CAMINEO.INFO.-
ISAÍAS 55, 10-11
SALMO 64
ROMANOS 8, 18-23
MATEO 13, 1-23
Dios habla, Dios habla para transformar nuestra vida, nuestro corazón, nuestra existencia...
Lo vemos en la primera lectura donde Dios compara su palabra con la lluvia que cae del cielo, empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar. Su palabra no vuelve infecunda.
Y en el evangelio Jesús el hablar de Dios lo expone en una parábola: la semilla que el sembrador va esparciendo es la Palabra. Cada domingo el sembrador (Dios) esparce su semilla (Palabra) en este momento de la eucaristía. ¿Lo habéis pensado? Cada domingo...
Y delante de un Dios que habla hay dos actitudes posibles (resumiendo): rehusar la Palabra o acoger la Palabra.
La semilla es la Palabra, nosotros somos la tierra. La Palabra es para todos la misma, pero es la actitud de la tierra (acoger o rehusar) lo que hace que dé o no dé fruto.
Si creemos que Dios habla, hemos de escuchar y dejarnos empapar por esta Palabra. Todo lo que no sea acoger la Palabra con ansia, con esperanza, con deseo,... es rehusarla...
Acoger no es sólo escucharla: yo puedo escuchar a alguien y no acoger lo que dice. Si alguien me habla y acojo lo que dice, esto tendrá alguna repercusión en mi vida... Hace falta que nos preguntemos por el papel que tiene la Palabra en nuestra vida.
Cada día cuando abro el leccionario para meditar las lecturas del día pienso: “¿Qué me dirá Dios hoy?”
Al leer, meditar, rezar con la Palabra pasan cosas:
• Se te va abriendo el mundo interior, vivimos muy fuera de nosotros... Aprendes a mirar hacia dentro...
• Vas viendo cosas que antes no veías... ¡sorprendente!
• Recibes luces, convicciones, certezas,... Dios te habla.
Por ejemplo, a mí las lecturas de las misas de esta semana me han dado ciertas luces, me han ayudado a profundizar ciertas realidades:
• Soy enviado. Dios me envía. Tengo a Dios detrás, soy su enviado. Me comunica una tarea a hacer, pero él me da los talentos, las gracias para hacerla, y no deja nunca de darlos... Todos somos enviados...
• Otra luz que he recibido: delante de las dificultades, mirar al Padre. Jesús después de ir por unos cuantos pueblecitos ve que la gente está echada a perder y desesperanzada y ante esto no piensa cómo se han de organizar mejor, o si se ha de dividir en grupos más pequeños, o si han de cambiar de estrategia, sino que Jesús mira hacia el Padre, deposita la confianza en el Padre. ¡Qué gran enseñanza nos da Jesús!
• Y la última luz: ser cristiano comporta la persecución, es inherente a ser cristiano. Por tanto, hace falta acoger y amar la persecución. “Felices vosotros cuando os...”
Todas estas luces que vamos recibiendo cuando meditamos la Palabra van cambiando nuestra vida, poco a poco, ¡pero la cambian! Ir meditando, contemplando estas realidades transforma nuestras vidas...
Dice Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, que cuando estaba viviendo en una chabola en las afueras de Madrid y leía la Biblia a las persones que lo rodeaban: la vida de estas personas comenzaba a cambiar...
Es la experiencia de toda persona que con el corazón abierto se acerca a la Palabra, quizá no pase la primera vez o la segunda que cojas el evangelio, pero imposible leer el evangelio con el corazón abierto y que Jesús no hable a nuestra vida...
La tierra buena, la mejor tierra buena son los santos, por eso san Agustín dice: “Las escrituras se entienden a partir de la vida de los santos” ¿Por qué? Porqué ellos son quien mejor han acogido la Palabra, ellos son los que con más fidelidad la han vivido... Por esto, es tan recomendable leer biografías de santos...
Que esta eucaristía nos ayude a ser tierra buena que acoge la Palabra de Dios, de un Dios que habla...
