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MES DE NOVIEMBRE

Fri, 27 Nov 2015 23:04:00
 
Inés Robledo Aguirre

CAMINEO.INFO.- En este mes de noviembre –que ya se nos va- oímos muchos pareceres, opiniones diversas, criterios varios y esa gran variedad de pensamientos que abundan en la unanimidad y otros criterios que crean la polémica.

Desde que la Iglesia estimó considerar el recuerdo de los fieles difuntos, un día señalado dentro del calendario santoral, han pasado muchos años. Generación tras generación se ha respetado esta tradición, donde todos, los más o menos creyentes, los más o menos practicantes, seguían con devoción y respeto esta fecha. De padres a hijos, de abuelos a nietos se trasmitía el recuerdo de los que se fueron, se recordaba vivencias familiares, se les tenía presentes con el cariño hacia ellos y eran esos momentos, donde la familia se apiñaba alrededor del tronco que los unió de por vida.

La celebración de una fiesta dedicada a los difuntos fue acordada por la Iglesia Católica, la Protestante, la Evangélica y varias más adscrita a una fe común. Y de este modo tener el mismo calendario santoral y facilitar los cultos establecidos a personas que por diferentes motivos puedan estar fuera de su tierra y así persigue la unidad de celebraciones.

En el Génesis leemos que estas celebraciones, en realidad comenzaron como para borrar las culpas de personas que debido a su maldad, habían sido destruidos por Dios en los días de Noé y así fue dándole diferente cauce.

La Iglesia siempre oró por los difuntos, pero a partir del 2 de Noviembre del año 998, estableció este día especial para ellos y las costumbres de visitar los cementerios, ofrecer misa, recibir indulgencias, se adquirieron en diferentes pueblos y naciones, que se fueron uniendo a estas costumbres.

Y así se vive en el recordatorio, sin miedo ni agobios, sino el sentir de algo que llega y es la muerte.

Con el convencimiento que la Iglesia nos regalaba esos dones para ofrecerlos por nuestros seres queridos, nadie se sentía manejado, influido u obligado, más bien agradecido. Solía haber uniformidad de pensamiento, a nadie le molestaban los crucifijos en los cementerios, tanatorios o capillas, a nadie le molestaba -vuelvo a repetir- ir a la Iglesia y oír misa ese día, aunque en otras ocasiones lo tuvieran en olvido.

El respeto a este día imperó en los pueblos, en las comarcas y en las grandes capitales. ¿Qué ha pasado, desde entonces? ¿Qué huracán nos está invadiendo para que la controversia esté servida? Lo que sí está claro es que estos cambios de criterios no benefician a nadie, porque si unos pocos, sienten la rebeldía de lo ya establecido, hay muchos, muchos más que sufren con la imposición de los intolerantes y de los que desvirtúan la libertad del ser humano, basando esa la libertad en imponer errores, sin atender a razones.

Se pierde la razón cuando la ignorancia impera en desacuerdo a lo establecido.

Se pierde la razón cuando el sentido común brilla por su ausencia.

Se pierde la razón cuando una sociedad quiere cambiar situaciones y seguimientos que el hombre aceptó de buen grado.

No es lo mismo hacer juicios varios, que imponer. La libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe.

El intercambio de opiniones diversas es la mezcla que da la sal a los pueblos. En ocasiones nos cansamos de tantos bombardeos, de tantas opiniones, que son lícitas, porque reflejan la disparidad de ideologías, proyectos y objetivos. Siempre que no rallen en molestar, ofender, separar y enfrentar.

Pierden la razón quienes quieren cambiar situaciones que el hombre aceptó de buen agrado.

Al perderse la razón, no cabe como excusa que en situaciones extremas, cada uno haga su interpretación, ni abusar de la libertad que se privilegia en uso de cargos políticos. Aquí no se puede justificar esa frase que se atribuye a William Shakespeare, frase, que no fue reflejada en sus escritos, pero que si se aplica en muchos momentos de la vida y así el escritor y pensador D. Ramón de Campoamor, si la inmortalizo con esta frase.

En este mundo traidor, nada es verdad, ni mentira, sólo es según el color del cristal con que se mira.

Los pueblos se amenazan con opiniones diversas, en esa mezcla se baraja la sal donde la opinión refleja la disparidad de ideologías, proyectos y objetivos y son lícitos siempre que no ofendan.

Los talentos que tienen los ciudadanos son el acicate de nuestra patria. Y nuestros pueblos buscan el bien común. Por eso resulta dolorosa la persecución a la libertad religiosa y a la libertad de culto, a no atender a problemas morales que son cauce de una sociedad más justa.

Resulta doloroso que en un país democrático, donde la Constitución Española custodia los derechos de todos los españoles, se oigan voces discordantes sobre sanas costumbres, quizás más que por convencimiento por resentimiento.

A la elección del lector dejo estas reflexiones, a mí personalmente, me resultan muy dolorosas.







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