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Ángelus: El bien debe hacerse sin ostentaciones, sino con discreción y en silencio

Mon, 10 Sep 2018 01:33:00
 

El papa Francisco recordó, este domingo, 9 de septiembre, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, a los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, que “Jesús enseña a hacer el bien sin clamores ni ostentación”, reflexionando sobre el Evangelio de hoy, que relata la milagrosa curación del sordomudo, el Santo Padre señaló que también a nosotros Jesús vino a “abrir”, a liberar nuestro corazón para hacernos capaces de vivir plenamente nuestra relación con Dios y con los demás.

En primer lugar el Santo Padre destacó la forma de actuar que caracteriza a Jesús: “Siempre con discreción. No quiere impresionar a la gente, no está en la búsqueda de popularidad o éxito, sino que sólo quiere hacer el bien a las personas. Con esta actitud, Él nos enseña que el bien debe hacerse sin clamores y sin ostentación”, añadió.

En cuanto al gesto sanador, el papa señaló que "recuerda la Encarnación. El Hijo de Dios es un hombre insertado en la realidad humana: se hizo hombre, por lo tanto, puede comprender la condición dolorosa de otro hombre e interviene con un gesto en el que está involucrada su propia humanidad", explicó el pontífice.

“El Hijo de Dios es un hombre plenamente integrado en la realidad humana, por lo tanto, puede comprender la condición dolorosa de otro hombre e interviene con un gesto en el que está implicada su propia humanidad”, asegura Francisco haciendo hincapié en que, al mismo tiempo, “Jesús quiere hacer entender que el milagro se produce por su unión con el Padre: por esta razón, levantó su mirada al cielo. Luego suspiró y pronunció la palabra resolutiva: “Effatà”, que significa “Ábrete”. Y al instante el hombre fue sanado: sus oídos se abieron, su lengua se soltó. La sanación era para él una “apertura” a los demás y al mundo”.

Seguidamente el Santo Padre señaló que el relato evangélico muestra además, la necesidad de una doble curación. “En primer lugar, la curación de la enfermedad y el sufrimiento físico, para restaurar la salud del cuerpo, incluso si este objetivo no es plenamente alcanzable en el horizonte terreno, a pesar de los esfuerzos de la ciencia y la medicina. Pero hay una segunda sanación, quizás más difícil, - dice el Papa- y es la sanación del miedo que nos empuja a marginar a los enfermos, a los que sufren, a los discapacitados”.

Hay muchas maneras de marginar, advirtió Francisco, incluso a través de una “pseudo lástima” que experimentamos por el otro, o con la directa eliminación del problema: “Nos quedamos sordos y mudos ante los dolores de las personas marcadas por enfermedades, la angustias y la dificultades. Demasiadas veces el enfermo y el sufriente se convierten en un problema, mientras que deberían ser una oportunidad para mostrar la preocupación y la solidaridad de una sociedad hacia los más débiles”, añadió.

“Jesús nos reveló el secreto de un milagro que también nosotros podemos repetir, convirtiéndonos en protagonistas de “Effatà”, de esa palabra “Ábrete” con la que Él devolvió la palabra y el oído al sordomundo”, afirma el Sucesor de Pedro, afirmando que se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas que sufren y necesitan ayuda, evitando el egoísmo y la cerrazón del corazón.

“Es precisamente el corazón, es decir, el núcleo profundo de la persona, que Jesús vino a “abrir”, a liberar, a hacernos capaces de vivir plenamente nuestra relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, sordomudo interiormente por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar, a su vez, el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y entrega”.

El pontífice concluyó alentando a todos a encomendarse a la Virgen María “que estuvo totalmente “abierta” al amor del Señor”, para que ella “nos ayude a experimentar cada día, en la fe, el milagro de la “Effatá”, para vivir en comunión con Dios y con nuestros hermanos”.+









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