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Consagrado al Señor como ermitaño en La Rábita

Fri, 29 Dec 2017 20:15:00
 
Paqui Pallarés / Archidiocesis de Granada

Tras años de peregrinaje personal y de camino interior recorrido, Francisco Jiménez Sevillano fue a parar a La Rábita. Hasta allí llegó desde su pueblo natal de Santa Marta de los Barros, en la provincia de Badajoz, para descansar y recuperarse de una erupción en las piernas. Su corazón también respondió con alegría al lugar encontrado: un pequeño cortijo abandonado, donde decidió reposar.

Seis años después de llegar a Granada, Francisco recibió la consagración solemne con votos como ermitaño de manos de nuestro Arzobispo D. Javier, en una celebración que tuvo lugar en la fiesta de San Esteban, primer mártir de la Iglesia, el pasado día 26, acompañado por toda la comunidad y vecinos de La Rábita y pueblos cercanos.

Han transcurrido seis años desde ese primer instante cuando decidió reposar y curarse de sus heridas en las piernas en la costa granadina. Procedente de una familia cristiana pero sin grandes vínculos con la Iglesia, Francisco ha visto fortalecida su fe en estos últimos años a través de personas y circunstancias con las que el Señor ha hablado claramente a su corazón.

De mediana edad, Francisco ha encontrado su vocación que ha ido madurante en un tiempo que para él ha sido un aliado en su vida. “Con el tiempo, ha sido un despertar hacia las cosas de Dios. Dios ha ido poniendo personas y situaciones en las que ha ido despertando el interés y, sobre todo, la necesidad que el Espíritu Santo puso en mi corazón con una búsqueda más directa hacia el Señor, con más conocimiento”, explica. “A medida que he ido conociendo, he ido amando más al Señor, hasta el día en que el amor al Señor me ha sobrecogido”.

CONSAGRACIÓN
Francisco ha dado el paso definitivo vocacional en la consagración solemne de votos como ermitaño el pasado día 26 en La Rábita de manos de nuestro arzobispo y acompañado por los fieles y párrocos de este pueblo y pueblos cercanos. Es el caso de D. Manuel España, párroco de La Expectación de Órgiva, quien ha sido compañía y guía en ese camino de discernimiento y entrega a Dios a través de la contemplación y trabajo como ermitaño.

Un encuentro providencial en el autobús y posteriores conversaciones “sobre las cosas del Señor, sobre la Iglesia” han tejido en estos seis años una amistad en el Señor y en su Espíritu que hoy da como fruto una vocación más, en la forma de emitaño, para bien de su Iglesia que peregrina en la Diócesis de Granada y para todo el mundo como es siempre toda vocación de entrega y donación vivida en el Señor. “Empezamos una amistad en el espíritu, en el Señor, y hemos caminado juntos hasta ahora. Yo le veo a él mucha inquietud, mucho deseo de buscar la voluntad de Dios, de estar sintiéndose miembro de la Iglesia, en comunión con ella y con todos nosotros”, explica D. Manuel España.

No es fácil ser ermitaño en un mundo sobresaturado de información, nuevas tecnologías y donde se intensifican las relaciones sociales en todo el planeta. En medio de ese mundo lleno de personas que interrelacionan entre sí, y en el que al mismo tiempo sin embargo impera cada vez más el individualismo con personas rodeadas de otras personas y solas en su corazón (a veces, hasta físicamente), el Señor sigue llamando como es Su Voluntad. Y una vez más llama, en esta ocasión al corazón de Francisco que se consagra para vivir en soledad sin estar solo, porque su corazón lo llena el Señor. “Es una consagración solemne con votos y, además, a perpetuidad, por la decisión en sí, por lo que Dios pone en el corazón, por la vida de la edad y porque no quiero tener ninguna abertura más, sino un cierre completo y dejar el ancla bien profundizada y cogida al Señor, para no moverme”. Es decir, Francisco ha encontrado su sitio en la Iglesia y ha descubierto que el Señor es lo único que necesita para vivir con felicidad y alegría, trabajando por las mañanas cultivando la tierra y por la tarde en la contemplación, lectura y oración. Y en todo, en el camino recorrido y en el camino ahora emprendido, siempre, señala Francisco, hay un profundo agradecimiento a Dios, que es el Señor de todas las cosas y quien mueve el corazón y responde a la sed profunda que todo ser humano llevamos impresos.

Con esta nueva consagración en la Iglesia de Granada, señala D. Manuel España, “veo un enriquecimiento para la misma Iglesia, porque él también tiene sus dones contemplativos, estudia teología… y va a aportar su riqueza personal”. Una riqueza que es el propio testimonio, con desprendimiento de la vida material y una vida donada a Dios, quien le ha llamado a su felicidad a través de la vocación consagrada como eremita.

Francisco Jiménez vivió esta consagración con felicidad y de gran importancia para su vida, porque “veo la mano de Dios al final de mi vida”. “Es un día doblemente feliz por ese desarrollo de encontrar el sitio en la Iglesia con el Señor y por encontrar una aventura dentro de la Iglesia. Es la felicidad de poder estar en la Iglesia, dentro de la Iglesia y bajo la dirección de la Iglesia”, subraya.









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