Hasta ahora, cuando caminamos por la senda del Siglo XXI, políticos y autoridades han colaborado en los desvaríos de la quimera del nacionalismo secesionista, porque era y es un medio para alcanzar y mantenerse en el poder.
Con la crisis, las finanzas, los presupuestos del Estado se han agotado de tanto esquilmarlas con los latrocinios, las corruptelas y los nepotismos de las partidocracias en el poder, y claro, la quimera del nacionalismo independentista y sus quimeras reinventadas de autonomías en estados autocráticos, piden más y más dinero, y de paso lo que siempre han deseado, la independencia, la autodeterminación, la ruptura del Estado Español en microestructuras quiméricas.
La reinvención de la quimera nacionalista se remonta a antes de 1978 y durante la elaboración de la Constitución Española de 1978 de la mano de los mal denominados siete padres de la Constitución Española de 1978 del Reino de España. Y decimos mal denominados padres, porque no actuaron como tales, sino como ideólogos útiles a los intereses de las ideologías partidocráticas de izquierda y de derecha, y no como padres garantes del bien común de la Madre Patria España, de la Nación de España, del Estado Español.
Si se hubieran comportado siguiendo el bien común de los españoles, habrían blindado la Constitución Española (1978) contra una de las causas principales de nuestros conflictos históricos guerracivilistas desde el siglo XIX, los nacionalismos secesionistas, que han utilizado el anacrónico principio de las nacionalidades, como un arma de destrucción lenta de la unidad, de la soberanía y de la identidad histórica de España.
En España, el nacionalismo independentista no se dedica a perseguir quimeras, sino que el mismo es una quimera que se auto-reproduce en otras tantas quimeras. Las quimeras nacionalistas vienen a ser "restos de bestias en medio de un osario"[1]. El osario está en el cementerio de los nacionalismos antiespañoles y separatistas, y en él se encuentran los huesos del cadáver de la Constitución Española (1978). Junto a las quimeras de los nacionalismos secesionistas vasco-etarra y catalanista, las ideologías neosocialistas, neocomunistas y neoliberales, rodean y aúllan, como lobos hambrientos de poder, los huesos, el esqueleto desarticulado de la Constitución Española (1978).
La quimera del nacionalismo secesionista, ayudados por los lobos de las ideologías en el poder, devoran los restos, los huesos del cadáver de la Constitución Española (1978), pero no a España como Patria, Nación y Estado, la cual, desde la verdad histórica, la observa como:
A la Quimera lamentable, piedra corroída
En su desierto. Como muñón, deshecha el ala;
Hueco de la nariz desvanecida y cabellera,
En un tiempo anillada, albergue son ahora
De las aves obscenas que se nutren
En la desolación, la muerte.[2]
Por España, la quimera de los nacionalismos separatistas, en medio del caos de una crisis que ella también ha provocado, sigue sobreviviendo, continúa viva en la desolación de nuestra existencia, de la cual España ha de salir en cuanto anule los nacionalismos quiméricos.
En cambio, por Europa, la Europa de las democracias constitucionales, participativas y representativas, la quimera de los nacionalismos independentistas, ya hace mucho tiempo que murió, ya que no creen en ella, ya que no siguen sus enigmas, oráculos, secretos y pretensiones "insolubles"[3], como tampoco siguen a los enigmas, oráculos, secretos y las pretensiones de su rival y hermana, La Esfinge, otro invento también, como La Quimera, del Politeísmo esclavizador de la Antigua Grecia, otro animal monstruoso, al igual que La Quimera, pero, mientras que ésta era un monstruoso animal con cabeza de león, cuerpo de cabra y parte trasera de serpiente, que vomitaba fuego, La Esfinge tenía rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave rapaz. Se encontraba en Tebas, y aterrorizaba a todo el mundo con sus enigmas. Quien no los resolvía, lo devoraba.
La Quimera fue destruida por el héroe mitológico Belerofontes, que, con la ayuda del caballo alado Pegaso, la asaetó y después introdujo en la garganta de la bestia un trozo de plomo, el cual, al fundirse con el propio fuego de La Quimera, le abrasó las entrañas.
¿Cuándo aparecerá por España, un héroe como Belerofontes, que se atreva a realizar la misma hazaña, con la quimera del nacionalismo secesionista?
[1]Cernuda, Luis, "La desolación de la quimera", en La realidad y el deseo (1924.1962),Ediciones F.C. E.,Madrid, 19814ª, ps 358-359.
[2]Ibídem, p. 358.
[3]Ibídem, p. 359