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Ver y Creer : “El milagro guadalupano”

Fri, 13 Dec 2013 13:33:00
 

La solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe es ocasión para mirar el milagro del que fueron testigos el vidente san Juan Diego, el primer obispo de México -Fray Juan de Zumárraga- y quienes con él estaban al momento del prodigio que la Virgen María hizo en México como una providencial señal del cielo.

El Nican Mopohua, escrito por Antonio Valeriano en lengua náhuatl, documenta las palabras de la Virgen María en preparación del inicio del milagro: "-Sube, hijo mío el menor, a la cumbre del cerrillo, a donde me viste y te di órdenes. Allí verás que hay variadas flores. Córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas; luego baja aquí, tráelas aquí, a mi presencia", y narra el hallazgo de las flores: "Juan Diego luego subió al cerrillo, y cuando llegó a la cumbre, mucho admiró cuantas había florecidas, abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, cuando todavía no era su tiempo porque de veras que en aquella sazón arreciaba el hielo; estaban difundiendo un olor suavísimo, como perlas preciosas, como llenas de rocío nocturno. Luego comenzó a cortarlas, todas las juntó, las puso en el hueco de su tilma… …Y en seguida vino a bajar, vino a traer a la Niña Celestial las diferentes flores que había ido a cortar, y cuando las vio, con sus venerables manos las tomó; luego otra vez se las vino a poner todas juntas en el hueco de su ayate y le dijo: -Mi hijito menor, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad". Después explica la alegría con la que Juan Diego se dirigió a cumplir la encomienda confiada a él por la Virgen: "Y en cuanto le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar la calzada, viene derecho a México, ya viene contento. Ya así viene sosegado su corazón, porque vendrá a salir bien, lo llevará perfectamente. Mucho viene cuidando lo que está en el hueco de su vestidura, no vaya a ser que algo tire; viene disfrutando del aroma de las diversas preciosas flores".

El milagro estaba por concretarse, ya sólo faltaba que el obispo fijara su mirada en el ayate de Juan Diego: "Cuando vino a llegar al palacio del obispo, lo fueron a encontrar el portero y los demás servidores del sacerdote gobernante… …Y habiendo entrado, en su presencia se postró, como ya antes lo había hecho. Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje… -Aunque bien sabía yo que no es lugar donde se den flores la cumbre del cerrito, porque sólo hay abundancia de riscos, abrojos, huizaches, nopales, mezquites, no por ello dudé, no por ello vacilé. Cuando fui a llegar a la cumbre del cerrito miré que ya era el paraíso. Allí estaban ya perfectas todas las diversas flores preciosas, de lo más fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas, de modo que luego las fui a cortar; y me dijo que de su parte te las diera, y que ya así yo probaría, que vieras la señal que le pedías para realizar su amada voluntad, y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje. Aquí las tienes, hazme favor de recibirlas. Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las flores. Y así como cayeron al suelo todas las variadas flores preciosas, luego allí se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está, en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita en el Tepeyac, que se llama Guadalupe. Y en cuanto la vio el obispo gobernante y todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron, se pusieron de pie para verla, se entristecieron, se afligieron, suspenso el corazón, el pensamiento... Y el obispo gobernante con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no luego haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra, y cuando se puso de pie, desató del cuello de donde estaba atada, la vestidura, la tilma de Juan Diego en la que se apareció, en donde se convirtió en señal la Reina Celestial… …Muchos admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido, puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen".

De esta manera quedó documentado el acontecimiento guadalupano en el que, milagrosamente, la Virgen María quiso dejar su impronta para quedarse entre nosotros, con nosotros, en México.







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