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Portada:: Colaboraciones:: Dios Bendito y Padre Eterno de los hijos de Dios

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Dios Bendito y Padre Eterno de los hijos de Dios

Sat, 16 Jan 2016 17:24:00
 
María de las Nieves Álvarez Peláez

La Palabra del Dios Eterno está en el origen de la Creación: el Universo -el sol, la luna, las estrellas, el firmamento-, y todas las criaturas terrestres y celestes, obedecen al poder de su Palabra creadora. Este poder, sabio, inteligente y creador de la Palabra de Dios se concentra en el Verbo hecho carne, Jesucristo, Palabra e Imagen de Dios Creador y pasa también a través de nuestro pensamiento -palabra interior meditada- y nuestras pobres palabras humanas, que vehiculizan y hacen posible expresar lo invisible, en la debilidad de nuestra carne humana.

Con frecuencia se afirma "Todos somos hijos de Dios y el Señor nos ama"  hay un hecho cierto y es que todos somos criaturas de Dios y nuestro Creador nos da vida, nos sostiene y nos ama con infinito amor, lo suyo es amar incondicionalmente.

El hombre es un ser dependiente en todos los aspectos y según va creciendo va adquiriendo mayor autonomía, pero sabe que es limitado, no es "un dios" y por tanto en su fuero interno se siente que necesita ser amado, comprendido y afirmado.

La criatura racional ya es religiosa por su nacimiento natural, pero la maravilla de ser hijo de Dios corresponde a la experiencia del ser creyente, de ser hijos en el Hijo. El Bautismo nos hace hijos de Dios y aparte de nuestro nacimiento natural, al ser incorporados en la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, entramos de lleno en un nacimiento sobrenatural.

Es el Don de Dios, su Espíritu, donado a sus hijos, la gracia que nos transforma y nos convierte en hijos de Dios y nos configura con su Hijo Unigénito Jesucristo. En la Iglesia son necesarios los Sacramentos para alimento y un crecimiento constante en la gracia del Señor, siendo la Eucaristía el Sacramento culmen de la vida cristiana.

 Nacer de nuevo según NT, (Jn 3).

Nicodemo es maestro  de Israel, sabe que Jesús ha venido de parte de Dios, ya que las señales que él hace es porque Dios está con Él, pero Jesús le sorprende y le dice "El que no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios"

Nicodemo insiste ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? y Jesús le dice ”De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”

El que ha nacido del Espíritu, es como el viento  que sopla y no se sabe de dónde viene y adónde va, el viento alude al Espíritu .Y Jesús insiste, que sabe de lo que habla, de lo que ha visto testifica, pero no aceptamos su testimonio, además añade: “si hablando de las cosas terrenales no creéis ¿Cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”.

Jesús se atribuye a sí mismo el ser el Hijo del Hombre, es un nombre que le gusta de aplicárselo y lo utiliza varias veces durante su vida de predicación.

¿Quién es este Hijo de Hombre con el que nos sorprende Jesús?

Lo encontramos en el AT en Daniel y nos presenta como el Juicio final, antes de la instauración del Reino del Altísimo en la tierra. El relato  meditado sobrecoge "Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros (Dan 7,9-10)" 

Y luego aparece la Figura especial que nos reclama, un “como Hijo de Hombre”

 "Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de Hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A Él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás (Dan 7,13-14). El ”Hijo de Hombre” que aparece como persona celeste es Jesucristo y “el Anciano de los Días” es Dios Bendito, el Padre. "Le veréis venir entre las nubes del cielo"... Pilato pregunta a Jesús: "¿Eres tú el Rey de los judíos?", y Jesús responde: "Sí, como dices, soy Rey". También,  el Sumo Sacerdote Caifás le había dirigido la pregunta en el proceso judicial, que le costó la sentencia de muerte .El Sumo Sacerdote lo interrogó y le dijo: "¿Eres Tú el Mesías- el Cristo- el Hijo del Bendito?" Jesús respondió: "Yo Soy. Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poder, y viniendo en las nubes del cielo."Mc.14:61-62. Cuando oyeron esta declaración, el Sanedrín definitivamente sentenció a Jesús a muerte y lo acusaron de blasfemo.

