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Portada:: Reflexión en libertad:: Pedro Luis Llera Vázquez:: ¿A quién vamos a evangelizar así?

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¿A quién vamos a evangelizar así?

Tue, 10 Dec 2013 06:56:00
 

Desgraciadamente, hay algunas comunidades cristianas corrompidas por el odio, las divisiones, las calumnias, las difamaciones, las venganzas, los celos, los deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa; y hasta persecuciones que parecen implacables cazas de brujas. “¿A quién vamos a evangelizar con estos comportamientos?”, se pregunta el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (párrafo 100).

Esto se debe a lo que el Santo Padre denomina “mundanidad espiritual”: “una tremenda corrupción con apariencia de bien”. Algunos falsarios “católicos”, disfrazados bajo una apariencia de religiosidad y de amor a la Iglesia, lo que realmente buscan es su propia gloria humana y su bienestar personal, en lugar de la gloria de Dios. Sólo les interesan realmente los cargos, los sueldos, los despachos; codearse con ministros, obispos y cardenales; el poder poner y quitar arbitrariamente; el figurar en los primeros puestos. A estos comediantes, les gusta rodearse de una cohorte de aduladores de todo pelaje dispuestos siempre a arrodillarse ante ellos, a la caza de privilegios y prebendas.

Esta oscura mundanidad se traduce muchas veces en una intensa vida social llena de salidas, reuniones, congresos, cenas, jornadas, recepciones. O se despliega en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la propia organización. En estas comunidades cristianas mundanizadas ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de la autocomplacencia egocéntrica de unos grupos elitistas encerrados en sí mismos.

Estos impostores sólo buscan sus intereses y no los intereses de Cristo. Son sepulcros blanqueados que únicamente se preocupan por guardar las apariencias: por fuera todo parece correcto y santo, pero debajo no esconden más que corrupción y muerte. Se sienten superiores por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico “conservador”. Confían en sus propias fuerzas y su seguridad doctrinal da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar, lo que hacen es etiquetar a los demás. Gastan las energías en controlar, en mirar desde arriba. Rechazan la profecía de los hermanos y recurren a las amenazas, a las injurias y a las descalificaciones personales contra todos los que se atreven a cuestionarlos. “Quien pronuncia "palabras cristianas sin Cristo", es decir, sin vivir y aceptar la enseñanza cristiana plena, se hace mal a sí mismo y a los otros, porque está vencido por el orgullo y causa división también en la Iglesia”. Son palabras del Santo Padre. No son los que denuncian el pecado quienes provocan división; la unidad la rompen los farsantes cuyas obras desmienten una y otra vez lo que dicen profesar.

Como sólo miran por sus propios intereses y por su propio bienestar, no aprenden de sus pecados ni están abiertos al perdón. El horizonte de su corazón no llega más allá de lo puramente inmanente. No tienen temor de Dios. No se dan cuenta de que algún día, cuando menos se lo esperen, se tendrán que presentar ante el Señor y rendir cuentas de su corrupción y del mal que han hecho a sus semejantes. Como tendremos que hacer todos: ni más ni menos. Seguimos citando al Papa: “Una palabra cristiana sin Cristo te conduce a la vanidad, a la seguridad de ti mismo, al orgullo, al poder por el poder. Y el Señor derriba a estas personas. Esta es una constante en la historia de la Salvación. Lo dice Ana, la mamá de Samuel; lo dice María en el Magnificat: el Señor derriba la vanidad, el orgullo de aquellas personas que se creen ser de roca”.

En este tiempo de Adviento, pidamos por nuestra conversión y mantengámonos firmes en la esperanza en Cristo. Todos somos pecadores: yo, el que más. Convirtámonos y limpiemos el establo de nuestras almas para que no caigamos en el fariseísmo y en la mundanidad espiritual. Abramos las puertas para que Cristo pueda venir a nacer y a reinar en nuestros corazones. Combatamos al mal con el bien. Recemos por quienes nos humillan y nos desprecian. Pero poner la otra mejilla significa que, a pesar de las humillaciones y las persecuciones, debemos seguir denunciando la impostura y la hipocresía , siendo testigos de la verdad, le pese a quien le pese. Aunque a algunos les resulte incómodo o no les guste. Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien» (Rm 12,21). Recemos por los enemigos: es un hermoso paso en el amor y un acto evangelizador.







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10-12-2013, El Sendero del Cristo...

Me ha gustado. La autocrítica debe ser constante... aunque esta autocrítica, es más bien crítica a determinados hermanos, sin señalar concretamente a nadie. Pero es bien cierto lo que dices. De nada vale perseguir la gloria personal, cuando uno está hollando el Sendero del Cristo...

Miguel Ángel Alfaro López

malpharus@hotmail.com


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