Algunos andamos más que despistados buscando el bienestar donde jamás lo encontraremos. Y la culpa no la tiene esta crisis que, por supuesto, no es tan solo económica. Y en ese caminar hacia la anhelada dicha somos incapaces de disfrutar del presente, pensando en el pasado con nostalgia y mirando al futuro con angustia.
Sí, y quizá por eso ponemos nuestras esperanzas en una quiniela ganadora, una herencia siempre inmerecida, un viaje exótico o unas vacaciones indefinidas remuneradas. Ignoramos lo que predicaba con la palabra y el ejemplo el profesor Víctor García-Hoz, el primer Doctor en Pedagogía de la universidad española. Y era que las fuentes de la felicidad están en el orden, en el trabajo, en la generosidad y también, si uno es creyente, en la vida de piedad.
Un orden exterior, en la cabeza y en el corazón que nos ayudará a distinguir y escoger lo que es importante. Un trabajo como participación del hombre en la obra de la Creación y, por lo tanto, hecho a conciencia y como un servicio a la entera sociedad. Una generosidad que implica compañerismo, amistad, espíritu de colaboración, olvidarse de uno mismo y mirar a nuestro alrededor. Una vida de piedad que nos descubre nuestra poquedad, un comenzar y recomenzar que nos ayudará a levantarnos un día tras otro, sin perder jamás la alegría, apoyados en Quien más nos quiere. Ahí queda eso.