La afirmación verdadera de que Él -Jesús- es el Hijo de Dios, el Hijo del Bendito, ni el Sumo Sacerdote, ni el Sanedrín lo pueden tolerar "Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles y entonces dará a cada uno según sus obras.Mt.16:27. Él es Señor de los ángeles y de los hombres. Él vendrá “sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria" y encarga a sus discípulos el mandato misional “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y he aquí, que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mt. 28,19-20).

En estas palabras está el significado y contenido de su Vida, Pasión, Muerte y su Glorificación. Daniel nos había ofrecido un simple esbozo y ahora Jesús no duda en aplicarse el carácter de Reino Eterno e Imperecedero de Daniel. Así vemos en la obra del Hijo del Hombre, cuando en la profecía sobre el fin del mundo proclama: "Entonces verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes con gran Poder y Majestad" (Mc 13, 26; cf. Mt 24, 30).

En esta visión que ofrece una perspectiva futura escatológica, debe llevarse a cabo la obra evangelizadora de la Iglesia. Jesús hace la siguiente advertencia: "No acabaréis las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre" (Mt 10, 23)

La necesidad y fidelidad de María en la Salvación

Esta realidad descrita en el AT, acogida y aceptada por Jesús, se hizo visible en una mujer que esperaba el Reino, el Mesías. En María, sí encontró posible su Encarnación, su Sí definitivo, su atribución de “Hijo del Hombre”. Jesús realizó con su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección el plan mesiánico que había sido profetizado en el AT, al mismo tiempo toma el mismo Nombre y el lugar humilde que le corresponde como hombre verdadero, hijo de mujer, María, la mujer fiel y hermosa, la llena de la gracia del Señor, su Madre.


Y ahora, le dice a ella el Ángel "Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y  le pondrás por nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su Padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin". (Lc 1.31 y ss) ¿Cómo será esto? pues no conozco varón, el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios.

  Él, que es el “Hijo de Dios”, el Hijo del Bendito es el mismo “Hijo del Hombre”, el Logos encarnado, Persona divina celeste y Hombre verdadero. “Se hizo realmente uno de nosotros, semejante a nosotros en todo, menos en el pecado” (Heb  4,15  ;Gaudium et spes, 22).
 En esta escena grandiosa, Jesucristo aparece dentro de la historia, pero a la vez sobrepasa a la misma, estando por encima de ella, asumió la historia en lo temporal desde dentro de la misma, en su Encarnación, en el seno de lo más humano y virginal de su Madre María, convivió con los hombres hasta su Resurrección y a la vez es Eterno y sigue vivo en medio de nosotros.

Esta imagen gloriosa de Cristo, la encontramos en el Jesús humilde y sufriente, haciendo a sus discípulos herederos y reyes predicando el Reino de Dios, El Padre, la Vida eterna. En el Apocalipsis de San Juan, Él es definido como quien "nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1, 5-8).

Reconocer en el Señor Jesús la Majestad y la Humildad.

En la Persona de Jesucristo, Majestad y Humildad, son derivadas de sus dos naturalezas divina y humana y en la fe en Él no se pueden separar, Él es todo, el Niño humilde del pesebre y el Glorificado, sentado a la derecha del Padre.

Al hombre de hoy le resulta fácil reconocer en Jesús al hombre afable y comprensivo, al amigo fiel, el amante de los pobres al que tiende su mano: ayudándoles, curándoles, animándoles, se ve a Jesús como hombre entre los hombres, pero también al hombre moderno de nuestro tiempo, le resulta difícil reconocer su Majestad, proclamarle como El Señor y reconocerle un poder real que actúa en el hombre que le acoge por su Espíritu.

Los primeros cristianos se esforzaron por mantener juntos en Él, los rasgos que lo definen, Jesús es el Señor, por el poder del Espíritu Santo, pero es Alguien que, con sus milagros y su Resurrección, nos sitúa a cada uno de nosotros ante el misterio de su Persona, que trasciende lo humano en su Majestad. El es Nuestro Rey, el Rey por excelencia, El Rey del Universo. El Jesús que la Iglesia nos proclama, nos bautiza y recibimos de ella los Sacramentos, es de lo más humano y trascendente. Es el Señor.

