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Domingo X tiempo Ordinario:

Sat, 08 Jun 2013 23:42:00
 

CAMINEO.INFO.-

REYES 1, 17, 17-24
SALMO 29
GÁLATAS 1, 11-19
LUCAS 7, 11-17


En la carta a los cristianos de Galacia, San Pablo nos dibuja muy bien la esencia del cristianismo y lo hace contraponiéndolo a diversas ideas equivocadas. Esta carta es un pequeño tratado de teología práctica, concreta, al alcance de todos.

Hoy hemos leído el inicio de esta carta después de la introducción. Ha empezado Pablo diciendo: “La Buena Nueva anunciada por mí no es de origen humano”. Si la Buena Nueva de la que habla Pablo, viniera de los hombres, entonces, con nuestras fuerzas humanas podríamos alcanzarla. Pero, como la Buena Nueva no viene de los hombres, sólo con la fuerza de Dios es posible alcanzarla.

Y para consolidar esta idea capital, San Pablo mira de explicarla con su misma vida. Él seguía un camino (fariseo celoso que perseguía con furia la Iglesia de Dios), pero Dios irrumpe en su vida, lo cambia a él y él cambia de camino. Y él lo vive como una gracia recibida de Dios, cuando no es merecedor. Lo que él ha vivido no viene de los hombres, viene de Dios, lo que él anuncia no viene de los hombres viene de Dios.

Sólo por gracia de Dios podemos vivir la Buena Nueva. ¿Pero, qué pasa hoy en día? Vivimos en un momento cultural muy racionalista, y en un momento espiritual bastante voluntarista, y esta suma hace, pienso yo, que nos olvidemos bastante de la “gracia de Dios”.

El cristianismo voluntarista piensa: “si soy cristiano he de hacer esto, esto, y esto otro,...”.

El cristianismo correcto piensa: “a ver si Dios me da la gracia para hacer esto, esto y esto otro …

Son planteamientos totalmente diferentes. En uno se parte de uno mismo, en el otro se parte de Dios que actúa en nosotros. Todos estamos un poco aquí en medio, y si lo expongo es para animarnos todos a caminar más correctamente.

¿Y qué pasa si nos olvidamos un poco o mucho de la gracia de Dios? Entonces, no podremos vivir la Buena Nueva. Sin la gracia de Dios no podemos vivir la Buena Nueva. Sin la gracia de Dios no podemos vivir los mandamientos, sin la gracia de Dios no podemos vivir las bienaventuranzas.

¿Qué pasa entonces? Como vemos que todo esto de amar siempre, perdonar siempre, no juzgar, coger el camino estrecho, amar verdaderamente a los pobres, convertirnos, servir a los demás, ocupar el último lugar, ¡ser santos!,... como que todo esto nos cuesta mucho, como que sin gracia no lo logramos, entonces, rebajamos la exigencia, entonces, nos auto justificamos, entonces, nos conformamos en hacer lo que podamos.

Y haciendo esto, desactivamos toda la fuerza transformadora del evangelio. No podemos olvidar que Jesús nos llama a vivir plenamente todo lo que Él propone. Jesús no nos ha dado unos consejitos para que cada uno haga lo que pueda. ¡No!. Jesús nos llama a ser santos. Y con su gracia, y sólo con su gracia, podemos conseguirlo.

¿Cómo podemos recibir su gracia? Dos grandes caminos:

• Hemos de pedir y esperar sus gracias. Escuchamos una cosa que vemos que se nos hace difícil, por ejemplo “ser servidores de todos”, le pedimos la gracia de vivirlo. Insistentemente, como el ciego Bar-Timeo, y la esperamos con fe. Nuestra fe crea un espacio para que Jesús pueda actuar.
• La gracia la recibimos cuando nos “ponemos a tiro”. Cuando rezo, recibo gracias, cuando medito la Palabra, recibo gracias, cuando rezo el rosario, recibo gracias, cuando voy a misa recibo...

Vale la pena leer toda la carta de San Pablo para entender más intensamente que “la Buena Nueva no es de origen humano”.

Y en el evangelio, Jesús resucita a un joven muerto. En nuestra mentalidad racionalista, donde la acción de Dios es poco presente, le incomoda, un poco, un milagro como éste. Nos descoloca un poco.

Y no ha de ser así: Jesús es Dios, y por tanto, puede alterar las leyes de la naturaleza. Lo hacía antes y continúa haciéndolo ahora.

Los milagros de Jesús son un signo de alguna cosa, son un signo de su misión. Ya sabemos que Jesús no se encarnó para curar a unos cuantos enfermos, ni para resucitar a tres personas. Las curaciones, las resurrecciones son un signo de su misión.

Las curaciones son un signo de su victoria contra el pecado. Entonces entendían la enfermedad como consecuencia del pecado. Jesús al curar, está haciendo evidente que Él ha venido a liberarnos del pecado y que él vence el pecado.

Las resurrecciones son un signo de que con Él, la muerte será vencida. La muerte no tendrá ningún poder sobre sus seguidores.







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