España sin autoridad política.

Las partidocracias en España, jamás han querido ejercer el principio democrático y constitucional que es propio de las comunidades humanas moral, ética y jurídicamente equilibradas, el principio de la autoridad política cuyo fundamento es Dios y que nace de la misma sociedad.

Dios es el principio y fin de toda autoridad política que se guía sobre todo por la ley moral. La autoridad política en España, nunca ha garantizado el bien común de la sociedad española en sus instituciones, según un orden moral o ético, para que todos los ciudadanos cumplan con un orden jurídico que sea legítimo en tanto y en cuanto esté al servicio de progreso humano integral y no ideológico partidocrático, que es lo que ha acontecido en España.

Como no se ha ejercido una autoridad política desde la justicia del bien común de la ley moral, el pueblo español, por irresponsabilidad y culpa de él mismo y por mayor irresponsabilidad y culpabilidad de los representantes políticos que han elegido para que les gobierne en las instituciones del Estado, no ha sido el sujeto de la autoridad política, siendo como es titular de la soberanía y no de los consensos populistas o partidistas amañados por las obsesiones despóticas de poder de los partidos políticos, de las partidocracias que han desquiciado el imperfecto modelo de democracia avanzada que postula la Constitución Española de 1978.