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Portada:: Reflexión en libertad:: Diego Quiñones Estévez:: Los daños morales de las partidocracias contra el Reino de España.

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Los daños morales de las partidocracias contra el Reino de España.

Tue, 03 May 2016 22:53:00
 

Tras la farsa de una cínica e inútil legislatura de cinco meses de la mano de un Gobierno de la partidocracia de centro neoliberal socialdemócrata laicista, en funciones con los mismos gravísimos problemas de una crisis total, y tras las fracasadas propuestas, o, más bien, del cínico teatro de pactos y diálogos inviables de las demás partidocracias, también laicistas anticatólicas, de las izquierdas neosocialista y neocomunista y de la neoliberal de centro izquierda y de las partidocracias comparsas de los nacionalismos secesionistas y terroristas: se condena a los apáticos habitantes de las autocráticas autonomías a otras elecciones generales para finales de Junio de 2016, comunidades autocráticas que, desde que ideológicamente se empotraron en la Constitución Española, allá por el año 1978, han renegado del sentido histórico y constitucional del Reino de España.

 

Disueltas las Cortes Generales del Reino de España, de una Monarquía Parlamentaria representada por el Jefe del Estado, el rey Borbón Felipe VI. Una monarquía ausente y maniatada a los dictámenes de las partidocracias en el poder y en el contrapoder. Las Cortes Generales del Reino de España, de cuyos orígenes, que son medievales, debería aprender: primero, de la Curia Regia o Real, una institución gótico-romana de carácter consultivo y deliberativo, de las monarquías electas visigodas dependientes de la nobleza, del clero, de las órdenes religiosas de la Iglesia Católica pero sobre todo del rey a quien asesoraban  en asuntos políticos, administrativos y judiciales; y segundo,  la Curial Real evoluciona[1] hacia la institución de las Cortes medievales de los reinos de España en Reconquista contra el islam invasor, que eran ya de carácter representativo de todos los componentes del pueblo, entendiendo a éste como el componente de una comunidad jurídica, la cual debía  impedir que los monarcas y la nobleza utilizarán contra el pueblo un poder absolutista que atropellaran sus derechos y deberes.

 

Las Cortes Generales de la actual Constitución Española de 1978, conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado, deberían tomar nota, junto a la Monarquía borbónica de lo que debería haber sido y han de ser: la representación comunitaria plural como lo fueron las Cortes medievales, cuyas competencias eran legislativas, políticas y económicas:

 

“Cuatro eran los Brazos o Estamentos que concurrían a las Cortes, si bien representaban, en realidad, a tres esferas tan sólo: eclesiástica, señorial y popular. Cada una de ellas hacía valer sus derechos­­­-que en un régimen de libertad limitaban los de los demás-, y designaba al efecto sus representantes[2]”.

 

“De las Cortes de la Edad Media, en todos los pueblos fueron representativas de las clases político-sociales y, no conocida la división de los poderes del Estado que, por cierto, en la forma consagrada hoy por la ciencia es absurda, abarcaban todas las funciones, a la manera de las actuales Cortes de Inglaterra, y especialmente era de sus atribuciones la legislación, que semejaba los contratos, y mucho de la función judicial, que era la potestad de hacerlos cumplir, y cuyo órgano de ejecución se reputaba ser el Rey, órgano que en Aragón, en diversas atribuciones y por grados, pasó a ser la Justicia.[3]

 

Ni en otros siglos atrás, cuando nuestra Patria España se forjaba como identidad histórica cristiana católica, de modo intencionado, se le ha dañado tanto en sus fundamentos morales. Basta con  lo antedicho arriba sobre las Curia Regia y las Cortes medievales, y con un ejemplo moral y político del siglo XV, el testimonio literario del católico y prerrenacentista  don Íñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana (1398-1458), cuando España luchaba por acabar con  la Reconquista de las regiones invadidas por el islam invasor y desintegrador de los hispanos, pero también para calmar las luchas intestinas de la nobleza y de los reyes de los reinos peninsulares que preponderaban en la política nacional y mediterránea, de la Corona de Castilla y León, de la Corona de Aragón, de Navarra y de Portugal.

