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Domingo XI Tiempo Ordinario: "A quien poco se le perdona, poco ama"

Sun, 16 Jun 2013 08:26:00
 

CAMINEO.INFO.-

2Sa 12, 7-10.13
Salmo
31
Gal 2,
16.19-21
Lc 7, 36-8, 3

Contemplamos hoy a Jesús en casa de un Fariseo. Cuando mencionamos esta palabra “Fariseo”, nos vienen a la cabeza las duras controversias de Jesús con ellos, las preguntas trampa que le hacen, sus complots para matarlo y las duras palabras que Jesús les dirige. Hasta el punto que la palabra “Fariseo” ha pasado al lenguaje coloquial como un insulto. Si nos dicen que somos unos “fariseos”, todos sabemos que no nos están diciendo nada bueno.

Pues, Jesús va a comer a casa de uno de estos Fariseos, que eran los críticos más grandes que tenía entonces Jesús. Él lo hace con la seguridad que la buena nueva que anuncia es una buena nueva que salva, una buena nueva que libera de la esclavitud del pecado y hace de nosotros hombres nuevos (“es preciso nacer de nuevo”). Esta seguridad le lleva a comunicar a todos la buena nueva. Que puede ser acogida o rechazada, habrá fariseos, muy pocos, que la acogerán.

Esta actitud de Jesús es constante en su vida. Aunque los oyentes sean contrarios y críticos, siempre comunica la Buena Nueva. Esta actitud de Jesús es para nosotros una lección.
Tenemos en nuestro corazón una buena nueva que salva, que libera, no nos la podemos guardar para nosotros.

La gente están fatal, cada vez hay más gente rota, con heridas afectivas, psicológicas, espirituales, muy serias, y nosotros tenemos una buena nueva que cura, que salva... ¡Comuniquémosla! No nos encojamos, la necesitan. Jesús nos muestra el camino...

Decía el Papa Francisco en su primera audiencia: “También nosotros, si queremos seguirlo..., no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos "salir”, buscar con Él a la oveja perdida, a la más lejana. Recuerden bien: salir de nosotros, como Jesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús, y Jesús salió de sí mismo para todos nosotros.

“Alguien podría decirme: “Pero Padre no tengo tiempo", "tengo muchas cosas que hacer", "es difícil", "¿qué puedo hacer yo con mis pocas fuerzas, también con mi pecado, con tantas cosas?". A menudo nos conformamos con algunas oraciones, con una misa dominical distraída e inconstante, con algún gesto de caridad, pero no tenemos esta valentía de "salir" para llevar a Cristo.”

La mujer pecadora llora, “se queda... llorando a los pies de Jesús”, llora tanto que dice el evangelista “se puso a regarle los pies con sus lágrimas”. El pecado provoca tristeza, angustia, quita la paz, quita la alegría. El pecado rompe a las personas, esclaviza a las personas.

Es algo tan serio que Dios se ha hecho hombre en Jesucristo para liberarnos de esta esclavitud. Como decimos en las palabras de la consagración: “Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados”.

Estas semanas he confesado a los niños de primera Comunión de Cardedeu y Cánovas. A la mayoría les hacía un mismo discurso: después de decir sus pecados, yo les preguntaba: “¿y cómo te sientes después de hacer estas cosas?”.
Y ellos decían: mal.
Yo: Y cuando haces un favor a alguien ¿cómo te sientes?:
Ellos: muy bien.
Yo: Has visto lo importante, esto que has dicho cuando hacemos el mal nos sentimos mal, y cuando hacemos el bien, nos sentimos bien. ¡¡Esto es importantísimo!! Esta noche lo has de pensar un poco. Pero, ¿eh que hacer siempre el bien es muy difícil?
Ellos: Sí (contundente)
Yo: Y ¿quien ha venido para ayudarte a hacer siempre el bien?
Ellos: Jesús (les felicito........)
Yo: fíjate, si estás cerca de Jesús, Él te ayuda a hacer el bien, y si haces el bien, entonces eres feliz. Esto es la vida cristiana: cerca de Jesús, hacemos el bien, somos felices. ¡Qué fácil! Y ¿qué podemos hacer para estar cerca de Jesús?
Ellos: rezar, ir a misa, leer el evangelio...

El pecado nos hace infelices, el pecado hace a las personas que nos rodean infelices. Nadie puede vivir en pecado y ser feliz.

Acabo ya con una última idea del evangelio. Hemos observado en esta escena y en todas las que Jesús perdona los pecados, que nunca da importancia al número de veces que se ha pecado, ni a la gravedad del pecado, ni desde cuando se comete aquel pecado. En esta escena hemos visto como Jesús para perdonar los pecados, sólo pide tres cosas:

• La primera, muy evidente, que el pecador se acerque a Él.
• Arrepentimiento por los pecados cometidos.
• Fe en Él, en su persona.

En el sacramento de la Reconciliación, se dan estas tres cosas: nos acercamos a Jesús, Él actúa en el sacramento, lo hacemos arrepentidos, y con fe en la capacidad de Jesús de curarnos y salvarnos.









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