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CAMINEO.INFO.- Monseñor Jesús Sanz Montes, ofm




«Antes de tantos y de tanto ya estaba aquí el pueblo cristiano»

Fri, 09 Sep 2011 07:44:00
 
Monseñor Jesús Sanz Montes, ofm

CAMINEO.INFO.- Queridos Hermanos en el episcopado D. Gabino, Arzobispo Emérito; P. Jesús Esteban, Vicario Apostólico de Aguarico (Ecuador) y P. Enrique, Prefecto Apostólico de Battambang (Camboya), Sr. Vicario General de la Diócesis de Oviedo, Sr. Abad de Covadonga, canónigos capitulares de Covadonga y demás hermanos sacerdotes.

Excmo. Sr. Presidente del Principado de Asturias; Excmo. Sr. Presidente de la Junta General; Excmo. Sr. Delegado del Gobierno; Ilmo. Sr. Alcalde de Cangas de Onís. Excmas. Autoridades Judiciales, Académicas y Militares.

Miembros de la vida consagrada, seminaristas, cristianos laicos. Queridos hermanos y hermanas: El Señor llene de Paz vuestro corazón y trace siempre senderos de Bien bajo vuestros pies.

Hoy es el cumpleaños de María la Madre del Señor, y celebramos su natividad con aires asturianos honrando a nuestra Santina en Covadonga. Día especial por tantos motivos en los que todos los asturianos nos sentimos con gozo hermanos y festivos. Este año Covadonga y Amieva son un abrazo sereno desde el que elevar nuestra plegaria y brindar con sidrina por lo mucho que dar gracias fraternamente y pedir ayuda de corazón. Muchas felicidades a los que estáis aquí presentes y a cuantos siguen la celebración desde tantos lugares de Asturias, de España y del mundo a través de la televisión.

Era casi una niña, doncella joven para aquel tiempo y lugar, y en ella aconteció lo que para siempre prendió de asombro en cuantos la vieron o la recordaron a través de los siglos después. Todos han querido aportar algo con lo mejor de sus versos que con inspirada pluma escribieron, con lo más hermoso de las notas que sus músicas cantaron, con las aristas más granadas que sus gubias esculpieron, con lo más atrevido de sus pinceles que dejaron plasmados en los lienzos. Y así, cada cual con su arte, con su entraña, con su fe, con su afecto, han ido dejado en el tiempo los mejores elogios y filigranas hacia María como si fuera un homenaje pactado.

No ha habido más pacto en esta sinfonía de la gratitud que el cumplimiento de una vieja profecía, tal y como resulta en el encuentro del que nos ha hablado el santo Evangelio: todos te llamarán bienaventurada, dichosa, feliz. Y esta sagrada advertencia de una anciana bendecida en su esterilidad por la sorpresa de la vida, se hizo en la joven María un canto de alabanza con el que concelebró su más rendido gracias por un milagro todavía mayor. Si Isabel concibió en su vejez tras años de haber padecido en su vacío la maledicencia de sus paisanos, María concibió en su mocedad virgen de un modo todavía más extraordinario, por el que ella que era criatura quedaba de pronto henchida del Espíritu de Dios y constituida en madre de su Creador.

Es lo que en tantos sitios del mundo, en tantos rincones de España, se celebra en este día con la fiesta de la Natividad de María: con su nacimiento nació después esta maravilla que acabamos de recordar en el encuentro de dos mujeres, ambas madres de un milagro.
Es mi segunda Novena de la Virgen que he vivido aquí estos días pasados. Y he vuelto a maravillarme con inmensa gratitud al ver pasar a tanta gente de todos los rincones de Asturias, de tantos lugares de España, e incluso allende nuestras fronteras he visto llegar a gentes de sitios lejanos que por no pocas razones nutren aquí su esperanza.

Covadonga, lugar del pueblo cristiano
Tiene algo este valle de Covadonga que sube sinuoso por los caminos frondosos de estos bosques encantados. Hay un rincón misterioso entre las peñas del monte Auseva que nos preside, que podría contarnos tantas historias. No es un cobijo furtivo que esconde fechorías o en donde se conspiran maldades, sino una Cueva santa que sabe de secretos custodiados en el corazón de una mujer. Si este sitio pudiera desvelarnos su misterio nos asombraría cómo no ha habido lágrima que no haya sido enjugada y consolada, como sonrisa que no haya sido bendecida y celebrada. Como todo corazón de mujer, el de una madre, es un fondo inmenso donde tiene cabida lo más sentido de nuestro llanto y lo más gozoso de nuestro canto.

Y de esto nos habla la preciosa melodía que no ha dejado de cantar el murmullo del río que nace en nuestra santa Cueva deslizándose discreto desde las llanuras de Orandi. El amanecer tiene en Covadonga un encanto especial, cuando crece la luz arrebatada en rojos torbellinos y el alba apaga estrellas lejanísimas dejando a la tierra estremecida de rocío. Así lo canta un bello himno de laudes.