 

De los daños peligrosos de las políticas del poder por  el poder, sin estar al servicio de los gobernados, en una época de transición histórica hacia la unidad de los reinos y regiones peninsulares de España y Portugal, los advirtió el Marqués de Santillana, en uno de sus sonetos, “hechos al itálico modo”,  de carácter político- moral: 

 

(…)

“Oy qué diré de tí, triste emispherio,

O patria mía, que veo del todo

Yr todas cosas ultra el recto modo,

Donde se espera inmenso laçerío[4]...

 

¡Tu gloria é laudes tornó vituperio

É la tu clara fama en escureça!...

Por çierto, España, muerta es tu nobleça,

E tus loores tornados haçerío[5] .

 

¡Dó está la fée?...¡dó está la caridat?...

¡Dó la esperança?... Ca por çierto absentes

Son de las tus regiones é partidas.

 

¿Dó la justicia, templança. egualdat,

Prudençia é fortaleça?...Son presentes?...

Por çierto non: que léxos son fuydas.

 

En los tiempos convulsivos y de desorientación moral, como lo fue en la época del Marqués de Santillana, y como lo ha sido durante el siglo XX y ahora en continuidad, en el siglo XXI, por la España y por la Europa, sin igualdad, porque se olvida su identidad histórica cristiana y grecorromana al estar maniatadas a la invención de una Unión Europea de la cristianofobia y del economicismo, del entreguismo al multiculturalismo relativista, y de la rendición al totalitarismo del islamismo terrorista: se han dañado los valores morales de las virtudes teologales(fe, esperanza y caridad) y de las virtudes cardinales (fortaleza y templanza, justicia y prudencia).

 

 

Santillana como cortesano,  noble, político de acción y como caballero letrado y de armas, como escritor humanista  de compromisos y  convicciones morales cristianas católicas, participó y se lamentó de las intrigas, de las luchas políticas, de las guerras civiles pero elogió la unidad de los reinos de España contra el enemigo común, el invasor moro de los reinos peninsulares en ebullición porque se había de recuperar y fortalecer la identidad y la unidad histórica hispánica.

 

Supo reconocer sus errores políticos y sus aciertos porque  siempre antepuso el bien común de la Patria España a los intereses particulares. La  advertencia en sus escritos morales y políticos, sirvió para impedir la desintegración total de los reinos de España. Tiempo más tarde, España se fraguó como el primer Estado Moderno en la unidad política, territorial, social, económica, cultural y religioso-cristiana católica de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla(1451-1504) y Fernando II de Aragón y V de Castilla(1452-1516).

 

De la decadente y reaccionaria política en el vilipendiado Reino de España del siglo XXI, se ha de desprender la clase política, que ha convertido a los partidos, en el poder  de las partidocracias del odio y la violencia verbal mediático-política y parlamentaria, sin virtudes ni valores morales y éticos, democráticos y constitucionales, sin identidad histórica de España como Patria, Nación y Estado con soberanía innegociable e indisoluble.

 

¿Aprenderán del valioso legado político-jurídico de las instituciones históricas de la Curia Regia gótico-romana y de las Cortes medievales de los reinos de España, como encomiables ejemplos para rectamente gobernar al servicio del bien común desde la plural representación parlamentaria de la comunidad histórica del pueblo español?

¿Aprenderán de la sabiduría cristiana católica, griega y romana, que tan pródiga se esparce por la milenaria Historia de España y de Europa, como la del primer Marqués de Santillana, don Íñigo López de Mendoza?

 

 



[1] Arregui Lucea, Luis Felipe, “La Curia y las Cortes en Aragón”, en Dialnet:    https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2110364.pdf.

[2] Ibídem, pág. 12,

[3] Carlos López de Haro, La Constitución y libertades de Aragón y el Justicia Mayor (Madrid, 1926), citado por Luis Felipe Arregui Lucea, Op. Cit., págs., 9-10.

[4] Laçerío: lástima, miseria, desastres.

 







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