La Iglesia desde Pentecostés es la Madre, comunidad de bautizados creyentes, es la depositaria del tesoro de la Fe, (1 Tim 6, 20), en ella se custodia la verdadera imagen de Jesús el Señor, vivo en la Eucaristía. No se trata de ver en Jesús una imagen fija, sino que es Jesucristo vivo, que crece en la comprensión misma de la Iglesia, en sus Ministros, en sus hijos, también integrando en la Persona del Señor las cuestiones nuevas planteadas en el desarrollo de la historia de la cultura de los pueblos y el progreso creciente en lo humano, recordando que "Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y siempre" (Heb 13, 8).

La Evangelización Obra de Amor de Dios que ama al mundo

El hijo de Dios es el creyente, que se reconoce amado por el Padre en su Hijo amado y comunica la buena noticia al mundo. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él."

El Amor de Dios al mundo es el signo más eficaz de salvación y lo encontramos en su Hijo Amado y nos pide responder a su Amor, creer en Él, fiarnos de Él, "para ser partícipes de su naturaleza divina " (2 Pe 3-4 ).  Evangelizar y ser evangelizados es una tarea continua llena de Esperanza y Amor.

Jesús, les pide a sus discípulos, la opinión de la gente sobre su Persona es como si hoy hiciéramos una encuesta para saber qué imagen se tiene de Él. "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos dijeron: "Unos dicen que eres Juan Bautista; otros dicen que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".

Jesús ahora les hace una radiografía a sus discípulos que atañe a lo nuclear de su persona y de nosotros creyentes, les preguntó: Y vosotros y nosotros hoy "¿Quién decís que Soy Yo?". Simón contestó: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo"

"Jesús le respondió: "Feliz eres, Simón Bar-Joná, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y ahora, Yo te digo: "Tú eres Pedro, o sea Piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las fuerzas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos" ( Mt 16, 13 - 20).

¿Qué fe encontrará hoy, el "Hijo del Hombre” en la tierra?

 Jesús viene en la humildad del pesebre, lo celebramos cada año, pero lo que importa es que Él nazca en nuestro corazón, ante el acontecimiento grandioso que nos salva es hora de despertar y no quedarse indiferentes o perdidos en el mundo. Benedicto XVI, nos recordaba en el Año de la Fe: "La fe casi se apaga en muchos lugares de la tierra".  Los creyentes saben que sin la fe en el Hijo del Hombre, en el Hijo Unigénito, en Jesucristo Salvador, el hombre no encuentra el camino abierto al Padre.

La fe está sometida a divergencias entre el ser religioso, presente en el hombre natural y el creyente hijo, que se siente amado, perdonado, acogido y elevado, el hombre natural también busca a Dios a través de sus formas de enfocar lo religioso, pero encuentra el camino más arduo, ya que le toca explorar las distintas cosmovisiones que ofrece el mundo, que distraen del encuentro verdadero de la fe en Jesucristo, aunque para cada persona es una búsqueda en su camino.


 Al creyente en Cristo Jesús, nos queda que no se apague la fe, ser las antorchas vivientes que dejan pasar la luz sobrenatural venida de lo alto: El que baja del cielo, el ser celestial, el Hijo del Hombre, que se hace Niño en las entrañas de la Virgen Madre. Desde la Trinidad Santa: Dios Padre, su Hijo Unigénito y el Espíritu Santo, Amor de ambos, ha hecho posible la Encarnación de Dios viviente, introducido en el mundo con el Sí agradecido de María.

Hemos celebrado la Navidad en la Iglesia. Jesús ha nacido, sigamos celebrándolo como familia en unión de su primera familia en la tierra: María, José y su Niño Yahshua (Mesías Salvador), siendo la familia el santuario de la vida. Este es nuestro testimonio creyente como familia en la Iglesia, hacerlo vivo en una catequesis continuada, como hijos de Dios Padre, que se maravillan ante el Misterio de la Encarnación y de su Glorificación, para dar la vida definitiva a los hombres.

La Paz del Niño de Belén nos bendice desde el portal humilde y desde la Majestad que llega al mundo entero.                                       







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