En medio de tanta belleza con innegable magia en este rincón asturiano se guardan siglos de historia cristiana. Y nos sabemos garantes celosos de lo que aquí se sigue narrando, de lo que aquí se viene a escuchar, de lo que aquí compartimos y celebramos. Porque antes de tanto y antes de tantos, ya estaba Covadonga con esta historia netamente eclesial del pueblo cristiano. No es una historia enigmática ni telúrica que tenga nada que ocultar, sino el paso sencillo de tantas generaciones que han encontrado aquí y así, un motivo para dar gracias a la Señora, para pedir gracia tal vez, para venir a celebrar su fe y nutrir de tantos modos lo que representa nuestra cultura.

Y porque antes de tantos y de tanto ya estaba aquí el Pueblo cristiano, Covadonga tiene esa clara denominación de origen que hace de su belleza natural, de su historia creyente secular, un enclave especial de identidad cristiana sin que tenga murallas altivas o puertas cerradas. Sí, Covadonga es cristianamente exclusiva sin ser excluyente de nadie. De este modo celebramos con apertura de miras y sin poner precios raros un lugar identitario que nos permite reconocernos los que no somos extraños, sino más bien y por tantos motivos, verdaderamente hermanos.

Hay tantos caminos y tantos motivos por los que sin traicionar nuestras raíces ayudarnos mutuamente a seguir adelante, en un sincero diálogo, con una colaboración leal y amable, buscando sencillamente el bien de todos en todos los sentidos para dicha de nuestra gente.

Así lo deseo sentidamente y estoy seguro que seremos capaces de pasar página del ayer con gratitud y escribir juntos la historia esperanzadora que tenemos por delante. A nuestro nuevo Gobierno del Principado de Asturias desde aquí le brindo mi mano en lo que a la Iglesia le compete, y en esta lealtad responsable que busca el bien de las personas estoy cierto, bien cierto, de que nos ayudaremos institucionalmente en este servicio común que por distintos motivos estamos comprometidos ante nuestro pueblo y nuestras gentes. Les deseo una feliz andadura en esta aventura del sabio gobierno y la certeza de nuestra oración y colaboración sincera.

Ante el Sínodo diocesano
La Iglesia en Asturias está concluyendo un periodo sinodal. La palabra sínodo significa etimológicamente: caminar juntos. Este camino compartido es lo que concluirá el próximo diez de diciembre, festividad de Santa Eulalia, en la iglesia madre de nuestra Catedral.

Ante un mundo plural y diferente debemos aprender a mirarlo juntos desde la Iglesia, sabiendo abrazar su suerte y destino, poniendo nombre a los retos, aportando lo mejor ante los desafíos, pero conociendo la realidad que tenemos delante en este tramo de la historia que siempre tiene fecha y domicilio. Esta será nuestra primera aproximación con la que comenzará la Asamblea sinodal.

De ahí pasaremos a la familia: hogar entrañable de la vida, santuario del amor verdadero, donde se transmite la fe y un modo de ver las cosas desde la atalaya cristiana a los niños y a los jóvenes. La juventud, como anoche pudimos volver a celebrar en la vigilia de oración que tuvimos en la explanada con tantos chicos y chicas, es nuestra esperanza. Lo hemos vivido en Madrid en la reciente JMJ que hemos tenido con el Santo Padre.

Quedan vibrantes sus palabras nada más llegar a Madrid, en donde ante casi dos millones de jóvenes no dudó en advertir los claroscuros que tantas veces acorralan a nuestra generación más joven. decía el Papa que “subsisten tensiones y choques abiertos en tantos lugares del mundo, incluso con derramamiento de sangre. La justicia y el altísimo valor de la persona humana se doblegan fácilmente a intereses egoístas, materiales e ideológicos. No siempre se respeta como es debido el medio ambiente y la naturaleza, que Dios ha creado con tanto amor. Muchos jóvenes, además, miran con preocupación el futuro ante la dificultad de encontrar un empleo digno, o bien por haberlo perdido o tenerlo muy precario e inseguro. Hay otros que precisan de prevención para no caer en la red de la droga, o de ayuda eficaz, si por desgracia ya cayeron en ella. No pocos, por causa de su fe en Cristo, sufren en sí mismos la discriminación, que lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada que padecen en determinadas regiones y países. Se les acosa queriendo apartarlos de Él, privándolos de los signos de su presencia en la vida pública, y silenciando hasta su santo Nombre. Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado”. Este es el realismo de un mensaje a nuestros jóvenes a los que como padre Benedicto XVI y todos nosotros queremos saber acompañar sin utilizar sus preguntas, sin manipular sus sueños, sin apropiarnos de su justa y razonable preocupación ante los horizontes inciertos.

Finalmente, en el Sínodo abordaremos los rostros de la pobreza que en nuestra sociedad tiene postrados a tantos hermanos y hermanas, a tantas familias. Lo sabe nuestra Cáritas y tantas de nuestras organizaciones que siguen saliendo al paso de la precariedad, del miedo, de la inseguridad y desesperanza. Si faltase este compromiso nuestro, estaríamos viviendo una fe que no sería cristiana ni fiel con el Evangelio.

Hermanos y hermanas, en este día en el que Asturias se viste de fiesta con nuestra Santina, deseo de corazón que ella nos bendiga y nos siga acompañando en la reconquista de lo que es bello, lo que es digno, lo que es bueno y verdadero.







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