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Portada:: Reflexión en libertad:: Diego Quiñones Estévez:: El nacionalismo totalitario antieclesial

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El nacionalismo totalitario antieclesial

Mon, 15 Oct 2012 22:54:00
 

Lo que define al Cristianismo Católico, desde sus orígenes teológicos e históricos, es la universalidad de la Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, porque tiene el mandato de su fundador, Cristo, de llevar el mensaje de Salvación por todo el mundo, en cualquier lugar, tiempo y circunstancias históricas.

Este es el compromiso irrenunciable de la Iglesia Católica en España, milenario compromiso que se traiciona cuando se distorsiona la unidad de la Iglesia universal y la universalidad de la Palabra de Dios, y se las encarcela en las mentiras de los nacionalismos totalitarios y antieclesiales de los nacionalismos etnocéntricos y etnolátricos, que utilizan a la Iglesia Católica para romper la identidad y unidad histórica de España, como identidad y unidad espiritual y cultural que, comienza en el siglo I d.C., llega hasta ahora el siglo XXI, y continuará prolongándose en la Historia de España.

En España, durante los casi treinta y cinco años de democracia fallida, los resultados de la utilización política de los totalitarios nacionalismos secesionistas han sido perjudiciales para la identidad y la unidad eclesial y espiritual de España, debido a que los nacionalismos totalitarios vasco-etarra terrorista y el catalanista, han sumido en la descristianización a las regiones de Vascongadas y Cataluña. Recordemos, que, los nacionalismos separatistas conservadores, en España, desde los siglos XIX y XX, vienen empleando el Cristianismo católico para satisfacer sus intereses de poder, lo mismo que el nacionalismo totalitario de izquierda.

Cuando a finales del siglo XX y en estos inicios del siglo XXI, el anacrónico laicismo radical de la partidocracia del socialismo, arremetió contra la presencia histórica y constitucional de la Iglesia Católica en España, le siguieron en la misma arremetida contra el derecho a la libertad religiosa, los nacionalismos totalitarios conservadores, que, para mayor ignominia, se adscribían dentro de la corriente ideológica de la democracia cristiana, y ya no digamos, cómo actuaron las reaccionarias fobias anticatólicas de los nacionalismos totalitarios de izquierda.

Las consecuencias para la fe de los vascos y catalanes, como también para el resto de España, pero particularmente en estas regiones de España, laceradas por el imperialismo totalitario de los nacionalismos secesionistas, han sido mucho más terribles, porque, la práctica religiosa, el compromiso eclesial de los cristianos católicos en Vascongadas y Cataluña, han sido arramblados hasta caer en el agujero negro de la increencia, del anticlericalismo y de la insolidaridad.

Los datos del año 2006[1], indican que sólo el 16 % de la población catalana era católica practicante, mientras que el de ateos e indiferentes había aumentado en un 30 %. Las previsiones para los cinco próximos años, es que siga decreciendo el número de creyentes practicantes católicos, que puede ser de un 12%. Con este ejemplo claro de la crisis profunda de fe en Cataluña, atizada y aumentada por el totalitarismo nacionalista, se nos indica que el Catolicismo está en minoría, y será más minoría, perseguida y arrinconada si la independencia de Cataluña, como la de Vascongadas, se hacen una catastrófica realidad política, por no haber sido evitada y neutralizada por las partidocracias de derecha e izquierda en el poder del Estado Español, pero sobre todo, por no haber sido evitada por los católicos, ya sean seglares o autoridades eclesiásticas, que han preferido rendir culto a las perversas ensoñaciones de las etnolatrías nacionalistas, antes que seguir las directrices seculares de la Iglesia Católica sobre los peligros de mezclar el poder político con el poder religioso.

La Iglesia Católica ha de evitar repetir los errores de los nacionalismos antieclesiales, los cuales aparecieron por Europa entre los siglos XVI y XVIII, con las guerras político-religiosas del absolutismo o autoritarismo monárquico, en tiempos del Imperio Español,y luego se afianzaron en el siglo XVIII con el despotismo ilustrado monárquico.

Por 1682, cuando gobernaba en Francia el Rey absolutista Luis XIV, el Rey Sol (1638-1715), con los cuatro artículos galicanos[2] del religioso y escritor Jacques Bénigne Bossuet(1627-1704), aparece el galicalismo, que era la continuación del jurisdiccionalismo y del regalismo, nacidos a finales de la Edad Media en Inglaterra y Francia, y que se afianzaron con el Gran Cisma de Occidente o Cisma de Avignon(1378-1417).

