Dios viene y llama a nuestra puerta!

Dios viene porqué desea eliminar las distancias que nos separan de nuestro hermano, viene para llevar el don de la fraternidad, la concordia, la paz, viene para ofrecernos una nueva oportunidad de conversión, de agradecimiento, de perdón, de desviar la mirada de nuestro ombligo y descubrir a Dios y los demás, viene para que deje de quejarme por todo y empiece a agradecer todo lo que he recibido...

Por eso, el tiempo de adviento es el tiempo por excelencia de la esperanza, se nos invita a mantener una espera vigilante y activa. Una esperanza que alimentamos con la oración y con las buenas obras. Hemos pedido en la oración colecta a Dios Padre poder acoger a Jesús que viene con buenas obras. “Acoger a Jesús con buenas obras”, ¡qué frase!.

El adviento es una nueva oportunidad para vivir actividades parroquiales con más intensidad: el espacio de oración el jueves por la tarde, ante del Santísimo, la celebración de la reconciliación antes de las misas, o dentro de unas semanas en la comunitaria, o utilizar el Espai Valors para pedir algún libro espiritual que nos edifique en este tiempo litúrgico fuerte.

Hemos de decidir cómo queremos vivir este tiempo de adviento. Es lo que nos decía San Pablo: “daos cuenta del momento en que vivís”, es adviento, Jesús viene, aprovéchalo, “ya es hora de despertaros del sueño”, advertencia contra la rutina. “dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”, es preciso que dejemos ciertas cosas que no nos hacen bien, y que cojamos nuevos hábitos para luchar contra el maligno.

Jesús en el evangelio, nos habla de actitud de vela, de estar despiertos, pendientes del Señor”: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.

Hemos de tomar decisiones de cara a poder vivir este adviento. Nuestro deseo, nuestra pretensión ha de ser ir al máximo, buscar la máxima radicalidad en el amor. Es la lógica evangélica, es el dinamismo que va inherente a cada página del evangelio.

Acabo ya, recuerdo que en el seminario, un jesuita nos hizo una charla sobre el adviento, y después de cada reflexión que hacía decía: “concreto, concreto, concreto”, reflexión y luego “concreto, concreto, concreto”.







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