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LEVÍTICO 13, 1-2.44-46
SALMO 31
CORINTIOS 10, 31-11, 1
MARCOS 1, 40-45
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la primera lectura nos da el contexto para poder entender más profundamente el gesto de Jesús en el evangelio. El libro del Levítico nos explica cuales eran las disposiciones de la ley respecto a los leprosos:
• Tenían que vivir lejos del pueblo.
• Tenían que ir “harapientos” para que se reconociera de lejos su enfermedad.
• Tapados hasta la boca.
• Y tenían que gritar: “¡impuro, impuro!”, cuando alguien se les acercaba.
Pensad que cuando un leproso se acercaba a un pueblo, la gente lo hacía marchar tirándole piedras. Los maestros de la ley interpretaban la enfermedad como una consecuencia de los graves pecados del leproso.
Este es el contexto donde situamos la escena del evangelio. A partir de aquí tres ideas:
1) Jesús ante del leproso, el personaje más rechazado de la sociedad judía, deja que se acerque a Él y hasta le toca (dos cosas impensables para un judío de aquel tiempo). Él podía sanar sin tocarlo, pero quiso tocarlo.
En un contexto de discriminación y rechazo de los leprosos, la actitud de Jesús es de no rechazar, de aceptar, de acoger, proximidad, caridad,...
Hace unos años esto lo vimos con los enfermos de SIDA. Cuando eran rechazados por todos, y muchos acababan viviendo y muriendo en las calles, la Iglesia los acogió. Aún hoy más de un 30% de los enfermos de SIDA del mundo son atendidos por instituciones de Iglesia. ¡30%!
Y a lo largo de la historia de la Iglesia lo hemos visto: las primeras leproserías, los primeros orfelinatos, los primeros hospitales, los primeros comedores sociales, siempre han sido hechos por religiosos y religiosas.
Lo vemos, hoy en día, por ejemplo, a través de Manos Unidas la grandísima cantidad de proyectos de desarrollo que los católicos financian por todo el mundo. Lo hacemos, y lo hacemos cada año, aunque ya sabemos que no saldrá en los medios de comunicación. ¿No creéis que a veces parezca que esté prohibido hablar bien de la Iglesia?
Volvemos a Jesús … nosotros nos hemos de examinar en esta actitud de acogida al necesitado, al rechazado, al que menos cuenta...
¿Cuáles son nuestras actitudes hacia ellos? ¿Acogemos como Jesús? ¿O quizá somos más cercanos a comportamientos muy del mundo y poco del evangelio? Hemos de superar nuestras tendencias naturales y dejarnos llevar por el amor de Dios. ¡Caritas christi urget nos!
2) El leproso le suplica: “Si quieres, puedes limpiarme”, qué frase tan bonita. ¡Es una plegaria! Es una plegaria que también a nosotros nos hace falta hacer. También nosotros desde nuestras debilidades hemos de decir a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme”. Y Jesús nos dirá: “Quiero: queda limpio”. Cada vez vea más claramente que la única manera de estar ante de Dios es como un pobre, como un leproso, como el publicano en el templo: humildes, esperándolo todo del Padre.
3) Hacemos hoy la colecta a favor de Manos Unidas que nos ayuda a interpretar el evangelio en clave social: hoy los pobres del Tercer Mundo se acercan a nosotros y nos suplican como a Jesús:
“Si quieres, puedes limpiarme”
“Si quieres, me puedes curar de la ceguera, sólo necesito un poco de Vitamina A.”
“Si quieres, puedes evitar que muera de sed, sólo necesitamos un pozo de agua.”
“Si quieres, puedes evitar que muera de hambre, o que sea un niño soldado, o que sea explotado sexualmente, o que sea un niño sin infancia,...”
Jesús, nuestro maestro, aquel a quien nosotros seguimos, respondió: “Quiero”. Jesús delante del leproso se compadece (“Jesús compadecido” uno de los verbos más utilizados para referirse a Jesús). Compadecerse quiere decir: sufrir con el otro, hacer nuestro su padecimiento.
Y nosotros ¿qué respondemos delante de tantos que imploran nuestra ayuda?. ¿Qué respuesta damos en un mundo donde la riqueza está tan mal repartida y donde, providencialmente, nosotros vivimos en el rico occidente.?
Dice el Papa Juan Pablo II en la “Sollicitudo rei socialis”: “Los ciudadanos de los países ricos, individualmente considerados, especialmente si son cristianos, tienen la obligación moral de tomar en consideración, en sus decisiones personales esta interdependencia que hay entre su forma de comportarse y la miseria y el subdesarrollo de tantos miles de hombres.”. Se puede decir más fuerte pero no más claro…
Nosotros no podemos acabar con los problemas de la Humanidad, pero individualmente y colectivamente, tenemos una gran capacidad de hacer el bien.
El comportamiento de Jesús causaba sorpresa. Os imagináis qué sorpresa sería para el mundo si los cristianos vivieran un auténtico cambio de actitudes hacia nuestros hermanos del Tercer Mundo y del Cuarto mundo. Si nos empezáramos por amor a desprendernos de tantas cosas que no necesitamos, si empezáramos a vivir más austeramente, si empezáramos a tenerlos presentes en nuestras decisiones de cada día...
Pienso que este es el testimonio que el mundo necesita de nosotros. Cuando el mundo vea esto en nosotros, la gente volverá a llenar las iglesias. Porqué seremos creíbles, viviremos una credibilidad que ilumina ...
Otro mundo es posible, depende de cada uno. Como dice una bonita frase de una presentación de Cáritas diocesana de hace unos años: “Mucha gente pequeña, haciendo muchas cosas pequeñas, en muchos lugares pequeños, puede cambiar el mundo”.