El jurisdiccionalismo y el regalismo, como luego el galicalismo, ponían el poder regio absoluto por encima del poder espiritual del Papa, bajo el principio de praemunire, el cual exigía la autorización del rey para las relaciones con Roma.[3] La masonería y los absolutistas y despóticos reyes ilustrados, traidores católicos, otorgaban al Estado amplísimas prerrogativas en los asuntos eclesiásticos. Consideraban que debían recuperar los derechos originarios que, según ellos, habían sido usurpados por Roma, como eran los privilegios jurídicos y fiscales, la plena jurisdicción para nombrar obispos, la autoridad del soberano sobre el clero, etc.

Estos privilegios del poder del Estado contra la Iglesia Católica, que en Francia se remontaban a la Pragmática Sanción de Bourges(1438), nunca fueron aceptados por los papas, ya que dieron lugar a reiterados litigios entre Roma y Francia, que durarían hasta el siglo XVIII.

El regalismo, el galicalismo, llegaron hasta los inicios del siglo XIX, cuando con el Romanticismo en Europa, surge el nacionalismo positivo y negativo de la mano de la ideología liberal. La masonería junto al liberalismo, como luego en el siglo XX, junto al socialismo y el comunismo, el fascismo y el nazismo, continúan y recrudecen el nacionalismo antieclesial y anticlerical. Algunas veces, estas ideologías aplican políticas que simulan defender los derechos y deberes de los católicos, pero, otras, las más, como fueron las ideologías totalitarias del socialismo, del comunismo, del fascismo y del nazismo, las políticas del Estado son intervencionistas y de sanguinarias persecuciones antirreligiosas.

La actitud de los cristianos católicos ante estas políticas antieclesiales en los siglos XIX y XX, fue la de, o bien tomar una actitud pasiva y defensiva, por miedo a participar y ejercer el derecho y el deber en los asuntos políticos, o bien tomar una actitud activa de denuncia y resistencia no violenta contra las violaciones continuas del derecho a la libertad religiosa por parte de las ideologías de los nacionalismos totalitarios.

El nacionalismo totalitario antieclesial, coloca al estado como centro exclusivo de la vida política. Reemplaza el nacionalismo positivo que se fundamenta en la Nación, y en el Estado que reconoce a ésta, como una comunidad histórica basada en la identidad, en la soberanía, en la unidad nacional de carácter político, religioso, cultural, económico, moral, ético y lingüístico. Por contra, el nacionalismo negativo, el nacionalismo totalitario, pervierte el sentido histórico del nacionalismo, al convertirlo en ideología política, en una etnolatría totalitaria, que es el un instrumento de poder para alcanzar el independentismo, el secesionismo, cuando la Nación y sobre todo el Estado se debilitan y entran en crisis política e institucional.

El nacionalismo totalitario, transforma al estado en el ídolo de la prepotencia nacionalista, cuyo único fin es lograr un imperialismo político, social, económico, cultural, espiritual y colonial. Desprecia el bien común de las libertades y del Estado de Derecho, a los que reemplaza por el intervencionismo del estado. Un ejemplo de ello, lo tuvimos en el siglo XX en España, con el autoritarismo de la Dictadura Franquista(1939-1975), en el nacionalcatolicismo, autoritario más que totalitario, y tras éste( después de casi treinta y cinco años de la aprobación en 1978 de la fallida Constitución Española, y durante la demolición de la misma) con los nacionalismos totalitarios, nacidos de los nacionalismos guerracivilistas de los siglos XIX y XX, los nacionalismos totalitarios antieclesiales del terrorismo vasco y el catalanista, tanto de izquierda como de derecha, sin dejarnos atrás los otros ficticios nacionalismos separatistas, como el nacionalismo filoislámico andalucista.

No debemos olvidar, que estos nacionalismos totalitarios antieclesiales, utilizaron el Cristianismo Católico, a la Iglesia Católica, para alcanzar sus delirantes y perversos proyectos secesionistas, y en ello participaron y participan laicos, religiosos y clérigos católicos, los cuales se dejaron y se dejan llevar por las ensoñaciones totalitarias antieclesiales, anticonstitucionales y antidemocráticas, arrinconando las seculares enseñanzas y normas de la Iglesia Católica, relativas a la separación entre el poder político y el poder religioso.

