“Yo vengo a reunir a todas las naciones”, entonaba Kiko Argüello en el canto elegido para abrir el gran encuentro con los jóvenes del Camino Neocatecumenal que tuvo lugar en Nápoles, Italia, el domingo 20 de mayo.
Y justo esto es lo que sucedió en la plaza del Plebiscito: la histórica plaza en el corazón de Nápoles vio a cerca de cuarenta mil chicos y chicas procedentes no sólo de Italia sino también de Francia, Luxemburgo, Alemania, Bélgica, Suiza, Malta, Albania y Yugoslavia, reunirse para escuchar una palabra de Dios y obtener discernimiento sobre su vocación.
El objetivo fue evidentemente logrado, vistas las “alzadas” al término del encuentro: 200 chicos para el presbiterado y cerca de 120 chicas –algunas jovencísimas- para la nueva evangelización en China. Un centenar de jóvenes dió su disponibilidad a rezar diariamente el rosario ante el Santísimo por las missio ad gentes que el Camino desde hace años promueve en las zonas secularizadas de Europa.
En concreto, se entregaron cerca de 60 rosarios a grupos de jóvenes de Campania a quienes se confiaron las missio ad gentes de Niza, Marsella y Lausana; mientras que las misiones de Lyon, Albi y Tolón fueron confiadas a otras regiones de Italia.
La invasión pacífica de los jóvenes neocatecumenales empezó desde la mañana, caracterizada por ese entusiasmo que es ya un rasgo distintivo de todos los pertenecientes a esta realidad de fe y que ni siquiera una ligera e insistente llovizna logró detener.
Cantos y danzas resonaron en las calles napolitanas para luego aquietarse y transformarse en largos aplausos en torno a las 15,30, con la llegada de los iniciadores del Camino, Kiko Argüello y Carmen Hernández, junto al cardenal de Nápoles Crescenzo Sepe, y el padre Mario Pezzi.
Un “encuentro lleno de luz y de fuerza del Espíritu Santo para nosotros y Nápoles”, dijo Kiko en su monición ambiental, antes de acoger a la Virgen del Carmen, transportada a la tribuna por los seminaristas y presbíteros, mientras el canto “Una gran señal” –leit motiv de la JMJ de Madrid– despertaba el ánimo de los jóvenes de la plaza.
Tras dar gracias a la Virgen porque “ha inspirado este Camino y está ayudando a todos”, Kiko comentó una Palabra de la segunda Carta de San Pablo a los Corintios (5,14), invitando a los presentes a acogerla porque ella “tiene el poder de exorcizarnos y cambiar la vida de muchos”. Es el anuncio del Kerygma, la buena noticia de Cristo Resucitado, que Kiko no deja nunca, en sus encuentros, de remarcar con fuerza. “Todos los hombres han nacido con la muerte dentro –afirmó--, es el pecado original entrado en el mundo por envidia del demonio. Por esto se tiene miedo de la muerte, se escapa de ella, convirtiéndose así en esclavos del demonio”.
¿Cómo se supera este miedo?, se preguntó. “¡Venciendo a la muerte! Cristo ya lo ha hecho con la resurrección que es suya y nuestra”, respondió empuñando el crucifijo sobre la tribuna. “Murió para que el hombre no viva ya para sí mismo” y esta, añadió, “es la verdad según la cual todos hoy estamos llamados a vivir”.
La invitación es, por tanto, “a ser como la Madre de Cristo hoy”, a creer en este plan de salvación diciendo nuestro “sí” a Dios, sin tener miedo porque “no estamos solos”. Por ello, concluyó Kiko, “no temáis dar vuestra vida a Cristo, nada nos puede impedir amarlo, incluso los sufrimientos ayudan a estar unidos a El”.
Una fuerte palabra de ánimo, en tal sentido, llegó también del cardenal Sepe, que exhortó a decir el propio sí al Señor e ir a todo el mundo para predicar el Evangelio: “Dios se pone en camino para encontrar el hombre –dijo--. Vosotros del Camino, por tanto, proseguid el camino de Cristo”. “No debéis temer, El os ha elegido y os manda a anunciar la salvación. Id, por tanto, y haceros misioneros de la verdadera vida en este mundo que desprecia a Dios, predica violencia, asesinatos, y no tiene miedo de matar a inocentes de 16 años”, casi gritó el purpurado, refiriéndose a los últimos trágicos sucesos de Brindisi.
Todo concluyó con las llamadas vocacionales para “hacerse obreros de la nueva evangelización” en el Este del mundo, en especial en China y Vietnam. Un río de más de trescientos jóvenes dió su propia respuesta al Señor y, corriendo hacia la tribuna, cada uno recibió la bendición de los obispos y presbíteros presentes.
Al término del encuentro, ZENIT abordó a algunos de estos chicos pidiéndoles que nos cuenten libremente su propia experiencia. El primero es Simón, de 23 años, de Roma, ya en su tercera “alzada”, que a la pregunta sobre qué le ha impulsado a reconfirmar esta llamada, responde: “La gratitud hacia Dios por todo lo que siempre ha hecho. Siento que mi vida no tiene sentido sin El y que todo el resto no me satisface, por tanto quiero de verdad entregarle todo y doy gracias de estar en una realidad como la del Camino Neocatecumenal que me ha iluminado en esta elección”.
Le hace eco Mattia, de Umbria, que dice: “Quiero lanzarme a esta 'aventura' maravillosa que Dios quiere llevarme a tener, como ha dicho Kiko. Humanamente, tengo un poco de miedo de tener que dejar casa, familia, etc, pero me ayudan mucho los testimonios de otros hermanos que han abandonado sus seguridades y han recibido el céntuplo. Estoy seguro de que Dios no quiere fastidiarme, sino que quiere solo mi felicidad”.
Nos ofrece su testimonio, por último, Stefano, de 19 años, del Lazio, en su primer encuentro vocacional: “He entrado hace poquísimo tiempo en el Camino Neocatecumenal –dice- pero ya me ha permitido vivir experiencias extraordinarias, como justo la jornada de hoy”.
“El espíritu de Kiko –añade- que tiene más de 70 años tiene la fuerza y el entusiasmo de un muchachito, su catequesis, la comunión que se ha creado enseguida con las otras personas, las llamadas vocacionales, la serenidad que transparenta en modo claro la cara de todos, me han hecho comprender que Dios está verdaderamente en medio de nosotros y que sólo en la Iglesia puedo encontrar la vía para ser feliz”.