Identidad y unidad histórica de España en la diversidad regional.

Nuestra España histórica e historiográfica, no se identifica con el centralismo de Castilla, como promovió el absolutismo y el despotismo monárquico entre los siglos XVII y XVIII, primero, y luego, en los siglos XIX y XX, el liberalismo conservador frente a la propaganda y los conflictos descentralizadores de los nacionalismos secesionistas, el liberalismos radical y las izquierdas antimonárquicas, sin dejarnos atrás, en el siglo XX, el centralismo autoritario de la Dictadura Franquista.

La grandeza Castilla, se debe a que Castilla junto a León, y antes en el siglo VIII el Reino de Asturias, con quien se inicia la Reconquista contra el islam invasor, fue la primera impulsora del principio histórico de nuestra identidad y unidad como Nación y Estado, pero a la que luego se sumaron los otros reinos cristianos católicos de otras regiones históricas, que engrandecieron a España junto a Castilla cuando culminaron la Reconquista en el año 1492 con los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla I y Fernando II de Aragón.

La soberanía territorial de España, ahora en estos inicios del siglo XXI, una vez más vuelve a ser cuestionada para ser destruida. Recordemos que nuestra soberanía territorial, se logró con los visigodos para después, en el año 711 ser fracturada durante ocho siglos con la invasión del islam. Soberanía territorial en la unidad de España, que se recobró en el siglo XV con el fin de la Reconquista por parte de los Reyes Católicos.

Siglos más tarde, en el siglo XIX, se volvió a romper nuestra soberanía territorial con la invasión de España por la Francia napoleónica, para recuperarla tras otra guerra, la Guerra de la Independencia (1808-1814).

Desde los siglos XIX y XX, y ahora en el siglo XXI, se ha intentado de nuevo la fractura definitiva de la soberanía territorial, de nuestra identidad y unidad histórica como Patria, Nación y Estado, pero por la acción directa o traidora de los nacionalismos secesionistas de izquierdas o conservadores, permitidos, cuando no alentados, por las políticas ideológicas de poder de laspartidocracias: el socialismo y el liberalismo de centro derecha relativista, que han falseado el Estado de las Comunidades Autónomas.

Las autonomías en España, a diferencia de cómo fueron y cómo actuaron en la Edad Media los reinos cristianos católicos en la Reconquista, no han contribuido a mantener la unidad territorial, social, económica, cultural, espiritual y financiera de España, al contrario, mientras que los reinos cristianos medievales, a pesar de sus diferencias y guerras entre ellos, se unieron para vencer al invasor enemigo que era el islam para así alcanzar la unidad y la soberanía de España, las autonomías se han convertido en microestados autocráticos, que no hacen más que contribuir a la destrucción de nuestra identidad y unidad histórica.

Como en el anterior siglo XX, como ahora, en el siglo XXI, nuestra España histórica e historiográfica, no es un laboratorio ideológico donde se han inventado unas micropatrias y micronaciones, unos microestados y microterritorios, permitidos por las partidocracias de izquierda y derecha para mantenerse en el poder con la ayuda de las oligarquías y las partitocracias de los totalitarios nacionalismos radicales, separatistas y terroristas de los ultracatalanistas y ultravasco-etarras. El enemigo de la identidad y unidad histórica de España, no es otro, que las micropatrias y micronaciones, los microestados y microterritorios, en que han degenerado el Estado de las Autonomías con estatutos inconstitucionales o anticonstitucionales.

Las demagogias nacionalistas anticonstitucionales, destructoras de la identidad, la soberanía y la unidad histórica de España, se han inventado falsas identidades nacionalistas como alternativas y sustitutorias, porque han destruido lo que en la Historia de España han sido las regiones: diversidades regionales que han articulado el bien común de España, por ser integradoras y no desintegradoras. España se haconfigurado como Patria, Nación y Estado en una unidad e identidad histórica articulada desde la diversidad de sus regiones, conformando un todo histórico.

Desde la puesta en marcha de la Constitución Española de 1978, se nos ha fabricado un simulacro de democracia constitucional parlamentaria y monárquica, impulsado por las ideologías de izquierda y derecha junto a las muletas secesionistas e independentistas de los nacionalismos radicales, que, han arramblado con lo que significa España como Patria, Nación y Estado, considerándola de modo despectivo, como un país virtual, el país de las autocráticas autonomías, que se manifiestan como antipatrias, antinaciones y antiestados, pues, no han contribuido más que a la desmembración de la sociedad española en todos los aspectos: económico, social, político, cultural, espiritual, moral, financiero, institucional, territorial, democrático, constitucional…

Los únicos beneficiados de este caótico país de microestados autárquicos, ha sido la clase política de las dos partidocracias alternantes en el poder, más sus colaboracionistas de las partitocracias nacionalistas y oligarcas, sin dejarnos en el olvido, a las oligarquías mediáticas, financieras, empresariales y sindicalistas. El resultado en este siglo XXI no podía ser otro que un caos, un caos que se ha ido acrecentando con la crisis nacional e internacional, porque, la ideologizada descentralización del Estado Español, ha sido desastrosa. En este caos se refleja, que, la consolidación de una democracia constitucional en España de nuevo ha fracasado, como ya sucedió en los siglos XIX y XX.

La Constitución Española de 1978 ha sido un mercadeo político entre las dos partidocracias que se turnan en el poder en el cual participan las partidocracias de los totalitarios nacionalismos radicales y secesionistas de izquierda o derecha. Las consecuencias de tantas y tantas décadas de mercadeo político, ha sido la corrupción del Estado de Derecho, como se comprueba en la degradación de las instituciones y en la desmoralización de la sociedad española, apática y abúlica, que no quiere reaccionar como debería hacerlo, si fuera una sociedad responsable y comprometida con lo que significa España.

España no es una nación de naciones o de mitológicas nacionalidades ibéricas federas o confederadas, como ya fabularon en el siglo XIX y en el siglo XX los serviles historiadores e historiógrafos de los totalitarios nacionalismos separatistas de vascos y catalanistas, sin lograrlo, pero, contribuyendo a promover el caos político y social que desembocó en la Guerra Civil en tiempos de la II República (1931-1936). España ha de evitar otra desintegración de lo que significa como Patria, Nación y Estado en la Historia Universal, porque de lo contrario, ello sería irreversible.