La Conferencia Episcopal Española[4], ya advirtió en 2002 a los católicos españoles en la Instrucción Pastoral Valoración Pastoral del Terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias:

(…)La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, dan lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.

35. España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.

(…)

Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria.[5]

La Iglesia Católica, ante la gravísima situación moral, política, social, económica, cultural, espiritual e institucional de España, de nuevo, en el año 2006, nos volvía aadvertir en otra Instrucción Pastoral, las Orientaciones morales ante la situación actual:

73. La Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la unidad política de España.

Pero enseña también que, en este caso, como en cualquier otro, las propuestas nacionalistas deben ser justificadas con referencia al bien común de toda la población directa o indirectamente afectada.

Todos tenemos que hacernos las siguientes preguntas. Si la coexistencia cultural y política, largamente prolongada, ha producido un entramado de múltiples relaciones familiares, profesionales, intelectuales, económicas, religiosas y políticas de todo género, ¿qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos? Es un bien importante poder ser simultáneamente ciudadano, en igualdad de derechos, en cualquier territorio o en cualquier ciudad del actual Estado español.

¿Sería justo reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que pudiéramos opinar y expresarnos todos los afectados?

(…)

La Conferencia Episcopal, nos traía el ejemplo de las palabras y la actitud de rechazo de los nacionalismos totalitarios por parte del Santo Padre, el Beato Juan Pablo II, cuando en 1996, el nacionalismo totalitario de los partidos secesionistas italianos, habían puesto en peligro la fractura de la soberanía, la identidad y la unidad histórica de Italia:

Nos sirve de ayuda las palabras del Papa Juan Pablo II a los Obispos italianos: "Es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada" por parte de todos. Hay que evitar los riesgos evidentes de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública en favor de pretensiones particularistas o reivindicaciones ideológicas. [6]

Y recientemente, en este año 2012, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, prosigue indicándonos que el bien común es el fundamental principio para la solidaridad entre los españoles de los cuatro puntos cardinales:

Sin embargo, el malestar social y político debería ser para todos un reclamo a la búsqueda sincera del bien común y al trabajo por construirlo entre todos. Este malestar no debería ser alimentado como excusa para la promoción de ningún interés político o económico particular, a costa del interés general, tratando de aprovechar en beneficio propio el descontento o elsufrimiento de muchos. Nadie se debería sentir ajeno al peligro de caer en este grave abuso: ni las personas, ni los grupos sociales, económicos o políticos. [7]

La Iglesia Católica en España debe seguir evitando que algunos católicos y no católicos, caigan en las trampas de los nacionalismos totalitarios de vascos, catalanes y de sus segundones nacionalismos imitadores del secesionismo, cuyos estatutos inconstitucionales han provocado el falseamiento y el incumplimiento de la Constitución Española (1978), porque sería volver a reactivar las peligrosas y anacrónicas reivindicaciones del independentismo del principio de las nacionalidades y del anexionismo, que tantos conflictos sangrientos, como guerras y terrorismo, han provocado en Europa y España en los siglos XIX y XX.


[1] Religión en Libertad.com. Noticias y análisis en la red, "¿Qué pasaría a la fe de los catalanes, si Cataluña se independizase? Lo que dicen los estudios", 6 de octubre de 2012, en www.religionenlibertad.com/

[2] Hertling, Ludwig, "La época del Barroco en Europa", en Historia de la Iglesia, Edit. Herder, Barcelona, 1986, ps 377-378 Cap. XIII.

[3] Varios autores, "Gregorio XII" y "Clemente XIII", en Diccionario de los Papas y Concilios, Edit.Ariel, S.A., Barcelona, 1998, ps 276-277, y 390-391.

[4] Conferencia Episcopal Española, Valoración Pastoral del Terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, Noviembre 2002, Nºs 33 y 35, en Colección Documental Informática. Documentos oficiales desde 1996, en www.conferenciaepiscopal.es

[5] Ibídem.

[6] Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral, las Orientaciones morales ante la situación actual, Nº 73, en, en Colección Documental Informática. Documentos oficiales desde 1996, en www.conferenciaepiscopal.es

[7] Conferencia Episcopal Española, Declaración de la CCXXV Comisión Permanente, Ante la crisis, solidaridad, 3 de Octubre de 2013, en www.conferenciaepiscopal.es







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