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Domingo VII del Tiempo Ordinario: Hijo, tus pecados quedan perdonados

Sun, 19 Feb 2012 05:05:00
 

CAMINEO.INFO.-

ISAÍAS 43, 18-19. 21-22. 24b-25
SALMO 40
CORINTIOS 1, 18-22
MARCOS 2, 1- 12

Contemplamos hoy un diálogo poético y muy teológico entre la primera lectura y el evangelio.

Dice la primera lectura:”No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

Y el evangelio responde: “Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Esta es la cosa nueva (los pecados son perdonados) de la que habla la primera lectura. Por esto acaba diciendo la primera lectura: “Yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados”.

Ciertamente, fue una gran novedad: ahora hace 2000 años entre nosotros Jesús perdonó los pecados. El pecado nos agobia, nos provoca tristeza e inquietud. El pecado tiene consecuencias espirituales, psicológicas, y hasta físicas...

Y el perdón de Jesús nos cura de todo esto. En la escena del evangelio hoy han quedado vinculados el perdón de los pecados con la sanación.
Es una vinculación muy acertada: perdón y sanación. Porqué lo que pasa cuando Jesús nos perdona los pecados es que nos sana.

¿Tiene sentido hablar de pecado en el siglo XXI? ¿No será una cosa del pasado? ¿Nos hace bien hablar del pecado o nos puede hacer mal?

Nosotros hablamos de pecado porqué nos damos cuenta del drama de la existencia humana. El pecado responde a una visión realista de la persona humana. Miremos el mundo, mirémonos a nosotros, incuestionable; el pecado existe. Detectamos en nuestra persona una realidad que nos rasga el corazón. Hemos de ser sinceros de una vez por siempre: no reconocer el pecado es edificar nuestra vida en unos fundamentos ilusorios. Al lado de este reconocimiento, también encontramos el deseo profundo de rehacer nuestra vida, de empezar de nuevo nuestras relaciones, de poner cura a nuestras heridas, hasta a las más hondas.

Hay tres maneras de recibir el perdón/sanación de Jesús.


• Pedir y recibir el perdón en nuestra oración personal. Al final del día, cuando repasemos lo que hemos hecho, y nos examinemos en el amor, descubrimos que hemos faltado a la caridad en ciertos casos y pedimos a Dios su perdón.

• En el acto penitencial de la misa, también pedimos y recibimos el perdón por nuestros pecados. Como que siempre empezamos igual la misa, quizá ya no prestamos demasiada atención, pero es un momento que nos pide una actitud interior de pedir el perdón por los pecados y esperar recibir este perdón. Y la oración que hago al acabar este momento: “Que Dios Todopoderoso se apiade de nosotros, nos perdone los pecados y nos lleve a la vida eterna”, ¡es una oración de absolución de los pecados! Lo dice el misal, no es un invento mío... En letra pequeña y roja pone el misal: “El sacerdote da la absolución diciendo...”.

Por tanto, es un momento para vivirlo desde el interior con arrepentimiento, y con mucho deseo de recibir el perdón de Jesús, quedamos absueltos de nuestras culpas... Un perdón que sana...

• Y el tercer camino para recibir el perdón de Jesús ya lo sabéis todos: el sacramento de la reconciliación. Un camino claramente instituido por Jesucristo donde la acción sanadora de Jesús es más intensa, donde sabemos con certeza absoluta que Dios nos ha perdonado, y el único camino donde recibimos el perdón de los pecados graves.

En la película La Pasión, de Mel Gibson, hay una escena impresionante: Jesús carga con la cruz, cae y su madre le sale al encuentro y dice Jesús: “Ves madre, yo hago nuevas todas las cosas”. No es una frase de los evangelios, pero sí que sale en el Apocalipsis.

El perdón/sanación lo hace todo nuevo. Estamos tan acostumbrados, desde niños, a la idea del perdón de los pecados, que no sentimos admiración alguna. En cambio, la realidad es absolutamente maravillosa. El perdón/sanación lo hace todo nuevo.

Jesús actúa por la fe de los que lo llevan, y suponemos por la fe del paralítico,… Jesús para sanarnos también necesita nuestra fe… La sanación de Jesús depende de nuestra fe.

Pongamos que dos personas se confiesan del mismo pecado: los dos son perdonados, pero no reciben lo mismo, la sanación será diferente en cada caso: según su fe, su esperanza, su arrepentimiento, etc...







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