Es para celebrar que la reunión en Berlín,
entre el recién elegido presidente francés, Emmanuel Macron, y la veterana
Ángela Merkel haya encontrado tanto eco. Ambos han anunciado una “hoja de ruta”
para Europa, comprometiéndose a impulsar la Unión Europea. Resulta algo
verdaderamente positivo en nuestra época, muy distinto a lo que dejaba
traslucir la filósofa María Zambrano cuando dijo en 1945:”Imposible que un
europeo hable hoy sobre Europa sin que resulte una especie de confesión y hasta
un llanto. Tratando de encontrar la esencia de eso que llamamos Europa,
buscaremos también el principio de su posible resurrección.”
Europa es un ámbito geográfico y, también,
una entidad histórica y una comunidad de cultura. El proceso histórico de la Europa unificada comenzó en
los años cuarenta del pasado siglo y no podía ser emprendido mas que por medio
de la reconciliación entre Francia y Alemania. Entre los políticos franceses no
había, después de la guerra, un hombre que conociera Alemania tan bien como
Robert Schuman, y pocos que tuvieran una visión tan clara de los imperativos de
futuro. Robert Schuman y Konrad
Adenauer se entrevistaron en agosto de 1949 en Coblenza. Ambos eran conocidos
por su integridad moral. A estas dos figuras se les unió una tercera de iguales
características: Alcide de Gasperi, jefe del gobierno italiano.
El 9 de mayo de 1950, Robert Schuman,
entonces ministro de Asuntos Exteriores de Francia, invita solemnemente a las
naciones democráticas europeas a que se asocien libremente con el propósito de
edificar juntas una “comunidad de destino” sin precedentes en la Historia. Seis países responden
a la llamada. Este día se abre un capítulo nuevo en la historia de Europa, nace
la Europa Comunitaria.
El francés Robert Schuman y el alemán Konrad Adenauer tienen abiertos procesos
de beatificación por parte de la Iglesia
Católica. Ambos tienen un itinerario personal y público en
total coherencia, es decir, fueron cristianos en ejercicio.
Dentro de la gran familia humana, Europa se
distingue en que está formada por democracias parlamentarias. Viene bien
recordar que la democracia griega negaba la igualdad de todos los hombres, se
aplicaba a una élite de nacimiento. La democracia moderna reconoce la igualdad
de naturaleza de todos los hombres, hijos de un mismo Dios, rescatados por
Cristo, sin distinción de raza, de clase, de profesión, etc. El cristianismo ha
llevado a que todos reconozcan la dignidad del trabajo humano y la primacía de
los valores interiores que son los que ennoblecen al ser humano. Estas son las
raíces cristianas de Europa y reconocer esto lo exige la memoria histórica.
La bandera de Europa es, como todos
sabemos, de color azul con una corona de doce estrellas. ¿Conocemos su origen?
En 1950, el Consejo de Europa convocó un concurso para diseñar su bandera
común. El artista Arsene Heitz, de Estrasburgo, fue el autor de la bandera que
resultó elegida. En aquellos momentos, él estaba leyendo la historia de las
apariciones de la Virgen
en la Rue du Bac,
de París. La Virgen
se mostró a la francesa Catherine Labouré, Hija de la Caridad, en 1830. Es la imagen conocida como la Medalla Milagrosa.
En el reverso de dicha medalla aparece una corona de doce estrellas. Por otra
parte, en el Apocalipsis se lee: “En esto apareció un gran prodigio en el
cielo, una mujer vestida de sol y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza,
una corona de doce estrellas.”
Arsene Heitz contó, años después, que se sintió inspirado a utilizar los
símbolos de la corona de doce estrellas y el fondo azul, con los que se
representa el misterio de la Inmaculada
Concepción. Y lo que es verdaderamente llamativo es que la
bandera fuese aprobada por el Consejo de Europa el 8 de diciembre de 1955, día
en que se celebra la
Inmaculada Concepción.
Por cierto, una sugerencia para los que
viajen a París, ciudad maravillosa: hagan un hueco y diríjanse a la Rue du Bac, 140. Comprobarán
cómo, sin ruido, se producen oleadas continuas de peregrinos, diariamente, y
provenientes de distintos lugares del mundo. Esto sucede desde hace casi dos
siglos. Y ya que hablo de este tema, añadiré algunos datos, quizá poco
difundidos. La vidente de Lourdes, Bernadette Soubirous, llevaba al cuello la Medalla Milagrosa
en 1858 y dijo: “La Señora
de la gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa”.
La invocación grabada en dicha medalla: “Oh, María, sin pecado concebida, rogad
por nosotros que recurrimos a Vos”, difundida por todo el mundo, suscitó el
gran movimiento de fe que condujo al Papa Pío lX, en 1854, a definir el dogma de
la Inmaculada Concepción.
Cuatro años después, en 1858, la aparición de la Virgen en Lourdes,
confirmaba de manera inesperada la definición de Roma ya que aparecieron unas
palabras claramente en la gruta: “Yo soy la Inmaculada
Concepción.”
En todas las apariciones de la Virgen hay mensajes muy
concretos para todo el pueblo. Hay personas que los aceptan, otras que los
rechazan y quienes no quieren saber nada. Ahora que Europa está invadida por un
consumismo manipulador, por un individualismo insolidario y por nacionalismos
que originaron guerras fratricidas en el siglo XX y, en medio de una
civilización que se considera muy avanzada en derechos humanos, es quizá
conveniente abrirse, siquiera un poco, a la espiritualidad para que cada ser
humano sea elevado de la pura instintividad a su plenitud como persona. Son del
Papa Francisco estas palabras:”¿Qué te ha sucedido, Europa humanista, defensora
de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad?” Lo dijo en
presencia de los líderes europeos al recoger el premio Carlomagno que ellos le
habían otorgado.